Hacia dónde va la República Dominicana

La historia de los procesos electorales en la República Dominicana ha tenido un componente nuboso, opaco, turbio y como tal, dudoso.  El mismo ecosistema político artificiosamente creado, ha servido de muestra, modelo y representación negativa.  Basta con observar el actual mapa de las elecciones presidenciales, municipales y congresuales, para entender lo que es la República Dominicana de nuestros días.

 

Las anomalías, manejos de fórmulas políticas degradantes, la permisividad que por todos los lados siembra la violencia a los derechos humanos, el abuso de poder, la inequidad misma practicada por el oficialista partido de gobierno y los medios opresivos utilizados como doble simulacro, ponen cada vez más en práctica la destrucción de las identidades sociales y culturales del país.

 

En sus afanes dictatoriales, la corporación de corporaciones que dirige el país es la suma que compone un Estado-gobierno-partido que es también un acuerdo entre dominadores y secuestradores de la soberanía nacional, bajo la estrategia de un simulacro perverso puesto en escena como parte de un discurso dominante en la superestructura jurídico-política y en la multisecuestrada base económica del país.

 

Los conductos políticos y politiqueros a través de los cuales el gobierno se expresa con toda su fuerza totalitaria, se reconocen como vías de acceso hacia sus propios objetivos violatorios de los derechos sociales y políticos del ciudadano, aplicando métodos viciados de elección y falsos empoderamientos, favorecedores de inconductas amorales y tergiversadoras de la realidad dominicana actual.

 

Así las cosas, el ámbito putrefacto de una política estatal favorecedora de una espantosa corrupción que abarca todos los grados y niveles de la sociedad dominicana actual, ha logrado “desarmar” a una población descentrada, fragmentada y alienada por un discurso de poder que pone en práctica la degradación moral, la contumelia, el desfalco de los dineros del Estado, el despilfarro de los bienes ciudadanos, del erario público y el desgarro moral y económico basado en las ambiciones y caprichos del mandatario actual.

 

El Presidente de la República irrespeta cada día al ciudadano mediante un simulador ejercicio de solidaridad y justicia, que no trabaja unido con ningún sector social que no sea de su tribu política, ni de su equipo de permanente campaña electoral.  El mandatario anuncia su falso triunfo mostrando hechos turbios, ominosos y carentes de verdad real.  El modo mismo de producir un cuerpo de mentiras como logro de su gestión, pone en duda su llamada “obra de gobierno”.

 

La historia política dominicana de los últimos cincuenta y cinco años no ha registrado imágenes tan brutales y feroces de descomposición social y moral como estos conocidos doce años de gestión del actual partido político dominante.  La amenaza ginodictatorial del Estado-gobierno actual, autoritaria en sus cimientos y tentáculos institucionales, permite cada vez más los mecanismos establecidos del derecho público, privado e internacional, manejados al antojo de la tribu dominante, coherenciada por el desfalco y las violaciones a toda instancia ética y moral.

 

Lo que ha demostrado la pantalla ideológica y política actual es el estado crítico del empoderamiento gubernamental, viciado en sus ejes, ramificaciones y funciones estaduales.  El mapa de proceso de los comicios electorales presenta sus tumoraciones que son diferentes del triunfalismo que exhibe con evidente descaro el actual mandatario, toda vez que el llamado “pueblo victorioso”, el  “rumbo que se ha trazado desde el 2012”, “la gran mayoría del pueblo” que caprichosa y falsamente él ha idealizado, forma parte de esa monstruosa mentira de la interpretación.

 

Indudablemente, el actual estado de cosas presenta un serio malestar en la cultura-sociedad dominicana, pues la visión que se ha “fabricado” del país a través de mediaciones artificiosas y falsas representa la mayor estafa política y estatal de la gobernanza y la gobernabilidad en lo que va de siglo XXI.

 

El cuadraje estratégico de las actuales elecciones exhibe un discurso político y electoral conformado mediante serias asimetrías ideológicas, tácticas e institucionales cuyos núcleos de base han perdido densidad social y cultural, tomando en cuenta la inequidad, el vicio endémico de las irregularidades, la instrucción simuladora, contralora y dictadora del actual gobierno y sus marcos de opresión negadores del derecho y las acciones democráticas reconocidas.

 

En efecto, el discurso de Estado procrea hoy una culebra política “desbaratadora” de toda posibilidad de libertad de los discursos disidentes, contrahegemónicos, antidictatoriales y liberadores de la condición humana del sujeto público y privado dominicano.  Las diferentes narrativas políticas y culturales opositoras deben darle contenido a sus luchas direccionales, de tal manera que se puedan abrir horizontes de igualdad, valores, derechos verdaderos, empoderamientos civiles, e impugnaciones electorales como respuestas a las diversas violaciones, anomalías, dislocaciones procedimentales e irrespeto a los acuerdos de los partidos políticos que participaron en el presente proceso eleccionario.

Es importante señalar que todo participante que tenga la más mínima duda con respecto al manejo de datos, procedimientos, figuras éticas, jurídicas, institucionales o resultados de los actuales comicios debe ejercer su derecho a la IMPUGNACIÓNde los mismos, en virtud de los derechos y deberes que le corresponden y le asisten. IMPUGNARes un deber ante la duda sobre los actuales resultados electorales.

 

La maquinaria totalitaria conformada por el Estado-gobierno-partido actual, debe tener respuestas por parte de los partidos que entiendan fueron manipulados y derrotados por la inequidad, violentamiento de los procedimientos, compra de cédulas, o cualquier tipo de violación ejercida por el aparato político dominante.

jpm

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