“No es personal”

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El autor es médico domininicano. Reside en España.

POR OSCAR CARABALLO

“Garantizar que el personal de salud esté satisfecho con su trabajo y su papel en el sistema de manera que produzca un desarrollo personal y profesional continuo, para asegurar el funcionamiento correcto del sistema y mejorar de manera continua la calidad de la atención y la interacción entre el personal de la salud y la comunidad”.

Estas palabras contempladas en el acápite f del artículo 12 de la Ley General de Salud No. 42-01, como una de las principales estrategias a desarrollar por la gestoría institucional correspondiente dentro del organigrama estatal no hacen más que reflejar una idealización desbordada que, como muchas veces ocurre con el espíritu de las leyes,  no se traduce de manera efectiva en la realidad.

Al leer por primera vez el límite de edad como requisito de accesibilidad a una plaza de formación especializada (actualmente de 45 años), inferí que la razón de este óbice no solo se trataba de desear las mejores condiciones físicas y aptitudes para desempeñar una tarea como la de médico residente en cualquiera de sus distintas modalidades, sino más bien era el mensaje sinuoso que servía de antesala para señalarnos que dada las extenuantes e innecesarias malas condiciones de trabajo, el endosamiento de las cargas, el irrespeto del tiempo personal y la conculcación de las conquistas laborales que nos aguardarían posteriormente, nuestras capacidades biológicas no serían suficiente para soportarlo durante tiempo prolongado, aun sin importar que las especialidades elegidas se basaran en razonamiento cognitivo y no mera destreza física.

Desde entonces he sentido un profundo interés en intentar comprender como funciona la dinámica laboral de mi clase profesional y el por qué gran parte de mi generación se siente insatisfecha en aras de poder lograr su adecuado desarrollo en dicho ámbito.

Para ello habría que iniciar poniendo en relieve el hecho de que en la República Dominicana, el sistema de retribuciones y salarios en base a pago único que ostentan los médicos residentes ofrece una posibilidad al empleador de utilizar al asalariado por más tiempo en el ejercicio de sus funciones, sin que exista una correcta correlación entre las horas trabajadas en ánimos de servicio (carga de trabajo con espacio de formación que se extiende hasta el amanecer), y el estipendio devengado por los galenos. Aunado a esto el contrato de formación académica especial de los mismos, se presta para que las distintas direcciones de hospitales rijan las pautas en relación al tiempo en el cual sus facultativos deben prestar estos servicios, es decir que podemos encontrar marcadas diferencias entre los tiempos de descansos de estos trabajadores.

A todo lo anteriormente mencionado se agrega la supeditación excesiva y superflua por rangos o escalafones, donde es asiduo encontrar que quien ostenta la jerarquía superior puede ir de ser desde el connotado médico adjunto un excelente profesional médico en su práctica individual (muchas veces con escaso conocimiento de las funciones de dirección y legalidad en cuanto a derechos laborales conquistados se refiere), a otro médico residente que de manera incongruente también se encuentra en estado de formación y que a menudo lo único que los separa de sus compañeros de menor antigüedad es una simple placa y la ínfula proporcional en tamaño a su ínfimo conocimiento de normativas legales y respeto por la dignidad humana. Teniendo ambas figuras el beneplácito para atropellar a los residentes de menor jerarquía con sanciones de tiempo, a menudo disfrazadas con la estratagema de “horas académicas” y vilipendios denigrantes que en el descaro más absurdo que mente racional alguna pueda asumir, pretenden soslayarse con la expresión “no es personal”.

En síntesis, salarios con desproporción horario-laboral, exigua cantidad de descanso, errónea distribución de las jerarquías de trabajo y abundantes riesgos psicosociales.

¿Qué ha permitido que aflore tan armónicamente un esquema laboral que adolece de un mejor ambiente de trabajo, aspira a condiciones dickensianas y por qué no decirlo mengua el potencial formativo de los residentes en cuestión?

He escrito en reiteradas ocasiones que el hermetismo mostrado por el estamento médico dominicano en las cuestiones internas de algunos hospitales del país, no permite que se pongan en relieve mucho de los atropellos que se cometen en dichos recintos de formación condicionando así una sociedad paralela que ignora tales actividades deleznables y consecuentemente la falta de fiscalización externa efectiva como ante todo proceso en el marco de un estado de derecho. A esto también habría que agregar como las estructuras normativas reglamentarias que rigen las residencias médicas están correctamente hilvanadas para que impere la vulnerabilidad sobre el residente en formación, compeliendo al mismo a una naturaleza de docilidad ante cualquier reclamo por una condición de mejoría.

Pero a mi juicio lo que verdaderamente ha permitido ese ambiente tan calamitoso antes descrito, es la poca o nula representación sindical en lo que confiere a la naturaleza laboral de dichos profesionales en formación. Observando esta realidad pudiéramos pensar y sentirnos complacidos de que ante tal ausencia el CMD (Colegio Médico Dominicano) ha asumido la defensa legítima de los mismos de manera acérrima, siendo el abanderado de las mejores causas en beneficio de ese colectivo, pero interpretarlo así nos puede llevar a incurrir en el error de no sopesar sobre otras aristas.
No obstante, si bien es cierto la encomiable labor en favor de las mejorías del profesional de la salud ejercida por este importantísimo gremio, no menos cierto es que en cuanto a lo que se refiere a la lucha y acción por cambios integrales en el modelo de las residencias médicas que puedan favorecer en contra de las condiciones ominosas antes descritas es muy probable que se esperen pocos o quizás ninguno. La razón de ello se debe a que una gran cantidad de adeptos de este gremio en el país se siente cómodo en ese sistema desarrollado, después de todo muchos de sus directivos se formaron en ese modelo, son hechuras del mismo, es el único que conocen y hasta ahora el que mejor les ha dado resultado.

