Por fin aflora una luz en medio del carnaval
Fue, si no me equivoco, el líder José Francisco Peña-Gómez el que puso en el mapa político-ideológico nacional a la Internacional Socialista –sustentante del socialismo democrático- de vieja tradición histórica en el viejo continente, pero injerto que, en nuestro país, nos trajo presencia y solidaridad como la de Willy Brandt, Olof Palme y Bettino Craxi. Líderes, junto a los “liberales de Washington”, de los cuales Peña-Gómez se vanagloriaba y exhibía –cada vez que regresaba de algún evento internacional-, y que para la coyuntura política-electoral de 1978, si lo valoramos en su justa dimensión histórica-política, sirvieron de mucho para el desalojo del bonapartismo-cesarismo de Joaquín Balaguer 1966-78, cuando la correlación de fuerzas nacional e internacional ya no le favorecía y el propio modelo –en su técnica de dominación política, como lo recrea Brian J. Bosch, en su ensayo “Balaguer y los militares dominicanos”- entraba en crisis irreversible.
Independientemente de lo que queda –en término de vigencia política-doctrinaria-ideológica y de los gobiernos que orienta- de la otrora portentosa Internacional Socialista, la reunión que celebra en estos días en el país, ha puesto sobre el tapete dos materias pendientes y de vital trascendencia para el adecentamiento de la actividad política y ejercicio poder: la tan cacareada Ley de partidos políticos y la reforma a la Ley electoral. Por igual, ese mismo escenario sirvió para una que otra mea culpa.
Y nada menos –la reiteración- en palabras del presidente Danilo Medina, que al intervenir en dicho evento dijo: “Actualmente, el Congreso de la República Dominicana tiene en discusión estos dos proyectos de ley, la ley de partidos y la ley electoral. Y, si me lo permiten, quisiera aprovechar este encuentro para solicitar públicamente a nuestros congresistas que prioricen la aprobación de estas dos iniciativas una vez haya concluido el proceso electoral”. Ojalá, esta solicitud del Presidente, signifique, en los oídos y la voluntad de los partidos políticos -y sus líderes-, una suerte de martillazo final a una gaveta herméticamente cerrada por más de una década.
Sin embargo, es Miguel Vargas el que evoca, críticamente, las responsabilidades de una clase política que, respecto a la ley de partido y reforma a la ley electoral, ha jugado a jugar con reglas obsoletas a sus anchas y conveniencias. Pero oigámoslo: “Ha sido culpa de todos los partidos políticos. En una ocasión el PRD tuvo el control completo y no lo hizo y después lo tuvo el PLD y no lo hizo, o sea que hay que asumir esa responsabilidad”. En mi opinión, una valiosísima me culpa.
No obstante, la sociedad dominicana no sólo está demandando una ley de partidos políticos y una reforma a la ley electoral vigente, sino también, una amplia reforma política –cuasi constituyente- que haga posible reformar el sistema judicial en todas sus instancias y que, al mismo tiempo, arroje una figura independiente e impostergable: ¡un zar anticorrupción! (elegido, o propuesto por ciudadanos, partidos políticos e instituciones –públicas-privadas- en una terna de tres, y mejor, vía referendo –mí candidato sería el Dr. Negro Veras, a quien ni siquiera conozco personalmente; pero me basta su inclaudicable trayectoria política, sus actuaciones públicas, y, sobre todo, su ética personal-profesional).
Es hora pues, de avanzar, tal y cual lo proclama nuestra Constitución, a un verdadero “Estado Social y Democrático de Derecho…”. Empecemos post-mayo 2016. Sin anteojeras y sin mirar hacia atrás…
jpm
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