Una Sociedad en decadencia

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EL AUTOR es investigador y asesor empresarial.

Es increíble la forma acelerada y continua como cambia la sociedad. En algunos aspectos, es para bien, pero en otros casos, será para mal. Pero hay que tener cuidado, porque esos otros son indicadores de una sociedad en decadencia, a pesar de los cambios positivos.

Una sociedad en decadencia, desde mi punto de vista, es aquella en que sus individuos en la vida cotidiana, no toman en cuenta el daño tanto individual, como social que pueden hacer con sus acciones, sino que toman en cuenta, principalmente, su beneficio personal.

Otra característica de una sociedad en decadencia, y que está muy relacionada con la anterior, es cuando los individuos de una sociedad no son capaces de controlar sus emociones, y, llevados por las mismas, tienden a hacer daño individual y colectivo, generando violencia con su accionar cotidiano.

Una sociedad en decadencia es una sociedad enferma, cuyos individuos han perdido de vista su razón de ser y actúan en la vida sin dirección alguna, buscando únicamente satisfacer necesidades individuales tanto verdaderas, como superfluas.

Un conglomerado humano que presente de manera marcada lo señalado anteriormente, no contribuye con la asociatividad de las personas, sino más bien, con su individualización, por eso es decadencia, porque no es sociedad, sino individuos que viven en un mismo territorio.

En una sociedad sana, los individuos se comportan socialmente, en primer lugar, reconociendo que no están solos, sino rodeados de otras personas esencialmente iguales que ellos, por lo que deben de ser amables, saludarse, respetarse, ser tolerantes y colaborarse.

Tener conciencia de que todos tienen derechos, y que el derecho de uno termina donde comienza el de la otra persona, así se comprenderá la regla de oro: no haga a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti.

En una sociedad sana no se fomenta el odio, ni la venganza; los sentimientos negativos no se abonan, ni se tratan de manera morbosa las malas conductas de los demás. No se castiga a las personas solo para que paguen el daño hecho, sino y principalmente, para que reconozcan su enfermedad y se transformen en personas sanas.

Y escribo sobre esto, porque tenemos entre todos que poner un alto, no debemos dejar que se llegue a un punto sin retorno. No estoy siendo exagerado cuando digo esto, para muestra basta un botón, y la muestra de lo que digo es el tránsito, porque en él se revelan los síntomas de una sociedad enferma.

Desde que tengo uso de razón, siempre hemos tenido un tránsito con cierto nivel de desorden, sin embargo, el mismo no era generalizado, ni revelaba tanta violencia como ahora. Hasta hace cierto tiempo, había reglas del tránsito que se consideran inviolables, con vigilancia o sin ella.

Resulta que en el presente nada es inviolable en el tránsito, todas las señales parecen estar puestas para que las personas decidan si cumplirlas o no. Y ese comportamiento habla de un alto nivel de inconsciencia, individualismo, egoísmo y prepotencia en las personas.

Y ¿cuáles son esas reglas de tránsito que, para la generalidad de las personas, se consideraban sagradas e inviolables?: Cruzar los semáforos en rojo a cualquier hora, en cualquier intersección, a la vista de todos, con aire de triunfalismo y forzando hasta con violencia.

Transitar en vía contraria en calles y avenidas importantes, a velocidad inadecuada y convencido de que tiene derecho de hacerlo. Esa violación ha llegado a tal nivel, que hasta en las autopistas más peligrosas, te encuentras con vehículos, inclusive pesados, que transitan en vía contraria.

La cosa ha llegado a tal extremo, que ahora cuando viajo y tengo que salir de una autopista a otra, por las salidas habituales que construyen para eso, lo hago con extremo cuidado, porque me he encontrado con carros y camiones transitando en vía contraria por esas salidas.

Cuando esas reglas de tránsito se violan permanentemente y de manera olímpica, imagínese usted las demás: manejo temerario, no parquear a ambos lados de la calle, respetar los límites de velocidad, dar preferencia a calles importantes, respetar las líneas de los peatones, etc.

En mi experiencia como persona que transita diariamente en vehículo de motor, puedo decir, que todas las reglas y leyes de tránsito son violadas permanentemente sin ningún pudor por los ciudadanos, es como si la supervivencia de las personas dependiera de eso.

Por todo ello es que he llegado a la conclusión, de que todos estos comportamientos nos hablan de una sociedad en decadencia, una sociedad que se autodestruye, una sociedad que actúa en contra de sí misma, una sociedad sin valores, una sociedad que se deshumaniza, en resumen, una sociedad sin amor.

Busquemos las causas y actuemos a tiempo, de manera individual y colectiva, antes de que sea demasiado tarde. Empecemos por lo menos dando cada uno el ejemplo, eduquemos a nuestros niños en el amor, enseñándoles a amar a los demás y a respetarlos.

Demos al menos cinco años de tiempo valioso a nuestros hijos, para que tengan una buena zapata de principios y de valores, así, cuando empiecen a caer bajo la influencia de un Estado y de una sociedad en decadencia, puedan contrarrestar la presión y no se derrumben.

Forcemos nosotros poco a poco al Estado a asumir su responsabilidad, asumiendo nosotros la nuestra. No carguemos al Estado la educación de nuestros hijos, si hacemos eso, estaremos acelerando la total decadencia de la sociedad.

cesarale3@gmail.com

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ASURBANIPAL
ASURBANIPAL
1 Año hace

Zygmunt Bauman en su libro» la vida liquida» describe lo que sucede con nuestra postmodernidad , donde todo es volatil y cambiante no hay tiempo para la razon nos quedamos en la superficialidad.