Montesquieu y Vico, forjadores del conocimiento político

Charles de Secondat, barón de Montesquieu, nació en 1688 en el castillo de La Bréde cerca de Burdeos (Francia), de una antigua familia noble, que por tradición siempre se había predestinado a la magistratura. Aunque el joven Montesquieu no sentía ninguna vocación por esta carrera, debió aceptarla. Ese hecho, afinado a la característica habitual de su carácter, ayudó a hacerle forjar el designio de una obra en la cual habría criticado, ridiculizando las instituciones y costumbres francesas de su tiempo. Las Cartas Persas aparecieron en 1720: el autor imagina que un persa, visita Francia, escribiendo a un amigo suyo que quedó en su país mediante la descripción de las costumbres e instituciones francesas que hicieron una sátira aguda y mordaz en una candidez postiza. Así por ejemplo él dice que el rey de Francia tiene costumbre de nombrar sus ministros entre sus domésticos, indirecta indudable a los nobles que completaban su corte. Embiste la moralidad de las damas francesas y pone incluso en burlesco la Universidad (Sorbona), que dice es respetable para su edad, pero que es tan vieja que a veces yerra. El libro tuvo un gran éxito, sobre todo confirmados ante la clase dominante que fue simplemente la más avergonzada. Fue un gran signo de caída porque una clase dirigente fuerte y convencida de la legitimidad de su absolutismo no tolera ser ridiculizada. Si Montesquieu era de inteligencia mediocre, que se limitaría al género literario que le había dado fama, pero era una mente poderosa y original, que fue capaz de renovar y trató a su segundo libro “Las causas de la grandeza y decadencia de los romanos”, el tema esta vez fue más difícil porque aún hoy en día a pesar de todos los avances de la ciencia histórica, no se puede decir que se aclaren todas las causas de la disolución de la antigua Civilización. Nuestro autor trabajó cerca de veinte años en su tercera obra que le hizo célebre ante sus contemporáneos y de la posteridad, fue publicada en 1748. Como se sabe, su titulo es “Espíritu de las Leyes” y se puede afirmar que todas las reformas políticas que fueron realizadas en el siglo XIX llevan el esquema de las ideas enunciadas en ella. Comienza por una definición que recuerda la filosofía de Descartes. Las leyes son, dice él, los informes necesarios que derivan de la naturaleza de las cosas. A seguida se examinan los temas más variados; entre otros el autor se ocupa de la esclavitud y del divorcio. Pero la parte propiamente política es la que más ha contribuido a hacer esta obra celebre. Hasta Montesquieu, había reinado sin contestación la clasificación de las formas de gobierno expuesta por Aristóteles (aunque era en realidad anterior al Estagirita), y se admitía por doquier que los gobiernos podían dividirse en monarquía, aristocracia y democracia. Es justo valorar que la palabra república es usada por el autor en el sentido moderno del término, o sea, para designar un gobierno a la cabeza del cual no existe soberano genético. Montesquieu diferencia entre la monarquía y el despotismo explicando que, en la primera, el soberano gobierna conforme a leyes que ha hecho el mismo, siendo circunscrito su poder por los privilegios de las clases sociales y por los usos, mientras que en el despotismo su iniquidad es ilimitada. La república, dice, se encuentra en los países virtuosos; y entiende por virtud el desinterés y la sobriedad. La monarquía descuella en los países donde señorea el sentimiento del honor, esto es, el amor de las distinciones sociales y, en las clases altas, la consciencia de los deberes hacia el Estado. En cuanto al despotismo tiene su soporte en el temor de los castigos. Desarrollando una idea ya observada por Bodino, piensa que la virtud y por consiguiente la república se encuentra de preferencia en los países fríos donde las pasiones son ardientes mientras que el despotismo sería propio de los países cálidos. Pero la parte más interesante del Espíritu de las Leyes es aquella en la cual el autor expone su teoría de la división de los poderes. Gracias a esta división, dice, “los poderes limitándose unos y otros, la libertad, es decir, el gobierno fundado en la ley, llega a ser posible.” Preexisten, señala él, tres órdenes de poderes: el legislativo, que elabora las leyes, el ejecutivo que las aplica en el orden general, y el judicial que la aplica en los casos particulares. Cada uno de esos tres poderes debe ser confiado a un organismo distinto e independiente de los otros dos. Es solamente cuando esta división existe que se puede plasmar un régimen de libertad. Si se quiere criticar a Montesquieu se puede observar que esta clasificación de las formas de gobierno no es, más que la de Aristóteles, organizada sobre sus caracteres esenciales. Aristóteles al ofrecer su clasificación tuvo en cuenta la ciudad-estado helénico. En cuanto a Montesquieu, él se sitúa simplemente observar las instituciones políticas europeas de su tiempo. Así Inglaterra, Francia y Suiza y tal vez Turquía, que le proporcionan el ejemplo de un Estado despótico, fueron los modelos que la inspiraron. El estilo entre la monarquía y el despotismo es aun más frágil. Se conoce en este aspecto la espiritual observación de Voltaire para quien esas dos formas diferenciadas por Montesquieu serían “hermano y hermana y similares y por lo tanto podría ser el que tome el otro”. En fin no se puede aceptar la correlación