El derecho de los antiguos egipcios

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

De acuerdo a Diodoro de Sicilia, habría habido una ley extraña entre los egipcios, él mismo la describe así. Aquellos lque querían dedicarse al robo se inscribían Se registró ante el líder de los ladrones, y fue a él a quien tuvieron que entregar sin demora todos los objetos confiscados. La persona robada dio a conocer la naturaleza del objeto, el mismo día del robo. Donde le había sido robado.

Según una tarifa convenida, lo recuperó pagando la cuarta parte de su valor. Incapaz de eliminar completamente el hurto, el legislador había encontrado esta manera de hacer que los propietarios recuperan la Aulu-Gelle, por su parte, dice haber leído en los volúmenes de un erudito jurisconsulto, Aristón, que, entre los antiguos egipcios, el robo era lícito y permanecía impune. Posesión de lo que les pertenecía, a cambio de un ligero sacrificio.

Es difícil creer en estos dos testimonios, que sorprenden a quienes nos los transmitieron. ¿Qué sociedad podría sobrevivir con absoluta impunidad o con la organización legal del robo? Podemos suponer que en Egipto había, no en virtud de la ley, sino en momentos y lugares donde las autoridades públicas no podían hacerla cumplir, bandas de ladrones regularmente y notoriamente organizados, que pedían rescate a personas pacíficas que preferían pagarles.

Cierto derecho que denunciarlos ante un sistema de justicia impotente y exponerse a su venganza. ¿Fueron los fallos de las autoridades públicas lo suficientemente frecuentes como para hacer creer a los extranjeros y observadores superficiales que era la ley misma la que establecía en principio la impunidad para el robo?

En toda la antigüedad, los egipcios pasaron por grandes ladrones, y cuando las autoridades tienen mucho que hacer, sucede a menudo que hacen muy poco; no es posible que no tengan cierta indulgencia con el temperamento general de sus compatriotas; este temperamento también es el de ellos a veces.

Se puede afirmar que las leyes del Egipto castigaban a los ladrones, pero parece que la opinión pública no se mostraba severa a su respecto. Diversos hechos reportados por Heródoto contradicen absolutamente la aserción de Aristón y de Aulu-Gelle. El arquitecto del rey Rampsinito había edificado la torre donde debía estar guardado  el tesoro real, de manera de sacar provecho de él tanto como quisiera sin que pueda ser sospechoso.

Sus dos hijos heredaron su secreto y sacaron provecho de él. Uno de ellos quedó atrapado en una trampa tendida por el rey, pero ordenó a su hermano que le cortara la cabeza; Lo único que encontramos fue un cadáver imposible de reconocer. El rey, habiendo usado en vano diversos medios bastante singulares para descubrir de dónde venían tantos robos, terminó por prometer que acordaría la gracia del culpable, si este se declaraba, y el sobreviviente de los dos hermanos se daba a conocer.

Había que temer castigos, ya que había que prometer un perdón, y ¿cómo se le habría permitido poner sus manos en el tesoro real? Son los robos cometidos en perjuicio de simples particulares los que son el tema de la historia de Amasis: «Se dice que Amasis, siendo todavía un simple particular, huyó de todas las ocupaciones serias y sólo amaba beber y bromear.

Si el dinero le faltaba y no ha podido satisfacer su gusto por la mesa y los placeres, él tenía costumbre de robar de un lado y otro. Los que sospechaban que había recibido su dinero lo llevaban, cuando él lo negaba, al oráculo local, que a menudo lo convenció y muchas veces incluso lo despidió absuelto. Veremos más adelante que existían otros medios de instrucción en Egipto: No hay que asombrarse de ver la justicia y la religión reunidas y hasta confundidas.

Joseph, dando trigo a sus hermanos, había hecho entregar su dinero en sus sacos. En su segundo viaje, cuando el intendente los introducía en la casa, “asustados se dijeron: Se nos hace entrar aquí a causa del dinero que hemos reportado últimamente en nuestros sacos, para hacer caer sobre nosotros la acusación y reducirnos violentamente en servidumbre y despojarnos de nuestros burros.

Cuando se encontró la copa del agente colocada por orden de José en el bolso de Benjamín, dijeron: «Aquel de tus siervos que esté en cuyo bolso se encuentre lo que buscas, que muera y seremos esclavos de nuestro señor. Y él les dijo: Hágase según tus palabras, y aquel en cuya bolsa se encuentre la copa, sea mi esclavo: por ti serás inocente.

¿Deberíamos concluir de estos pasajes que la servidumbre era la pena por el robo? Los hermanos de José eran extraños; no podían ser diferentes de los egipcios. Un papiro nos da en fin sobre el tema que nos ocupa informes incompletos sin duda, pero absolutamente auténtico: es el papiro Abbott, así resumido por Marietta: “Bajo un de los Ramsés de la veinteava dinastía, una banda de ladrones se había organizado en Tebas, y había emprendido desvalijar las principales tumbas de la necrópolis.

Una encuesta judicial tuvo lugar, en el cual el papiro Abbott nos ha conservado el texto. Esta banda debía ser numerosa y regularmente organizada, dice Maspero. Las listas escritas al reverso  del papiro nos han conservado los nombres de algunos de los cómplices; había entre ellos escribas, sacerdotes, oficiales civiles y militares de rangos diferentes. Sus depredaciones  duraron mucho tiempo, pues hubo desde el año XIV (del reino) una primera encuesta.

La condena de los principales culpables sorprendidos y convencidos en el año XVI, fecha de nuestro proceso, no basta a reprimir los robos: las menciones del verso hablan de malhechores arrestados todavía en el año XVI, fecha de nuestro proceso, no basta a reprimir los robos: las menciones del verso hablan de malhechores arrestados todavía en el año XIX, que es también el año I.”

jpm-am

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