Hannah Arendt en su emblemático libro Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal, describe como un sistema de poder político puede trivializar la aniquilación de seres humanos al realizarse como un mero procedimiento burocrático ejecutado por funcionarios incapaces de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos. Una marioneta banal, personas aparentemente normales capaces de cometer grandes males en sistemas anormales.

Dicho esto, hay que considerar que la eficiencia manifestada en cuanto al agravio de los residentes médicos en los distintos hospitales del país al contrario de lo que creeríamos no se debe en su mayoría a individuos con intención deliberada de hacer daño, sino a una estructuración de diseño cultural que ha prevalecido precisamente por individuos en su mayoría absortos de su realidad contextual que simplemente cumplen con un rol asignado dentro de una estructuración maquiavélica que potencializa los peores comportamiento de la condición humana. Sin dejar de lado que operarios de este sistema refuerzan su fe en una suerte de falacia del sobreviviente, donde se evocan a ellos mismos como el ejemplo de que el sistema funciona y debe continuar así, sin hacer autocrítica ni mirar que los tiempos han cambiado.

Si asumiéramos la posición de que los médicos de renombre que se han formado en el extranjero han fracasado o han tenido poco interés en extrapolar al país de manera efectiva el sistema de otras naciones en lo concerniente a la cultura formativa como lo hacen con su práctica individual y legítimamente lucrativa estaríamos en el sesgo de no comprender que al contrario de lo que podríamos pensar en esas naciones también se suscitan este tipo de comportamientos indeseables inherentes a la condición humana. Pero la gran diferencia y es aquí lo más importante estriba en el hecho de que en estos países lo más abyecto de conducta humana debajo de un recinto de formación médica solo llega hasta donde la legalidad, la jurisprudencia, la conciencia de los derechos y el Estado lo permite.

Es decir, a ningún médico adjunto por más que lo desee se le ocurrirá el privar de libertad durante 24 horas a sus supeditados residentes, si consideramos que cada hora trabajada equivale a un pago estipulado que debe ser asumido por el estado, si al sumar cada hora endilgada las mismas sobrepasan la establecida en la normativa para un trabajador estatal y si encuentra de frente un conjunto de leyes que lo haga susceptible de ir ante un juez.

Irónicamente en lo que respecta al espectro académico de esta dualidad de sistema formación-trabajo, podemos afirmar sin temor a equivocarme que el modelo dominicano ha sido muy bueno, después de todo las residencias médicas en cualquier parte del mundo se constituyen de cara al paciente como elemento principal de docencia. Siempre he pregonado la alta calidad en materia de competencias de los especialistas formados en la República Dominicana, pero nunca he dejado de ser consciente de que las limitantes expuestas anteriormente en este artículo solamente están sirviendo de lastre para que nosotros no podamos pasar la barrera de lo muy bueno a lo excelente. Las razones son muy obvias, haciendo un ejercicio de sensatez: ¿cree alguien que un médico residente con menor tiempo para desarrollar su contenido teórico y en frecuente estado exangüe física y emocionalmente puede alcanzar verdaderamente su máximo potencial?

Yo personalmente pienso que no y que por ende estamos ante el reto de hacerlo, con buena voluntad y objetivos de renovación verdadera ante una idiosincrasia obsoleta. Pero desde luego la magia de una democracia es que mis ideales no tienen por qué ser la norma, pero si invitar a la reflexión sincera, el debate y la construcción de una mejor sociedad.

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Gledis Sosa
Gledis Sosa
2 Años hace

Excelente artículo, contenido verídico y sin desperdicios.

Estefani
Estefani
2 Años hace

Yo creo que… La realidad del residente dominicano (en su inmensa mayoría) no puede ser descrita de una mejor manera que en este post. Ojalá opiniones así no sólo queden plasmadas, sino que puedan generar cambios positivos y trasciendan. Está en nuestras manos como médicos aportar y trabajar en equipo para lograrlo. Gracias por tu transparencia, Oscar.

Ramírez
Ramírez
2 Años hace

Creo que este artículo debería enviarse a tanto al Colegio Médico Dominicano y a las distintas residencias médicas al rededor de nuestro país. Cómo Residente médico me siento muy identificada con todo lo expuesto. Que se hagan más comunes este tipo de artículos.

permaria
permaria
2 Años hace

Excelente artículo solo quiénes han estado en ese sistema o tienen un familiar o allegado conocen de esta triste realidad, el resto vive ajeno a ello .Pasa también que muchos hacen negación de estos malos tratos aún dentro del sistema.

Meliza
Meliza
2 Años hace

Una joya de artículo.

María
María
2 Años hace

Un artículo sin desperdicios que detalla la realidad que lamentablemente viven los profesionales de la salud en este país. Excelente!!

Terrero
Terrero
2 Años hace

Excelente. Muy buen articulo!

PATRIOTA
PATRIOTA
2 Años hace

Mijo la verdad que este extenso artículo, que a parte de carecer de idea central, causa agotamiento y/o fatigas. No c tu, pero últimamente en RD han surgido caterva de «médicos* que en honor a la verdad fueron a la universidad a pasar un exámen y graduarse a temprana edad si haber adquirido los conocimientos científicos y se rigor que exige la profesión, y precisamente esos espurios son los primeros que salen a despotricar.