que Montesquieu establece entre la virtud, tomada en el sentido que él atribuía a esta palabra y la forma republicana del gobierno, igual que no se puede aceptar la relación que ha establecido entre el clima y la reforma del gobierno. Eso es tan cierto que en América del Norte, el desinterés y la austeridad de costumbres, no parecen ser más grandes que en los estados monárquicos de Europa. En la época misma en que Montesquieu escribía, Rusia, país sin embargo frío, poseía un régimen autocrático, mientras que la antigüedad clásica era Grecia e Italia, países de clima más bien caliente, que habían los primeros, creado y realizado las formas de gobierno basados sobre la libertad. La parte más duradera de la obra de Montesquieu es sin ninguna duda la relativa a la repartición de los poderes. Pero hasta esta es considerada como incompleta. Observando las condiciones políticas de Inglaterra del siglo XVIII, Montesquieu llegó a esta convicción: la libertad de la cual gozan los ingleses fue el resultado de la división de los poderes. Pero el omite observar que esta división no correspondía perfectamente a su concepción según la cual cada poder debía estar reservado a un organismo determinado. En efecto habría sido inexacto afirmar que el rey de Inglaterra no participaba nada en el poder legislativo y que el Parlamento no participaba en el ejecutivo. Además omite igualmente insistir sobre el aspecto político de la división propuesta. Debido a que no podía funcionar normalmente porque detrás de cada órgano, que era el rey o el Parlamento, había una fuerza política especial. Detrás del rey se encontraba el prestigio del cual gozaba aun la Corona, y también toda la burocracia. Detrás el parlamento tenía toda la clase alta y media de Inglaterra que poseía la supremacía económica y que, gracias al gobierno autónomo, tomaba una amplia parte en la dirección administrativa del país. Esta omisión explica porque en muchos países donde se introduce el régimen representativo y por consiguiente la separación de los poderes, esta, aunque sancionada por los textos constitucionales, no pudo jamás funcionar eficazmente. Es justamente porque faltaba a esos países esta multiplicidad de las fuerzas dirigentes que había permitido en Inglaterra el éxito de ese modo esa forma de gobierno. Por otro lado, entre los escritores italianos del comienzo del siglo XVIII hay que señalar a Jean-Baptiste Vico quien fue un espíritu muy original y no tuvo durante su vida el éxito que le acaeció después de su muerte. Vico fue un pensador solitario; y con una vida muy estrecha, confinada por la pequeñez de sus medios financieros y desasosiegos familiares; pasó nueve años en una pequeña localidad de la región de Nápoles, Vatolla, donde era maestro en una familia noble. Más tarde regresó a Nápoles, donde naciera en 1668, y se las arregló para obtener de la Universidad de carga retórica repetidor, puesto mal pagado a través del cual, al ser la educación más privada, él pudo conseguir lo necesario para vivir, y en 1734 recibió una pequeña pensión del rey Carlos III, nombrándolo historiógrafo de la Corte. La obra principal a la que Vico debe su celebridad es titulada “Principios de una ciencia nueva relativa a la naturaleza común de las naciones”. Fue publicada por primera vez en 1725, desarrollada en una segunda edición de 1730, y aparecida en su forma definitiva en una edición póstuma fechada en 1743. La idea primordial de todo el sistema de Vico es que todas las civilizaciones humanas posen un movimiento ascendente. Diferencia tres fases en la vida de los pueblos: el periodo divino que atañe al comienzo de la civilización y al curso del cual la Ciudad es dirigida por sacerdotes. El único lazo que une entonces los ciudadanos es la creencia en una divinidad común. Es durante esta época que nacen las primeras instituciones sociales, esto es, el matrimonio, la equidad y el culto a los muertos. Luego viene el periodo heroico en el cual el fuerte domina el débil y donde la fuerza material toma primer orden; el poder está entonces entre las manos de algunos. En fin, viene el periodo humano en el cual las costumbres se suavizan y donde la Sociedad trata de organizar de una manera que tiende a ser perfecta. Pero puede suceder que, como resultado de una regresión social, los hombres caen de este periodo favorable a las violencias de la edad heroica o hasta a la condición primitiva del periodo divino. Desde el punto de vista de las formas del gobierno, Vico indica que al primer periodo corresponde el gobierno monárquico, al segundo el gobierno aristocrático y al tercero el democrático. Formulando esta teoría Vico avanzó mucho en la vía que conducía a una verdadera ciencia política y dio prueba de intuición genial. Para este movimiento uniforme que él creía entrever en la vida política de los pueblos no existe siempre, o, si existe, se trata entonces de una uniformidad muy relativa. De todos modos, Vico tuvo el gran merito, dada la época en que vivió, dogmatizar que el método mas seguro para conocer las leyes que reglamentan la vida política y cultural de los pueblos consiste en el estudio de su historia. Es solamente a través de ésta, señala, que es posible arribar a resultados verdaderamente científicos. Pero, hay que recordar que, para Vico el bagaje de conocimientos históricos que estaba disponible era todavía insuficiente e imperfecto.

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