Un genio detrás de la puerta: William Shakespeare
La eternidad es el hogar de los genios. Después del último peldaño de la gloria se abre un lugar exclusivo donde solo penetran quienes tienen escrita en su acta de nacimiento la palabra “inmortal”. Es decir, aquellos cuya existencia terrenal supera lo temporal porque son de permanente vigencia. Allá en la eternidad, rodeado de esplendor, en uno de sus primeros asientos, cómodamente está el más afamado de los escritores ingleses, William Shakespeare (1564-1616).
Indudablemente que en todos los continentes, en los millones de casas de habla inglesa, después de la Santa Biblia, un nombre sobresale en la portada de los libros: William Shakespeare. Es evidente que sus obras literarias son tan conocidas como los cientos de miles de personas que se llaman como ellas, Romeo, Julieta, Hamlet. Y sus piezas teatrales representadas en los escenarios de mayor prestigio del mundo, constituyen el orgullo de sus espectadores: “Yo pudiera ya morirme satisfecho de esta enorme emoción, pude ver a Hamlet cercano a mí”. Así testimonia alguien al salir de un teatro. Como él, otros dicen frases similares del que hoy es considerado, “el autor dramático más grande de todos los tiempos”.
Shakespeare, la humanidad te venera en el litoral de la inmortalidad, donde con el paso de los siglos tus textos literarios poseen estabilidad y firmeza. Lo inmortal en tus obras teatrales es ese rostro incambiable de la calidad escénica de tus libretos. Lo inmortal es el sonido imperecedero que con los años no ha muerto en tu digno espectáculo dramático. ¡Qh gran Shakespeare!, eres la flor de la literatura con más color y olor si se valoran tus libros, porque “Romeo y Julieta” son parte de ese jardín cuidado por “Hamlet” y “Otelo” como el “Sueño de una noche de verano”, en la que todos esperaban ver en las tablas a “Julio César».
UN NIÑO SIN CUNA DE ORO. ¿EL GENIO NACE O SE HACE?
La niñez puede ser un terreno fecundo o un suelo infructuoso, depende del amor del labrador a su siembra. William Shakespeare nació el 23 de abril de 1564, en Stratford, Avon, Inglaterra. Era hijo de John Shakespeare, un comerciante de 35 años de edad cuando su tercer bebé William llegó a este mundo, y de Mary Arden, entonces de 24 años, pero que al momento de casarse con John tenía 17 años. Mery fue madre de ocho hijos, tres mujeres y cinco hombres. El padre del recién nacido tenía un matadero en el que luego trabajó su vástago como carnicero.
La niñez del pequeño William no escapó a las travesuras y loqueras propias de quienes parecen haber nacido solamente para jugar y jugar. Entre primaveras e inviernos, la adolescencia quedó empaquetada en el baúl del olvido. Aquí dormirán sus divinos años infantiles. Shakespeare era un joven de porte hermoso, alto y apuesto como un elegante actor. Su rostro parecía un escenario decorado con las pestañas de sus ojos como telón de fondo.
El perfil clásico de su nariz simulaba un pedestal erguido en medio de las tablas para combinar con sus copiosas barbas negras cual alfombra persa. Su blanca sonrisa semejaba un majestuoso marfil como parte de la utilería escénica. Hombre de temperamento alegre, de carácter cambiante como si hubiese nacido para representar diversos papeles en la vida. Tenía 18 años cuando tuvo que casarse con Ana Hathaway, joven de 26 que había embarazado durante una de sus borracheras. Con ella tuvo una hija Susanna y luego dos gemelos, Judith y Hannet, este último muere a los once años, fue su único hijo varón.
El genio. Quizás un fenómeno inexplicable. ¿Por qué entre millones de seres humanos alguien resume la creatividad que debería corresponder a todas y solo uno trasciende a la posteridad? ¿Quién lo puede explicar con argumentos creíbles? ¿Pero no será la misma naturaleza la que mantiene en secreto tal misterio? ¿Cómo es posible que en un huerto crezcan plantas con un nivel de robustez incomparable y otras muestran hojas descoloridas y endebles?
Puede suceder que la suprema inteligencia empuje a que algunos árboles rompan con fuerza la tierra para profundizar sus raíces o empinen sus ramas en búsqueda de los rayos del sol. Siendo de ese modo nadie nace genio o todos llegamos al mundo en iguales condiciones para poder serlo. A lo mejor un pequeño grupo rompe con su esfuerzo la rutina y se viste con el ropaje del genio.
Cuando Shakespeare dejó de ser acomodador de caballos en el patio de un teatro logró ascender a la posición de portero para luego trabajar recogiento objetos del escenario al concluir la función. Eligió ser cualquier cosa con tal de algún día pasar del parqueo al fondo del teatro. Se propuso seguir escalando puestos hasta que fue encargado durante la escenificación de una pieza dramática de alcanzar un pedazo de tela a un actor que hacía el papel de un gigante. En ese instante parece que estaba naciendo el genio que el tiempo haría surgir. Sin esa decisión de llegar al escenario aunque sea a pasar un paño no podría nacer el genio.
