OPINION: De la ocupación a la suplantación

Cicerón
decía que la historia es la maestra de la vida. Tras la Primera
Guerra Mundial , la crisis económica llevó a los alemanes a
implantarse en el sudeste de Checoeslovaquia y en las estribaciones
de Polonia. Esos inmigrantes se mantuvieron en sordina. Nadie pensó
que pudieran ser empleados posteriormente para desguazar la unidad
nacional de esos países.
La
maquinación se llevó a cabo en dos fases.

Primero
sembraron estereotipos internacionales de que los alemanes que se
hallaban allí eran oprimidos por los nacionales. Goebbels, Ministro
de Información de Hitler, empleó todo su aplastante sistema de
propaganda, para convertir en monstruos y en genocidas a los
checoslovacos y a los polacos; publicó artículos mentirosos dando
cuenta de las cacerías infames, de las violaciones y de las
matanzas escandalosas de que eran supuestamente víctimas los
alemanes. La diplomacia artera de Joachin Von Ribbentropp concertó
sus violines; logra colocar el tema de estas poblaciones de
inmigrantes como parte de una negociación internacional.
Checoslovaquia que había refrendado un pacto de protección mutua
con Francia y con el Reino Unido— para declararle la guerra
Alemania, en caso de que quebrantara el principio de la
intangibilidad de las fronteras– fue abandonada a su suerte.

Poco
después, en su discurso de Núremberg, manipulando la circunstancia,
Hitler dijo lo siguiente:

“Nosotros
los alemanes reclamamos el derecho a la autodeterminación. Los
alemanes de Checoslovaquia tienen derecho. Exijo que se ponga término
a la opresión de la que son víctimas los tres millones de alemanes
de Checoslovaquia.”
Al
cabo de dos semanas, neutralizó a Francia y al Reino Unidos con los
tristes acuerdos de Múnich. Y, tras un brevísimo paréntesis,
invadió Checoslovaquia para libertar a los alemanes en territorio
extranjero.

No es la primera vez que las
poblaciones de inmigrantes se convierten en instrumento de
intervención por parte de otro Estado. En Chipre, los inmigrantes
turcos han sido la causa fundamental de la división de esa isla del
Mediterráneo, de mayoría griega, en dos comunidades rivales, dos
Estados antagónicos. En Sri Lanka, las inmigraciones procedentes
del sur de la India crearon una nueva comunidad de inmigrantes, muy
distinta del grupo cingalés, que poco después habían proclamado su
derecho a la autodeterminación, y el propósito de fragmentar la
isla en dos Estados rivales. No ha ocurrido así. Los Tigres Tamil,
el ejército de liberación del sur de Sri Lanka, han firmado un
armisticio; pero aún no han dado su último trino. En ambos casos,
se mantienen unas paces inestables. Circunstancias como esas
produjeron los horrores de la guerra de los Balcanes.

¿Cuáles enseñanzas
debemos extraer del relato histórico?

Que
las poblaciones de inmigrantes, cuando son una proporción
extraordinaria procedente de un solo país o de una frontera vecina,
pueden ser empleadas para desmantelar al Estado nacional. Ya resulta
un hecho innegable, incluso para los que promueven la inmigración
haitiana, que la Republica Dominicana es un país completamente
ocupado por la inmigración ilegal. Que se ha producido una
suplantación del pueblo dominicano en la agricultura, en los
servicios, en la construcción y en el mercado informal, y que el
último esfuerzo de todo este movimiento se centra en dotar de
derechos políticos a esa inmensa población extranjera, para
completar la suplantación del pueblo dominicano.
El
libreto que se está llevado a cabo para desmantelar al Estado
dominicano emplea un conjunto de posibilidades y armas de muy
diversa estofa:

Armas
económicas.

.
1) el boicot económico que mantiene en estado zozobra a los
productores dominicanos que suplían los mercados haitianos; 2) las
protestas internacionales organizadas en Canadá y en Europa con
miras a frenar el turismo que arriba a Republica Dominicana, y
fabricarle una culpabilizar a los turistas que nos visitan; 3) las
recomendaciones exigidas por intermisión del CARICOM para que le
sean aplicadas sanciones a República Dominicana por parte de nuestro
socios venezolanos;

Las
armas psicológicas.

Nos
han declarado la guerra psicológica; a) los informes del
Departamento de Estado año tras año culpan a la República
Dominicana por quebrantamiento de los derechos humanos; b) las
sentencias condenatorias del CIDH, plataforma para llevar a cabo
una política de descrédito judicial, dirigida a sembrar la idea
de que la República Dominicana se halla al margen de la legalidad
internacional. Hemos tenido ya varias condenas seguidas por parte de
esa Corte: caso Jean y Bosico, caso Dorzema y se halla a punto de
fallo el caso Tidé Méndez. Todas estas montañas de descrédito es
un preámbulo a convertir en necesidad la intervención
internacional.

