Marihuana en las bodegas, una temeridad mayor

Probablemente este sea mi artículo mas incómodo, ya que me produce una sensación de desgano que se acerca a la frustración. Y no es porque el tema sea un tanto tabú sino, porque me enfrenta a una buena parte de mis amigos primarios, los bodegueros. Esa legión de servidores públicos que nunca serán reconocidos en la magnitud que su trabajo merece. Pero, al margen de estas molestias, está el deber de propagar la verdad, mas allá de todo interés particular.

El asunto se complica porque a solo dos meses de la partida física de Ramón Murphy, Presidente Emérito de la Asociación de Bodegas de USA (ASOBEU) veo que sus miembros están divididos y que cada grupo parece decidido a emprender rumbo propio. Algo muy lamentable y pesaroso, pues, la fragmentación de las organizaciones de base de la comunidad, es un mal de consecuencias devastadoras para los inmigrantes.

Los bodegueros están divididos porque la discordia los arropó y una parte de ellos, que se separó de la organización matriz ASOBEU hace unos años, pretende que, si se aprueba la venta pública de marihuana en Nueva York, las bodegas puedan ofrecerla, como si fuese una mercancía mas. Una pretensión un tanto bizarra, sobre todo, por la justificación que dio el vocero del grupo, Fernando Mateo.

Argumenta Mateo que los costos operacionales han subido y que como las comunidades negra e hispana han sido de las mas perseguidas por la venta de la hasta el momento, prohibida droga, es a los bodegueros, a quienes debe dárseles la oportunidad de hacer dinero con la legalización del mercadeo del cannabis sativa o marihuana.

La validez de este razonamiento, está siendo cuestionada por diferentes sectores de la sociedad y en especial, por los bodegueros agrupados en la asociación tradicional ASOBEU, que se opone tajantemente, calificando el hecho de bochornoso. Este argumento de Mateo, se contrapone con el espíritu de servicio que tradicionalmente han mostrado los bodegueros y que se caracteriza por ese contacto fraternal con su vecindario.

Esa independencia de criterio, tan apegada a los beneficios, se explica en los asuntos personales y meramente comerciales, pero no así en las empresas con connotaciones sociales y comunitarias, como las bodegas, donde se combinan los negocios y el trato diario con gente, que además de clientes, son nuestros vecinos y compatriotas.

Creo que los amigos bodegueros representados por Mateo, deben hacer un alto y rediscutir el asunto. Porque hay una diferencia sustancial entre “lo legal” y “lo legítimo” y a los bodegueros -por su historia y bien ganado sitial dentro de la comunidad- no les está permitido cometer esas ligerezas. “Todo el dinero que aparece no se coge”, decían con propiedad nuestros abuelos, porque alguien va a pagar las consecuencias de tales aventuras.

Las posibilidades de éxito de las bodegas como ente de negocios, deben estar sustentadas en la innovación creativa y en la comprensión de los cambios que experimentarán nuestras vecindades. Los bodegueros han de estar atentos a la dinámica de crecimiento de esta ciudad, para adecuarse a los nuevos requerimientos de la comunidad.

Es por ello que ASOBEU, ha implementado -en combinación con las autoridades y algunas firmas suplidoras- diversos programas de educación y promoción de las buenas prácticas alimenticias. Estos programas han incrementado sustancialmente los beneficios de los bodegueros, al tiempo que mejoran considerablemente los hábitos alimentarios de la comunidad. Para solo citar un ejemplo, tenemos el programa de Healthy Bodegas, que ya se empezó en todo Nueva York.

El éxito de las bodegas nunca puede ser sustentado en la desgracia de los vecindarios en que funcionan, porque tarde o temprano, ese infortunio se revertirá en contra de quienes lo promovieron y a consecuencias, saldrán perjudicados todos, los clientes, los dueños y los operadores de bodegas.

No hay que ser un genio para entender que los grandes perdedores con esta aventura neoliberal de legalizar la marihuana, siempre serán los mas desvalidos, nuestros niños. Entre el alcohol y el tabaco, por un lado y la marihuana por el otro, hay una diferencia abismal. La marihuana es una “droga de inicio”, que -por lo general- incita a los usuarios a buscar otras mas fuertes, escalonando la dependencia.

Esta realidad, no puede ser desvirtuada por el hecho de que en algunos países se haya despenalizado o permitido su uso bajo ciertas condiciones especiales o por motivos de salud. Aunque es muy cierto que el cannabis siempre fue usado por las poblaciones indígenas, tanto medicinal como recreativo, desde principios del siglo XX se proscribió su uso en cualquier forma.

Es posible que en el futuro, cuando se hayan logrado mayores niveles de madurez en la ciudadanía, especialmente en la juventud, la marihuana pudiera ser legalizada entre personas adultas, pero, en el marco de la sociedad actual, es un riesgo mayor permitir que esté al alcance de nuestros niños y un acto ilegitimo que se justifique en el simple hecho de ejercer el “libre comercio”.

La prédica oportunista de los promotores de esta desgracia, asegurando que la legalización de la marihuana es la solución a los problemas que de manera colateral genera el consumo del opioide, es una gran mentira que sólo busca justificar esta aventura de corsarios.

¡Vivimos, seguiremos disparando!

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