El árbol del bosque quería ser más frondoso y determinó profundizar sus raíces y elevar su ramaje en búsqueda de mayor luz. Sin esfuerzo propio no hay genio, tal y como siglos después diría Albert Einstein, «El genio se hace con 1% de talento y un 99% de trabajo». En Shakespeare el uno por ciento de talento no existía, él solo tenía voluntad, fe, determinación de ser alguien grande, pero no en las afueras del teatro donde durante años trabajó parqueando coches y caballos.
Si el genio estaba detrás de la puerta él no lo sabía. Ahora el que ya estaba adentro del teatro no era el mismo Shakespeare de afuera. Este gigante, enano por las circunstancias, ya tomó la firme resolución de ser un actor o libretista. Y en ese segundo, el mundo marcó un nombre para la historia «Willian Shakesspeare», antiguo carnicero, maestro de escuela, secretario de un abogado, cochero, y bebedor. Jamás pensó este hombre de la calle, que le llamarían dizque «genio».
SHAKESPEARE, “LO TUYO ES TEATRO, PURO TEATRO”
Este hombre común, sin grandes estudios, un libertino que toma tragos y un lector de muchas horas, sobre todo cuando está empinando el codo; sin embargo, este poeta callejero tiene el futuro atrapado en sus manos. Sus vivencias cotidianas las convierte en dramas, tragedias y comedias, a veces mojados aun por el alcohol. El tono filosófico y sicológico de sus trabajos son una visión del mundo de su tiempo que mantiene su total vigencia en nuestros días. Este vago que odiaba el trabajo con sudor como el Diablo a la cruz, a lo mejor ni se imaginaba que su época era oscura, limitada, encerrada y sin grandes descubrimientos.
Pero Shakespeare reconoce que el mundo de su Edad Media se encaminará hacia una época de progreso y se anticipa al tiempo, se pone delante del calendario y decide escribir no solo para su generación sino para un ciudadano de tres o cuatro siglos después. El presente le importa porque es su momento, pero su nave creativa navega rumbo al porvenir. Siente que su misión es preparar el espectáculo teatral de la humanidad del mañana y en esa tarea hasta sus estilos dramáticas parecen dar un paso de avance hacia el mundo de sueños que vibraba en su genial imaginación.
OBRAS
Presento una parte de la lista de su producción de obras literarias del género dramático y el año en que cada una fue escrita. Pericles (1591). La comedia de las equivocaciones (1591). Los dos hidalgos de Verona (1592). Trabajos de amor perdidos (1592). Enrique VI (1593). La fierecilla domada (1594). Timón de Atenas (1596). Macbeth (1597). Cimbelino y Ricardo III (1598). En el año de 1599, las siguientes: “Los dos gentilhombres de Verona”, “El rey Juan”, “Todo sea para bien cuando bien concluye”, “Sueño de una noche de verano” y “El mercader de Venecia”.
Al iniciarse el siglo XVII publica, “Romeo y Julieta” (1600). En el año siguiente, “Como gustéis”, “Enrique V” y “Mucho ruido y pocas nueces” (1601). Luego la Noche de Reyes, o Lo que queráis (1602). Otelo (1603). Hamlet (1604). “Julio César” y “Medida por medida” (1605). “Coriolano” y “El Rey Lear” (1607). Troilo y Cresida (1610). Antonio y Cleopatra (1611). “Cuento de invierno”, “Enrique VIII” y “La tempestad” (1613).
Todas sus obras están llenas de frases y pensamientos que mantienen su vigencia. Por ejemplo, en la tragedia Hamlet, se escucha a Polonio decirle a Reinaldo (acto 2, escena 1): “Con una carnada de mentiras pescas el pez de la verdad”. En otro momento el mismo Polonio le expresa a Ofelia, «Cuántas veces con el semblante de la devoción y la apariencia de acciones piadosas engañamos al diablo mismo». «Sabemos lo que somos; pero no lo que podemos ser». «Cuando las penas atacan, lo hacen no como un espía solitario, sino en batallones”. Igualmente en Hamlet se oye la frase más famosa y conocida de toda la literatura universal “Ser o no ser. He ahí el dilema”.
Se trata del comienzo del monólogo en el que el protagonista plantea la división entre la vida y la muerte, su duda respecto a si vale la pena vivir en un mundo lleno de penas y sufrimientos o pasar a un posible sueño eterno y cómo el miedo a lo que podamos encontrar en el más allá nos mantiene vivos. Este pensamiento es la base inspiradora del Existencialismo en la filosofía de autores como Kierkegaard, Martín Heidegger y Jean Paul Sartre, y del psicoanálisis de Sigmund Freud.