Las
armas políticas

La
campaña de descrédito contra la Junta Central Electoral, organismo
encargado del sistema de identidad jurídica y electoral, comenzadas
en el 1994 logró traspasarle la legitimidad de los resultados
electorales a la sociedad civil, representada por la ONG
Participación Ciudadana, apoyada por la Embajada de Estados Unidos.
A partir de las elecciones del 2008, las circunstancias comenzaron a
cambiar abruptamente. La Junta Central Electoral había logrado una
acreditación nacional e internacional innegable. Y ya no resultaba
necesario traspasar las responsabilidades del Estado a un organismo
externo, dependiente de fondos internacionales y manipulados por otro
Estado. Ante esas nuevas circunstancias, los miembros de la sociedad
civil han penetrado en todas las instituciones del Estad
Procuraduría general de la República, Ministerio de la Presidencia;
han obtenido apoyo económico para las ONG, sepultureras de la
soberanía; las organizaciones jesuitas han sido introducidas como
miembros del Consejo Económico y Social
La
guerra que se nos hace es en el campo de la información, del
pensamiento y en las formas concretas de la acción política. La
sociedad civil, los jesuitas, los periodistas voceros de su causa,
todos han trabajado ardorosamente para darle sepultura al ideario de
Juan Pablo Duarte. Se han apandillado con el intervencionismo
internacional. Por años estos lobos disfrazados de corderos se han
dedicado a desinformar, a deformar la percepción del problema, a
convertir a la víctima de un Estado colapsado en un verdugo, a
comparar la defensa que los dominicanos hacen de su patria, de sus
intereses nacionales con el apoyo a la dictadura de Trujillo o con el
genocidio nazi. Todo este montaje ha estado siempre secundado y
apoyado económicamente por aquellos que equivocadamente, han
creído que la solución de la desgracia haitiana se halla en tierra
dominicana. Todos estos mercenarios del humanismo se han dedicado,
con sus inteligencias envenenadas, a deformar la percepción del
problema dominico haitiano. Le han fabricado una culpa a la República
Dominicana. Nos han asignado responsabilidades sanitarias, laborales,
educativas, sociales y jurídicas que no tenemos. Haití priva a sus
nacionales de documentos de identidad; no le corresponde a nuestro
país otorgarles a esas personas los derechos que su Estado le niega.
Pero, he aquí, que tras una campaña mal llevada hemos caído en la
trampa de negociar nuestra soberanía.

La
kerkaporta
El
Plan de Naturalización que muy probablemente se deposite en las
Cámaras Legislativas, durante el asueto de Semana Santa, nos alejará
del rumbo nacional. En cualquier caso, traerá consigo daños
colaterales . A) Sentará un precedente que podría ser invocado en
el porvenir, para darle entrada a nuevas oleadas; y b) nos
enfrentará a lo desconocido. Entregarle, conscientemente, la
nacionalidad a personas que actuarán como haitianos podría
llevarnos a la extinción paulatina y definitiva de la soberanía
nacional. Nos encontramos ante dos disyuntivas

Si,
como exigen los portavoces de los haitianos en el país, se llega al
extremo de transferirle la nacionalidad dominicana a 200.000 o
250.000 haitianos, cualesquiera que sean los argumentos en que se
fundamente esa decisión, las consecuencias que tendría serían
fatales. Entregarle a esa minoría el poder de decidir las
elecciones en cada una de las demarcaciones del territorio nacional
seria hipotecar para siempre el porvenir de la República
Dominicana.
En
otro caso, podríamos mitigar los efectos negativos del proyecto de
naturalización, escogiendo a una población focalizada, y creando
las condiciones para que estas derrotas no vuelvan a producirse.
Desde luego, no evitaremos con ello que una porción muy importante
de este conjunto se convierta en instrumento de los grupos que están
batallando contra la nacionalidad dominicana.

Al narrar los momentos
estelares de la humanidad, Stefan Sweig, cuenta cómo los turcos
lograron conquistar el Imperio bizantino, bastión del cristianismo
oriental. Las murallas que defendieron la ciudad de Constantino eran
verdaderamente impenetrables. Para lograr abatirla, Mohamed contrato
a mercenarios que trabajaban para Roma y que se hallaban dispuestos a
venderse por dinero. La colaboración de los traidores fue
providencial, aun cuando no fuera decisiva. Su flota completa
atravesó las montanas para sorprender al enemigo. Pero ni aun así
lograban vencerlo. Lo que termino rindiendo Constantinopla fue el
descubrimiento de una puertecilla que había quedado, increíblemente
abierta, la llamada kerkaporta.
Al través de la kerkaporta,
las tropas del sultán Mehmed II se introdujeron en el corazón de
la ciudad. Sus jenízaros mercenarios dieron muerte al emperador
Constantino, y Bizancio quedo completamente vencida. Fue así como la
kerkaporta,
una portezuela insignificante, decidió la caída de la capital del
Imperio Romano en Oriente. Desde entonces la kerkaporta ha sido el
símbolo del flanco débil en todas las derrotas. El plan de
naturalización es nuestra kerkaporta. ¿ Sobreviviremos a ese
desafío? El porvenir esta en nuestra manos.

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