Al Pastor Ezequiel Molina

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La autora es escritora. Reside en Charlotte, Carolina del Norte, EUA

POR ANGELA BAEZ GARCIA

Distinguido Pastor y amigo:

Reciba en esta hora mi saludo más respetuoso a usted y a su incomparable labor como dirigente de la gran familia de la Batalla de la Fe.

En estos últimos años en que hemos sufrido la hostilidad y el golpe del enemigo de las almas rondando como un pulpo alrededor de su presa, podemos dar gracias a Dios que ha contenido los tentáculos del mal y ha evitado el derramamiento de sangre entre hermanos.

Usted, como encargado de un gran rebano ha tenido que dejar en el aprisco las 99 para ir a buscar la oveja extraviada en el fondo del abismo.  En este empeño de rescatar dicha alma, ¿quien sabe los desgarrones y golpes que ha sufrido buscando la que se extravió?

En más de una ocasión los ciudadanos de esta nación, desde el lugar donde están, hemos escuchado su discurso de comienzo de año, cuando miles son congregados a testimoniar su fe y su agradecimiento a Dios por permitir que un hombre sencillo como usted, nacido en las entrañas de este pueblo, haya calado en los corazones de millares de seres humanos que han recibido la Palabra del Evangelio, la advertencia de que habrá un juicio con decisiones eternas y una promesa de paz en el Reino de Jesucristo.

La última vez que presenciamos su inigualable discurso, sentimos que realmente, usted es un siervo de Dios, usado por el Espíritu Santo, para remover la conciencia de tantos que viven en este mundo y solo tienen una oportunidad para que Dios ilumine sus corazones.

Por eso le ruego yo a usted, que incluya en su discurso el llamado de Dios, registrado en Isaías 27:5; «Hagan Paz conmigo». Porque hoy más que nunca se cierne sobre esta nación tan sufrida, tan valiente y tan condescendiente, una nube de tormenta terrible, y solamente la respuesta de un arrepentimiento genuino puede trascender al trono de Dios y librarnos del dolor extremo de un enfrentamiento entre hermanos.

Estamos a las puertas de una sorprendente situación que cambiara la vida de todos, usted, como un pilar del fuerte pregón, despierte a todos nuevamente, sin dejar ni un solo corazón sin tocar… A los afligidos por causa de las injusticias, a los hambrientos, a los perseguidos, a los que están al servicio de la Patria y a las insaciables, intolerantes y engreídas autoridades que nos gobiernan.

No ceda ni el más mínimo espacio a los traidores de la Patria que tienen la coraza de sentarse frente a usted pensando que usted los va a considerar… Si antes usted se ha amarrado la toalla y lavado los pies de tantos soberbios y entumecidos por la vanidad, agarre su látigo ahora y empiece a entorpecer las monedas de los cambistas y a liberar las ofrendas de los sacrificios.

Nunca «han decaído las misericordias de Dios».  Dios tiene un noble propósito con esta nación, por eso el enemigo de las almas, pretende interferir… Usted tiene un gran desafío, mi noble y admirado amigo. Mientras permanezca consagrado el hombre a quien Dios dotó de discernimiento, y capacidad no pretenderá grandes cargos ni dominar…

¡Levante sus manos en alto e invoque la presencia de Dios, que el Ejército del cielo está a su alrededor!!!

Reciba un fuerte abrazo,

JPM

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