Los personajes de Shakespeare son prototipos de condiciones humanas, decir hombre celoso es lo mismo que citar el nombre de “Otelo”. Asimismo en los enamorados que pueden morir por su pasión se tiene el ejemplo de “Romeo y Julieta”. También “Macbeth” es modelo de la ambición sin escrúpulos y “Hamlet” la ironía enmascarada de locura para alcanzar la venganza contra los traidores”. Sus obras teatrales son ríos desbordados de emociones para sus espectadores que aprecian con lágrimas en los ojos la fuerza interpretativa de los protagonistas. Se destaca con arte supremo, “La descripción de los rasgos físicos y psicológicos de los personajes y la magia que pone en la ambientación realista de su escenografía”.
Con Shakespeare el teatro deja de ser teatro y se convierte en una muestra real de la vida, el público sube imaginariamente al escenario y siente morirse igualmente que Romeo, Julieta o Hamlet. Solo un super genio de la dimensión de Shakespeare ha logrado esos efectos durante varios siglos en quienes presencian su arte: “Es un gigante, un gigante”, expresó una vez Víctor Hugo, después de ver una de sus obras. Tiempo más tarde Hugo escribió una biografía de este dramaturgo, “Vida y obra de William Shakespeare”.
Shakespeare es un escritor de visión extraordinaria. Jamás la literatura había contemplado un genio de esa dimensión y originalidad. Así como los ingenieros diseñan la infraestructura de una ciudad que deberá permanecer por milenios. Shakespeare es el ingeniero de la literatura dramática de la eternidad. Es la referencia para todas las referencias. El dramaturgo de todos los dramaturgos. Él es el cosmos del arte magno de la palabra, de la actuación y de la escena, incluyendo un cine que deberá esperar tres siglos para nacer.
En Shakespeare bullen los ancestros creativos de un Lumiere o de un Charles Chaplin del porvenir, como también de un Steven Spielberg de la contemporaneidad. En pocas palabras, Shakespeare es el arte dramático para que nunca desaparezca ese género. El hombre que hizo de sus obras un mundo dentro del mundo, una especial galaxia para que su universo artístico sea el otro universo, el de las sublimes emociones del alma, puestas en escena con inigualable maestría.
UNA MANCHA
En una de las tantas noches de funciones, la impenetrable oscuridad de una ingratitud persiste en el ambiente donde el genio se ganaba humildemente la vida. Los que quedaron parqueando coches fuera del teatro, y siguieron detrás de la puerta, no lo podían creer. Ahora su compañero de labores es tan famoso como la reina inglesa Isabel y su nombre recorre el mundo. Entonces, pocos teatros no tenían sus piezas en carteles: “Hoy gran estreno de la obra El Rey Lear, de William Shakespeare”. Algunos llegaron a pensar que se llamaba igual que su antiguo amigo de trabajo “William Shakespeare”, pero era otra persona.
Y de hecho este multimillonario autor, actor y director teatral, aclamado por reyes, emperadores y políticos, era otro ser humano, el que regularmente cambia por la fama, el dinero y la popularidad. Quizás por eso, no pudo complacer a uno de los ex compañeros que le solicitó un pequeño préstamo para él solucionar una dificultad de salud que le abatía. El pobre hombre se quedó esperando una respuesta que nunca recibió. ¡Oh la fama!
EL OCASO DE UN POTENTE SOL
“Tal como el agua que calienta a cien grados, Shakespeare y otros pocos marcan los cien grados del genio…el espíritu humano tiene una cumbre, esa cima es el ideal. Dios desciende a ella; el hombre sube. Esos hombres trepan por la montaña, los aventureros prosiguen su camino, no son más que puntos negros. ¡Qué pequeños son!, dice la multitud. Pero son gigantes. La ruta es áspera. Las escarpas se defienden oponiendo a cada paso una muralla, a cada paso una trampa. Las tempestades se desencadenan. No obstante, siguen andando. La vorágine se desata múltiple alrededor de ellos. Algunos caen. Otros se detienen y retroceden; los intrépidos prosiguen, los predestinados –como Shakespeare- persisten”. Víctor Hugo.
Puede parecer el final de una de sus tragedias, Shakespeare muere el mismo día en que festejaba sus 52 cumpleaños, un 23 de abril de 1616. Los restos del máximo escritor de la lengua inglesa fueron descendidos al sepulcro. Un coro de épicas voces cantó una sentida oración fúnebre. Y como si esa fecha no debía ser olvidada por la humanidad, ese mismo día también agonizó el genio máximo de la lengua española, Miguel de Cervantes.
Las nietas de Shakespeare no tuvieron hijos por lo que no existe en la actualidad ningún descendiente vivo de este gran escritor. “La vida es una historia contada por un idiota. Una historia llena de estruendo y furia, que nada significa”. William Shakespeare.