Reloj no marques las horas (Caramba, Lucho, morir un martes 13)

Nosotros –nietos y biznietos del bolero, los medio excluidos de la contemporaneidad, quienes hemos libado viviendo presumidas eternidades y soñando amores perdidos y ojos negros entre las verdes hojas del verano y bésame mucho, fuimos sorprendidos al anochecer del martes 13 de noviembre, al encenderse las luces de la Navidad en los balcones, con la terrible noticia: Ha muerto Lucho Gatica, rey indudable del bolero, padre de todos los intérpretes. Se había ido en silencio, de un momento así tan sencillamente como dijo el gran poeta dominicano, como se van siempre los que nunca realmente se van de veras.

Murió en México, donde vivía desde hace varias décadas. Me sorprendió el último dato, pues hace pocos días dije por Facebook a unos amigos, tras publicar en mi muro una fotografía del año 1957 en las que el más extraordinario de todos los cantantes de boleros y baladas, sin excepción ninguna, aparece junto a Elvis Presley en 1957, escribí que el Dios indiscutible del bolero vivía en santa Mónica, California.

Lo dije, es verdad. Y al corregirme no piso sobre cenizas calientes, pues me motivaron los recuerdos de una tarde en que leí algunas cartas que, con caligrafía de arquitecto (aunque Lucho era técnico dental), el gran artista nacido en Chile, había enviado a mi entrañable amigo (ya ido de este mundo) Jesús Torres Tejeda, quien las mostraba con orgullo. Las manos casi trémulas por la emoción, sostenían aquellas misivas fechadas en Santa Mónica y guardadas celosamente en la habitación privada del destinatario. Eran los tiempos de los memorables atardeceres que un selecto grupo compartíamos en la entonces casa de la urbanización Tropical, casi ladera del mar, del gran locutor que muchas veces vivió sus últimos años con la misión solo de recordar y que dejaría constancia de sus vivencias en la farándula en el Fichero artístico dominicano, del cual lamentablemente solo se llego a publicar el primer volumen que tuve el honor de prologar junto a la presentación de otro entrañable amigo, Cesar Pina Toribio.

Cuando confirme la desgraciada noticia regresaron a mi esos atardeceres y aquellas noches (amaneceres muchas veces), ya recuerdos todavía nublados por el humo que llegaba desde las criminales chimeneas de Metaldom.

Tiempos después de los indescriptibles años de aquella incalificable bohemia, puedo decir que contrario a lo que afirmaron algunos, no fue Lucho cantante de una época, aún si damos por válida la falsa premisa de que el gran Lucho cantaba con la garganta y no con el diafragma. En este caso particular lo que me interesa es el resultado. Lucho Gatica fue en sí mismo y sigue siendo una época, un mundo incalificable, una indisoluble eternidad gravitando en los ánimos de los amantes del buen bolero. O quizás, es muchas y recurrentes eternidades en tiempos diversos. Es la más grande y memorable de las eternidades posibles en materia de canto popular, como su compatriota Pablo Neruda en poesía. Fue, más que un cantante, una institución porque canto como nadie ha podido cantar y superarlo ha de ser difícil.

Todo cuanto canta tiene la emoción de lo auténtico y la eternidad de la memoria imborrable, el para siempre del sueño que factura el deseo y que, mediante el acetato, se ha grabado. Ritmo y afinación perfecta, administración excepcional de los recursos vocales, encanto indescriptible y carisma imantada aún hasta hoy, cuando los diarios se atreven a decir que el inmortal ha muerto, como si no fuese inigualable, ahora que aún perdura el recuerdo del viejo puente del río y la Alameda, como divagando o buscando entre los tiempos de otros ayeres. No habrá nunca en este mundo día ni noche en que no se escuche al gran Lucho, quien al interpretar muchos de sus boleros deja en el oído esa entonación que prefigura una arquitectura en el uso de la voz, al subir o al bajar, estilo a veces rugiente tomado en préstamo por otro grande, Marco Antonio Muñiz, uno que con los gorjeos de su ronca murmurante y a propósito y aun con todas sus excelencias, que son muchas, se estableció en el gusto popular pero sin desplazar jamás al astro chileno.

También es incierto lo que algunos (incluidos grandes amigos, pulcros y selectos hombres públicos e intelectuales) han dicho muchas veces. Disiento, pues no es cierto que Bésame mucho, la gran canción escrita por una adolescente mexicana, Consuelo Velázquez, en interpretación de Lucho, tenga una ese (s) de más en la dicción. Quienes así lo creen desconocen ciertas normas del arte, normas en las que, sorpresivamente, el autor puede cambiar el tiempo y cualquier situación de un personaje en el decir de lo que se narra. Estas normas, o estos efectos, han sido llamados mudas por el Nobel Mario Vargas Llosa en su magnífico libro Cartas a un joven novelista, y tratan del cambio de tiempos en el modo de narrar. No se olvide que cantar es narrar, hacer visible aquello que dicen las palabras.

Una canción es un texto de arte que aspira a la eternidad que también procura la poesía, aunque el autor o autora no tenga plena conciencia de esta realidad, y creo que no es este el caso de una de las más difundidas canciones en castellano como Bésame mucho (Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez…Piensas (y aquí está la muda, el cambio de tiempo en la interpretación de una de las canciones más traducidas y cantadas en todo el mundo.

