Justicia para Palestina

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El autor es dirigente de Alianza País. Reside en Boston.

POR LUIS CASTILLO

El reciente anuncio del Tribunal Penal Internacional (TPI) sobre las órdenes de arresto contra el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y su exministro de Defensa, Yoav Gallant, marca un momento histórico en la lucha contra la impunidad por crímenes de guerra y de lesa humanidad.

Estas órdenes surgen como una respuesta a los brutales eventos en Gaza, donde la población palestina ha sido sometida a una política de exterminio sistemático, bloqueos inhumanos y bombardeos indiscriminados. Según informes, más del 70% de las víctimas mortales son mujeres y niños, una estadística que desnuda la crudeza de esta tragedia.

Desde el 8 de octubre del año pasado, el mundo ha sido testigo de cómo Gaza se ha convertido en un campo de muerte. Bombardeos sobre hospitales, viviendas y refugios han dejado cientos de muertos y miles de heridos.

Además, el bloqueo impuesto por Israel, con el apoyo de países como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, ha privado a millones de palestinos de agua, alimentos, electricidad y atención médica, elementos esenciales para la supervivencia humana. Este cerco no solo viola el derecho internacional, sino que también configura un crimen de guerra y un acto de exterminio, sancionado por el silencio cómplice de las grandes potencias.

El silencio del mundo

El genocidio en Palestina no ocurre en la oscuridad. Está a la vista de todos. Las imágenes de niños heridos, familias enteras enterradas bajo los escombros y hospitales desbordados son el recordatorio constante de que el mundo está fallando. La comunidad internacional, particularmente los gobiernos de los países desarrollados, ha mirado hacia otro lado, validando con su inacción las atrocidades cometidas en Gaza.

En lugar de condenar y sancionar estas acciones, Estados Unidos, la OTAN y sus aliados han continuado proporcionando armas y apoyo político a Israel, perpetuando un ciclo de violencia y destrucción. Esta complicidad no solo deslegitima su discurso de defensa de los derechos humanos, sino que también los convierte en coautores morales de los crímenes que denuncian.

Llamado urgente 

Hoy es Palestina, pero mañana podría ser cualquier otro pueblo o nación. Si la humanidad permite que este exterminio continúe sin respuesta, sentaremos un peligroso precedente que amenazará a todos. Los pueblos del mundo tienen el deber moral de levantarse contra estas injusticias, no solo por solidaridad con Palestina, sino también para preservar los valores fundamentales que nos definen como civilización.

La decisión del Tribunal Penal Internacional debe ser un punto de inflexión. No solo debe llevar a la justicia a Netanyahu y a otros responsables de estas atrocidades, sino que también debe inspirar a las naciones a romper el silencio y actuar. Los líderes globales deben abandonar su doble moral y tomar medidas concretas para detener esta masacre.

La historia juzgará severamente a aquellos que permanecieron en silencio mientras un pueblo era aniquilado. Pero también recordará a quienes, en medio de la indiferencia global, alzaron su voz para defender la vida y la dignidad humana.

La lucha por Palestina es una lucha por la humanidad. Es un llamado a restaurar la justicia, a proteger a los más vulnerables y a reafirmar que la vida de cada ser humano tiene valor. Es hora de que el mundo despierte y actúe.

Porque hoy es Palestina. Mañana, no sabemos quién será.
jpm-am

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