¿Somos necesarios para el futuro?
Un destacado medio de los Estados Unidos realizó un interesante trabajo investigativo sobre el uso de ‘chatbots’ o programas autónomos en los ‘call center’ de la República Dominicana, con el propósito de utilizar inteligencia artificial y aprendizaje automático para responder a los requerimientos de servicio al cliente.
Más allá del orgullo que podamos sentir por el hecho de que en nuestro país se están desarrollando soluciones tecnológicas propias de la cuarta revolución industrial, el asombro sirve también como un llamado al debate sobre la economía digital y su impacto en la realidad económica y social de la República Dominicana.
En un país con una matriz económica enfocada hacia los servicios, es necesario ampliar la discusión sobre cómo podemos aprovechar la tecnología, especialmente la robótica y la inteligencia artificial, para ofrecer a los clientes o visitantes una experiencia de mayor calidad, sin poner en riesgo los millones de empleos que dependen de ese sector de la economía.
El país debe mantenerse a la vanguardia de los cambios tecnológicos, para aprovechar el potencial de creación de empleos más calificados y mejor remunerados que ofrece la cuarta revolución industrial, pero para ello hay que estar en la disposición de modificar normas e instituciones que aún operan en una lógica propia del siglo pasado.
El empleo se transformará, de eso ya no cabe ninguna duda, pero países como el nuestro, colocado en el trayecto del desarrollo en transición, no pueden darse el lujo de postergar la discusión sobre las formas del trabajo, la adaptación del sistema educativo a la transformación tecnológica y sobre cómo facilitar el acceso a la innovación y al desarrollo de ideas.
En adición, toda la región de América Latina y el Caribe goza de un bono demográfico que constituye un activo enorme.
Hay que continuar invirtiendo en los jóvenes, para que estén preparados en términos de habilidades y destrezas que les permitan ser entes activos de la revolución digital y tecnológica.
Que seamos o no necesarios para el futuro de la humanidad dependerá de nuestra capacidad de prepararnos constantemente para el cambio, que ya es la única constante que existe en el planeta.
Pensar en el futuro de los seres humanos es evaluar cuáles son las oportunidades de prosperidad económica y progreso social que podemos alcanzar, pero a la vez, requiere que conozcamos los enormes retos que plantea un mundo que necesitará reformas al sistema educativo, a las políticas que regulan el mercado laboral y al contrato social en general.
Ya no es ciencia ficción que muchos de los avances tecnológicos llevan a que las tareas propias de los seres humanos sean desarrolladas por máquinas y algoritmos, que si bien podrían llevarnos a una era donde impere el trabajo decente y de calidad, también puede generar una mayor desigualdad social.

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