Sembrar, sembrar: actividad sostén de toda la vida

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EL AUTOR es investigador y empresario agroindustrial. Reside en Santo Domingo.

Si observamos bien ese maravilloso fenómeno que se llama vida, de seguro no tardaríamos en darnos cuenta de que, en cada persona hay una actividad que nunca falta: sembrar. Lógico que en este caso, el término nada tiene que ver con agricultura o jardinería.

Desde niños, lo normal es que nuestros padres se preocupen por prepararnos para que en algún momento podamos ser independientes, adultos capacitados para enfrentar los avatares de la vida. Eso es una forma de sembrar.

Lo mismo que cuando vamos a la escuela, en sus diferentes niveles y después a la universidad, prepararse para alcanzar objetivos de superación que te lleven a lograr vivir con comodidad y con calidad, o a poder ser parte de los líderes de la sociedad a la que pertenecemos. Eso también es sembrar.

Como se puede ver, el término sembrar puede significar muchas cosas. Es seguro que esa actividad es determinante para lograr personas adultas sanas, productivas y felices para la sociedad. Y además, sirve para algo que pienso encierra todas las anteriores categorías: Lograr personas trascendentes.

Cuando se habla de sembrar, pensado en las personas que serán parte de una determinada sociedad, es bueno hacerse las siguientes preguntas: ¿Para qué formar? ¿Cómo formar? ¿En qué formar?

La respuesta a cada una de esas preguntas te define el tipo de individuo que formará la sociedad y por ende, el tipo de sociedad que la misma será. Por ejemplo, si quiero una sociedad con valores, formo los individuos para que esa sociedad  llegue a ser una sociedad con valores. Lógicamente, primero se definen los valores que se quieren para esa sociedad.

Pero también, la formación en el hogar tiene mucho que ver con los valores que finalmente tendrán los individuos que formarán la sociedad. El derecho de los padres a educar y formar a sus hijos en el hogar, es un derecho que no debe ser nunca violentado, porque si esto ocurre, la familia entonces pierde razón de ser y termina diluyéndose, afectando luego la salud de la misma sociedad.

De modo que no es buena ni sana la tendencia actual que tienen las sociedades de querer limitar, y en muchos casos, anular la influencia que tienen los padres en la educación de sus hijos y en los valores que estos les quieran enseñar.

Volviendo al tema de sembrar, durante toda la vida de un individuo, la actividad de sembrar está presente. Cuando eres niño, tus padres en la casa y educadores en la escuela, te preparan para que seas una buena tierra, también plantan algunas semillas, pensando en tu futuro.

En la niñez, a partir de cierta edad, también tú siembras, y de seguro que en algún momento cosecharás de lo que sembraste. Lo bueno es que generalmente, lo que uno siembra en la niñez, lo hace sin conocimiento de causa, sin malicia, por lo que  aquello que uno mismo sembró en esa etapa, siempre será posible eliminarlo para sembrar algo que de buenos frutos.

Cuando la persona es adulta, tiene uso de razón y es libre de tomar decisiones. A partir de  entonces, aquello que siembre será todo bajo su responsabilidad, en consecuencia, lo que coseche también será de su responsabilidad. Por lo tanto, hay que asumir con responsabilidad lo que uno recibe producto de lo que sembró.

Por eso, ocúpate de sembrar buena semilla, semilla que dé árboles fuertes, frutos saludables y de buen sabor. Asegúrate que esos frutos hablen de tu arduo trabajo, de tu esmero y amor durante el tiempo de preparación de la tierra, y prepárate para recibir también duras críticas de aquellos que siempre quisieron sembrar pero no lo hicieron porque tuvieron miedo.

Sembrar nunca ha sido fácil, y más si de sembrar en el amor se trata, siguiendo los pasos del Maestro, orientado por su Palabra, alimentado por su Espíritu. ¡Nunca ha sido fácil! Pero hay una esperanza que en esta vida nunca se pierde, y es la esperanza de su promesa.

Y esa esperanza es la que nos da fuerza para seguir, aún contracorriente, pese a las voces de mal agüero, a los que están fuera del terreno pensando que estás cometiendo locura, a lo que te juzgan sin conocimiento de causa, a los que no te perdonan ni un mínimo fallo, siempre sembrando.

Sembrando en todo terreno donde tú nos mande a sembrar, contra viento y marea sembrar, con  el enemigo en medio destruyendo, o sembrando diez cizañas por cada grano de trigo plantado.

Al cabo del tiempo, nuestras plantas de trigo sembradas con esfuerzo, no se ven. Las cizañas las cubren y nos llega la tristeza al corazón. Al acercarse el tiempo de la cosecha, no vemos el fruto, la maleza lo cubre, y, cansados, llega la desesperanza a nuestros corazones.

Pero tú nos dice: no temas, yo estoy contigo! Y en medio de la espesa oscuridad, un rayo fulgurante de luz ilumina el alba y quema la cizaña, destruye la maleza, y resuena tu voz en nuestros corazones: Ahí están tus espigas de trigo, ahí están tus frutos, alégrate y cosecha.

Con tu voz de Padre amoroso nos dice: Los que van sembrando con lágrimas cosechan entre gritos de júbilo. Al ir, van llorando, llevando la semilla; y vuelven cantando trayendo sus gavillas (Salmo 25 versos 5 y6).

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