Periodismo de cloaca

Como docente de Comunicación Social, Cátedra Redacción y Medios, al estudiante que inicia en la carrera se le enseña la Técnica de la Pirámide Invertida, introducida al periodismo por Associated Press en la segunda mitad del siglo XIX, para que aprenda a elaborar noticias respondiendo a los datos principales de un acontecimiento, los cuales se circunscriben a las respuestas de cinco (a veces a seis) preguntas básicas.

           Al alumno no se le puede dejar de instruir sobre las normas estilísticas, las cualidades de la noticia y el uso adecuado de la entrevista, técnica considerada por muchos autores de textos como piedra angular del periodismo.

          La redacción periodística, sin embargo, no se puede impartir al margen de los aspectos idiomáticos básicos y desde la primera tarea corregida en aula hay que observar que entre sujeto y predicado no se marca ningún signo de puntuación, al menos que se introduzca un incidental (entre dos comas intercaladas), que no es más que una frase u oración secundaria dentro de la principal.

          La mayoría aprende a redactar noticias, las reglas generales de la acentuación y de los signos de puntuación. Admito, sin embargo, que enseñar a colocar la coma de forma correcta es un dolor de cabeza para el profesor, pues siempre habrá alumnos que arrastran esa laguna, a pesar de que cualquier texto de gramática explica su uso de manera pedagógica.

          (Yo aprendí a construir oraciones y a usar la coma mediante las enseñanzas de la Gramática Castellana de Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña, en la primera mitad de la década de los 70, obra que es una joya y no aparece fácilmente. Después, en 1977, compré el libro Español, de Santiago Revilla, el cual trata sobre la sintaxis).

          Al terminar el primer nivel de redacción el alumno está en capacidad de por lo menos practicar en cualquier medio de comunicación social, aunque no siempre es así.

          En niveles siguientes aprenden a elaborar crónicas periodísticas, comentarios, artículos, críticas (literaria y artística), reportajes, semblanzas, análisis y perspectivas. (Estos dos últimos géneros son los más delicados de todos y los pocos comunicadores que los abordan con éxito se han llenado de prestigio, como es el caso de Juan Bolívar Díaz, que ha sido  el mejor profesor de Periodismo Interpretativo que ha pasado por la Escuela de Comunicación Social de la UASD).

          En la cátedra Teoría e Investigación (la que ha contado con teóricos y comunicólogos de la talla de Leonel Fernández, Onofre de la Rosa y Rafael Núñez Grassals, para sólo citar algunos ejemplos) hay una asignatura llamada Ética Periodística, pero la experiencia indica que la conducta moral proviene del hogar, se hereda y se aprende dentro de la misma familia.

          Muchos de mis antiguos alumnos son ejecutivos periodísticos y otros ostentan cargos relevantes en los sectores público y privado, lo que llena de orgullo al viejo profesor. El profesor no puede ser egoísta y la tendencia es a que los comunicadores sean cada vez mejores por los avances científicos y tecnológicos que favorecen a la profesión.

         Pero no puedo dejar de expresar la decepción sufrida por el comportamiento ético que exhiben algunos de mis antiguos discípulos. Otros que no fueron alumnos míos, son de mi generación e inclusive de mayor edad que el suscrito, también provocan indignación. La dignidad no tiene precio y es un ejemplo a ofrecer a las nuevas generaciones y es también la mejor herencia a dejar a los descendientes biológicos.

           Indignado con muchas cosas observadas hace más de 10 años decidí no escuchar programas de comentarios radiofónicos, tampoco ver ni oír a algunos de la televisión. Siento vergüenza ajena cuando un comunicador social vende su conciencia por anuncios o se dedica a resaltar cualidades de  funcionarios ladrones, oficiales criminales y hasta de narcotraficantes. Asquea, asimismo, cuando un comunicador practica extorsión hacia figuras públicas.

          Aquí hay programas constituido por extorsionadores, gente que cree que el dinero es todo (a pesar de que en la caja no nos echan nada), que el que los escucha una vez puede decir que los ha escuchado siempre, al deducirse motivaciones de sus defensas o de sus ataques. Defienden a todas las ratas que les paguen y no titubean para agraviar o denigrar a personas decentes.

           Se trata de un periodismo vulgar. Y la vulgaridad no está sólo en el uso del lenguaje, esa es lo menos y muchas veces la compartimos y la disfrutamos. La vulgaridad, la gran vulgaridad, está en el contenido de los comentarios, derivando en un periodismo de cloaca, con la agravante de que el CDP no se da por enterado.

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