Mesianismo o silencio inducido

Los niveles de aceptación de la gestión que encabeza el presidente Danilo Medina, pudieran medirse por la actitud que asume la población dominicana ante las diferentes medidas y disposiciones de carácter económico y de otra índole que son aplicadas desde el Gobierno.
Pareciera que existiera pleno convencimiento de que todo cuanto hacen las autoridades, implica, necesariamente, una solución a un determinado problema, con la seguridad de que los recursos que generará tal o cual medida serán correctamente administrados, en una muestra de confianza poco antes vista.
Por ejemplo, antes de ser elaborado el Presupuesto Nacional para el próximo año, un alto funcionario adelantó, que el mismo, no contemplaría aumentos de salarios en el sector público, argumentando que estos representan un verdadero dolor de cabeza para el Gobierno, y así se hizo
No obstante, con anterioridad a estas declaraciones los legisladores se auto aprobaron un significativo aumento de de sus sueldos y otras golosinas, y recientemente se dispuso un incremento en los precios de los peajes a todo tipo de vehículos.
Resaltar además que Poder Ejecutivo, ha nombrado una gran cantidad de funcionarios en diferentes dependencias gubernamentales, que en la mayoría de los casos, son creaciones, porque no establecen sustituciones, es decir, pasan a engrosar las nóminas públicas del Estado.
De igual forma, aumentaron los precios de los marbetes de vehículos de motor, y la población recibe estas noticias con una inusual conformidad, por lo que habría que establecer si es una actitud de convencimiento o si estamos frente a un sentimiento de impotencia social generalizada.
Nuestra economía según los números anda volando alto, muy alto, casi la mejor de la bolita del mundo, sin embargo, en nuestras ciudades y campos, en nuestras calles, callejones y avenidas, pareciera ser otra muy diferente la historia.
Hay rostros compungidos por los inalcanzables precios de los medicamentos, y los seguros médicos no cubren la mayoría de estos, más la consabida deficiencias en los hospitales públicos, y el gran temor existente ante la falta de seguridad ciudadana por el azote permanente de una desafiante delincuencia.
En tanto las promesas se consumen junto a las esperanzas de vivir en un país, en el que haya una equilibrada redistribución de sus riquezas, en el que acceder a los servicios de salud, educación, vivienda y alimentación no constituyan un privilegio para pocos, sino un derecho para la gran mayoría del pueblo dominicano.
Pero algún día se abrirá el telón y la realidad que hoy oculta el silencio inducido quedará al desnudo junto al mesianismo, que hace pensar al pobre como si fuera rico, pero no evita que cada noche se acueste boca abajo, porque tiene el estómago vacío.

jpm

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