Recuerdos misteriosos de San Cristóbal

A principios de los años 50 del pasado siglo, San Cristóbal era una ciudad pequeña, con vocación rural en la mayoría de sus habitantes, a pesar de que el pueblo estaba rodeado de fincas de Trujillo. Pero al oeste de la ciudad, pasando el cerro, en Canasta, Najayo, Cambita, Valdesia y Los Cacaos existían pequeñas propiedades privadas en donde se cultivaba la tierra.

            Era común que los hombres de más de 40 años llevaran en el bolsillo izquierdo de su camisa un pequeño trozo de tela sujeto con un alfiler. Un día averigüé que a eso le llamaban “resguardo”. Me pregunté resguardo de qué, si en ese entonces prácticamente no había criminalidad. Entonces supe que era “resguardo” de brujerías que pudiera hacer a alguien algún envidioso o enemigo desconocido. Nunca supe qué tan efectivos eran los tales “resguardos”, porque nunca vi a nadie afectado por brujería.

            Otro recuerdo misterioso estaba relacionado con los animales usados para el transporte personal y de los productos agrícolas, y los becerros del par de cabezas de ganado que pudieran tenerse. Para entonces no había en el pueblo ningún veterinario y aunque ya se había estrenado el Hospital Juan Pablo Pina, las mujeres preferían seguir teniendo sus hijos en sus casas auxiliadas por una partera. Comúnmente los becerros se engusanaban en el ombligo y el resto de los animales en cualquier área en que sufrieran alguna herida.

            Sin disponibilidad de medicamentos veterinarios, cuando un hombre tenía algún animal afectado por gusanos recurría a algún conocido diestro en el manejo de ese problema. Los menos expertos tenían que ver al animal afectado, pero los más avezados solo tenían que ver sus huellas. Fuera junto al animal o en el lugar en que estuvieran las huellas, el experto se ponía en cuclillas y rezaba unas oraciones que nadie podía escuchar. Al instante, comenzaban a caer los gusanos uno tras otro hasta que no quedaba ninguno en el cuerpo del animal afectado.

            Con el tipo de construcciones de los años 50, tener un hormiguero junto a la entrada de la casa era un verdadero dolor de cabeza. Las hormigas invadían la casa y rastreaban los lugares en que se guardaban los alimentos (para entonces no había más de 3 o 4 familias que tenían refrigerador) y decenas de ellas penetraban en los platos por cualquier pequeño espacio que quedara entre el plato y la tapa. Cuando no quedaba ningún espacio libre, entonces  se colocaban sobre la tapa para disfrutar del olor de la comida, en espera de cualquier oportunidad.

            Pero el problema tenía solución. Había hombres que se sentaban junto al hormiguero, decían unas oraciones apenas moviendo los labios y luego invitaban a las hormigas a seguirlos, cosa que ellas hacían dócilmente olvidando su hormiguero y estos las guiaban hasta donde quisieran, lejos de la casa y ordenándoles no regresar.

            Ignoro si todavía existen personas con esas facultades, aunque supongo que ya no, porque existiendo en la actualidad veterinarios, medicamentos para los animales y sustancias químicas para fumigar y eliminar los insectos, entiendo que sus servicios son innecesarios. Igualmente ignoro si esas facultades tenían características de poderes demoníacos o solo representaban facultades innatas de comunicarse con los insectos y darles órdenes.

            Los avances de la ciencia y el notable mejoramiento del nivel de vida de la población, seguramente hacen poco creíble en la actualidad las vivencias que he narrado. Sin embargo, puedo asegurar que todas fueron ciertas y que eran parte de la cotidianidad de ese entonces. Y a los incrédulos o con complejo de científicos intransigentes, yo les lanzaría el desafío de hacer lo mismo que aquellos hombres, en algunos casos analfabetos, lograban con sus oraciones inaudibles, invocando cualquier precepto científico.

jpm-am

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WILD
WILD
1 Año hace

Artículo interesante y valiente…
¡FELICITACIONES DR. NINA!

Soledad Urbaez Turbi
Soledad Urbaez Turbi
1 Año hace

Recuerdo,cuando se santiguaban a los niños recién nacidos;para protegerlos del mal de ojos.
Recuerdos a Doña Mocha,que me santiguo el pie derecho,que se me torció de una caída y se curó.

Andres Herrera
Andres Herrera
1 Año hace

Sin lugar a dudas,toda esta narrativa era parte del sincretismo religioso popular en aquella epoca en nuestra Benemerita.
Esperamos sus intervenciones con mas frecuencia.Gracias.

es

Ranfis Rafael Peña Nina
Ranfis Rafael Peña Nina
1 Año hace

Primo, gracias por llevarnos aquel hermoso pasado, le falto el ensalmo al dolor de estomago o emparche.

Chilinski
Chilinski
1 Año hace

Somos testigos de esos ensalmos,vimos gentes haberse cortado con un machete

HEALTH IS WEALTH
HEALTH IS WEALTH
Responder a  Chilinski
1 Año hace

Vimos gentes desangrarse peligrosamente y alguien tocarle la herida mientras hacía una oración callada,parando milagrosamente la hemorragia.
Vimos gentes subirse a un alto árbol a spear enjambres de abejas sin que le pique una,ensalmandolas.

Angel
Angel
1 Año hace

me gusta su escrito, yo vivi en San Cristobal en el barrio SAn Isidro al frente de la Fortaleza Gral. Antonio Duverge.

Mas de lo Mismo
Mas de lo Mismo
Responder a  Angel
1 Año hace

No me gusto el enfoque de oscurantismo que nuestras tradiciones y folclor dominicano nos arrastran a seguir viviendo como pobre siendo rico. Lo digo porque se podria interpretar que estas costumbres fueron sembradas por la invasion y dominicacion Haitiana del 1844, ya superada y segregada por la disparidad cultural. No puedo celebrar que naci de una partera porque a mas de 100 años de ver la luz divina del sol, todavia no habia medicos en SC.