Pues regreso y me pregunto si acaso en la historia del canto popular alguien ha cantado mejor que Lucho Gatica Las muchachas de la plaza España,Relojno marques las horasAmor mío, EncadenadosEspérame en cielo, corazón. Abundancia de excelentes intérpretes tenemos, pero como Lucho nadie, absolutamente nadie sobre esta tierra. Ni Marco Antonio Muñiz, quizás el continuador, ni el enorme Alfredo Sadel, ni el siempre excepcional Chucho Avellanet, ni Felipe Pirela, llamado el bolerista de América, y me parece que es ya demasiado decir.

Nosotros, reitero, hijos y nietos del bolero, recurrimos a la insuperable eternidad de un verdadero dios de la canción, maestro de maestros, maestro sin discípulos como en la literatura Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. El propio Fernando del Paso, extraordinario novelista también fallecido hace poco no tiene discípulos, sino imitadores. ¿Acaso alguien canta como él, o parecido a él, ¿Bésame mucho, Sombras (Cuando tú te hayas ido), Yo vendo unos ojos negros o Las verdes hojas del verano, Mama vieja o Encadenados?

Como Lucho Gatica, solo ha cantado y canta Lucho Gatica. Como el nadie, ¡nunca nadie! Porque con sus magistrales interpretaciones y el dominio de su hermosa voz a veces, sino  que iba más lejos, mucho mas: dibujaba con su voz hasta hacer visible y sensible lo abstracto. Cuando escucho Las muchachas de la plaza España, veo a Las muchachas de la plaza España, y cuando escucho Reloj o Espérame en el cielo, o Abril en Portugal, tango sabroso y tragico como todos los tangos, percibo y veo lo que me dice porque más que decirlo parece dibujarlo en el aire con palabras y entonaciones demasiado certeras y precisas.

Alguna vez supe que mis padres –un joven alto, delgado y de tez trigueña, según mi poco recuerdo, amante de la copa y no tanto de la mesa, muerto antes de los 40, y mi madre, una mulata de marcado carácter firme y estatura mediana, en ese tiempo recién cumplidos los diez y seis, se conocieron en un popular lugar de San Pedro de Macorís: El BBVTT (El Bebibete), abierto aun a muy pocos pasos del parque central de aquella comunidad triste y de cielo siempre brillante o muy nublado y tibio pero de gente bullanguera como el casi poético destino de su propio colectivo. Allí escuchaban a Lucho y a Bobby Capo, un grande que había estado por esos lugares dejando no solo recuerdos sino hasta un hijo, como siempre se ha dicho, pero en menor medida fueron marcados por Leo Marini, el de la Sonora Matancera, y especialmente Falsaria (Cuan falso fue tu amor, me has engañado…) fue la canción, según me han dicho y he podido saber décadas después, naci un lluvioso domingo 9 de diciembre a las ocho de la mañana, Sagitario como mi adorada Luisa Maria Guell (aunque la fecha así no figura en mi declaración de nacimiento), soy un verdadero hijo del bolero, pero del bolero danzante, el que canta Lucho y de quien se nutrio Leo Marini, el de la Sonora Matancera, ritmo en su caso muy parecido al Cha cha chas.

Pero estas son divagaciones, diran que cosas de poeta en tarde dominical, y no se equivocan. Divagaciones de tiempo y de me voy poniendo viejo con Lucho y algo de lluvia como bellísimo fondo musical. Divagaciones que, a fin de cuentas, no persiguen fundar nada en la memoria, nada que no sea hacer honor al recuerdo que enarbola el bolero, ese que celebra o lamenta, que pide o niega, y nos dice lo que ha de pasar cuando tu te hayas ido o cuandoSolo rodando por el mundo, con un dolor profundo que para mi es mortal. Ah! Eso que llamamos eternidad  donde toda la carne se pudre y vuelve al polvo, pero queda ese fluir indefinible mas que una presencia.

Anochece ahora y estoy lejos de mí, de mí mismo, y quien lejos está siente profundas nostalgias, y dejo que por mi sea Lucho quien hable, porque los dioses que nos habitan de igual manera pueden confluir. Además, he sabido que cuando uno está lejos, suceden cosas sin importancia. Y me da por decir que es mentira y que alguien ha inventado esto que dicen las agencias de prensa y aparece en la primera plana de los diarios y destacan los informativos de la radio y la television. Solo que me niego a creer que Lucho Gatica haya muerto, pues nunca mueren el mito ni la flor.

Pues ¿quién dice, quién ha dicho, quién puede decir que el dios del bolero, el más grande, el único, ya se ha ido?   Sabrá Dios dijo el propio Lucho y me lo repite ahora que, reiniciada la lluvia, escucho y me deleito con su voz. Muchos son los grandes interpretes de boleros, pero nadie como el.

Finalmente, lo que no sé ni quiero saber es lo que dice Lepera en Volver, en principio en vez del morocho Carlos Gardel: siempre se vuelve al primer amor. ¿Usted cree? Yo no lo sé ni quiero saberlo. Solo sé que Dios no ha muerto. Quizás algún dia alguien pueda convencerme y aun asi seguire escuchando Las muchachas de la plaza EspañaSombras,  Encadenados y todo aquello que el gran Lucho Gatica ha dejado en su voz, una voz de n metal mas duradero que el diamante y que los tiempos. Además, es imposible morir un martes 13.

 

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