Nos azota el “mosqueo” o desconfianza
Creí que el “mosqueo” era solo cosa de los dominicanos. Pero no. Vaya sorpresa, este “reconcomio” no es ajeno a América Latina ni al Caribe, es algo universal. ¡Increíble!.
Nos referimos al fenómeno de la desconfianza. Ese rebenque es algo inherente del dominicano, pero se ha afianzado después de la pandemia del COVID-19. Al parecer navegamos en un mar de desconfianza.
“La confianza es la creencia de que las otras personas no actuarán de manera oportunista. Implica fe en los demás: en su honestidad, confiabilidad y buena voluntad”, explica un informe del BID sobre esta temática. “Las personas confiables hacen promesas que pueden cumplir y las cumplen, y respetan las normas sociales”, señala.
Sin confianza surge el temor
“Sin confianza, las personas viven atemorizadas, no viven en libertad. Se centran en las oportunidades de hoy en lugar de innovar para ampliar las oportunidades del mañana”.
Esboza que América Latina y el Caribe cuentan con oportunidades para aumentar la confianza. “Según datos de la Encuesta Integrada de Valores, la confianza interpersonal es más baja en la región que en el resto del mundo”.
“La confianza en el gobierno –subrayan los editores del informe del BID- es más baja que en otros lugares”, en razón de que, “menos de una de cada tres personas” confía en los gobiernos.
Combatir la desconfianza
Combatir la desconfianza y restaurar la confianza resulta un aspecto fundamental, crucial para la cohesión social y el crecimiento económico de República Dominicana, así como en los demás países de América Latina y el Caribe.
En el informe sobre la “Confianza: La clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe”, los autores Phillip Keefer y Carlos Scartascini analizan, además, las medidas y las determinantes de la confianza, la confianza y la economía, confianza, civismo y construcción de buenas políticas públicas y confianza y efectividad de las políticas públicas.
Desconfían de políticos
En este sentido, es perceptible que los dominicanos desconfiamos de todo y de todos. Por ejemplo, es común que la mayoría de los ciudadanos desconfíen de los políticos. Nos han mentido tanto que ya uno no sabe cuándo dicen la verdad o cuando nos cortejan blandiendo en su mano una mentira piadosa.
Tampoco se cree en los técnicos, especialmente en los mecánicos. Cuando te ve expuesto a reparar un vehículo, piensa mil veces cómo es que será estafado de alguna manera por éste. Los servicios y consultas médicas, los seguros de salud y seguros de vehículos también son objetos de desconfianza.
Y qué decir de los despachos en las estaciones de gasolina, de los dealers, de los importadores de vehículos, de los supermercados y los colmados, etc. En cualquier transacción que usted realice, brota un pálpito y en el interior nos surge una pregunta ¿cómo es que me van a engañar? ¿De qué lado viene el tablazo?
El sector de bienes raíces, desde las compañías dedicadas a estos fines, los ingenieros, arquitectos, maestros constructores, plomeros, soldadores, ingenieros eléctricos, electricistas, los vendedores de materiales, los choferes que transportan los materiales de construcción y hasta las mismas ferreterías están al acecho para “darte en la madre”, según razonan las personas.
Una forma de engaño que se usa en el sector inmobiliario está en los contratos mostrencos. No se cree tampoco en entidades bancarias y financieras. Con cierta frecuencia escuchamos a ciudadanos expresar que en tal o cual banco o entidad financiera lo engañaron.
¿Quién cree fielmente en los abogados? Ya no confiamos en los amigos. A veces ni en los familiares. Tenemos la sensación de que estamos cercados por todos los flancos por prácticas pocos confiables.
Ante estos señalamientos, urge que el Estado realice campañas intensivas para no solo derrotar la desconfianza entre los dominicanos, sino también recuperar la confianza y convertirla en eje del crecimiento y el desarrollo socio-económico del país.
¡Dios nos escuche porque lo de la desconfianza sí que es grave!