¿Quién dijo que todo está perdido?

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EL AUTOR es investigador y empresario agroindustrial. Reside en Santo Domingo.

Nos pasamos la vida tras todo aquello que al final se desvanece, se va y no aporta nada a nuestro real ser.  Todo en lo que invertimos nuestro tiempo, por lo que nos angustiamos, nos afanamos y nos fatigamos, es vanidad, eso quiere decir: no tiene valor intrínseco para Dios.

Entonces, si todo es vanidad  ¿qué no es vanidad? Pienso que nuestras acciones, trabajos, afanes, sufrimientos y alegrías dejan de ser vanidad, cuando aquello que te motiva, también deja de ser vanidad.

Todo aquello que pasa, que hoy es y mañana deja de ser, es vano, y las acciones motivadas en aquello que pasa, que hoy es y mañana deja de ser, es vanidad, es decir, al final, no conduce a nada.

Sin embargo, el ser humano se empecina en afanarse por todo aquello que carece de sentido para la vida, porque solo lo que trasciende la muerte, tiene sentido para la vida, pero todo aquello por lo que se angustia,  en lo que invierte su valioso tiempo es vanidad, no trasciende la muerte.

Y, como si una cosa llevara a la otra, además del afán, la angustia, el trabajo en demasía, por conseguir cosas que al final no tienen sentido, también, se produce en el corazón del ser humano un fenómeno llamado apego.

El ser humano se apega a lo que es vano, y  lucha hasta la muerte por lo que es vano, genera violencia, destruye y mata por todo aquello a lo que se ha apegado y que es pura vanidad, sin embargo, ese apego le destruye, le produce inseguridad, le roba la felicidad.

Y entonces ¿Cómo identificar lo que es vanidad y lo que no? Pues, ¿se puede acaso vivir sin trabajar?, porque, aparentemente, todo lo que ocupa al ser humano es vanidad, si a los finales todos mueren, nada se llevan, y la descendencia, los herederos, también mueren, incluso, este mundo pasará y este planeta un día dejará de albergar vida o se destruirá.

Son preguntas que interpelan, y que parecen difíciles de responder, sin embargo, no es así, lo que pasa es que aunque vemos, somos ciegos, no queremos ver la realidad ni conocer la verdad, aparentemente buscamos la libertad, pero en realidad no queremos ser libres.

Bien dijo Jesús (Juan 8:31): Conoceréis la Verdad y la verdad os hará libres, pero huimos de la verdad, y cada vez que un enviado nos revela la verdad, nos tapamos raudos los ojos, porque esa luz molesta al que vive en la oscuridad, y para no escuchar la verdad revelada, asesinamos al enviado.

De ese modo vivimos nuestro afán, que es igual que decir, morimos nuestras vidas y hacemos  que los demás mueran antes de conocer la muerte, construyendo una sociedad  basada en la vanidad como principio de vida.

Pero dice el Sabio en el libro de Eclesiastés (2:11): Consideré entonces todas las obras de mis manos y lo mucho que me fatigué haciéndolas, y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y que ningún provecho se saca bajo el sol.

Lo dijo como advertencia a las futuras generaciones que han hecho caso omiso a la sabiduría de ese verso, como consecuencia, la sociedad que hemos construido nos impulsa a acumular por vanidad y hace desarrollar en nosotros un enfermizo apego a aquello que hemos acumulado.

Por eso hoy en día tenemos un mundo  lleno de sociedades enfermas que precipitan la existencia, tal como la conocemos, a la destrucción, y al ser humano a una vida sin sentido, llena de afanes, angustias, violencia y vacía de esperanza y de amor.

Y en esa barahúnda alocada que va como tren desenfrenado de alta velocidad por una vía que concluye en un precipicio, nos olvidamos de lo que verdaderamente es, de lo que no es vano, de la verdad inmutable, de la realidad eterna: Dios.

Al olvidarnos de Dios, separarlo de nuestras vidas, anularlo de la existencia de cada uno de nosotros, también nos olvidamos de nosotros mismos, porque lo que no es vano lo llevamos dentro, y al no descubrirlo, terminamos siendo nosotros mismos vanos.

Pero ese es el conjunto en nuestras sociedades, no el todo. Afortunadamente existen aquellos a los que, ciegos de nacimiento, les han abierto los ojos y ven, y otro grupo que sordos de nacimiento, les han abierto los oídos y oyen.

Esos han visto la Luz y le han acogido, aquellos han escuchado la Verdad  y la han reconocido y asumido, ellos se han convertido en luz del mundo y sal de la tierra, y son portadores de la esperanza y están en todas partes multiplicando el milagro, ¿Quién dijo que todo está perdido?.

c.aybar@nikaybp.com

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