Los viejos partidos, la oligarquía, el mercado y el pueblo

Los viejos partidos tradicionales son los mismos que defienden el capitalismo salvaje y al neoliberalismo, son los mismos que apoyan a los ricos, al imperio y a las multinacionales y son los mismos que tienen más de 5 décadas robando y saqueando el país.

No hay que mencionarlos, están ahí, cargando su pasado lastimero, aún hablando mentiras y tratando de engañar al pueblo para llegar o mantenerse en el poder. Estas cúpulas políticas y sus gobiernos de turnos sirven como instrumentos de protección de este sistema neoliberal diabólico que nos domina tanto por la fuerza como por la ignorancia bajo el amparo y el apoyo del imperio norteamericano y sus aliados europeos.

Tampoco hay que denunciar a los empresarios dueños del país que conforman nuestra oligarquía porque los conocemos, están en los bancos, en las industrias y en las multinacionales. Esta claque empresarial ha formado los llamados mercados los cuales se han apoderado del capital, de la fuerza de trabajo y de la infraestructura y superestructura de la sociedad. Convirtiéndonos en esclavos, siervos y en trabajadores mal pagados.

Aunque muchos ven todo esto como productos de ideales del romanticismo y de mente desfasadas la realidad es que este sistema económico oligárquico explota a los trabajadores, somete a los pobres y a la clase media y, se apodera de su fuerza de trabajo para enriquecerse.

Pero, igualmente secuestra a los partidos, e influye sobre el gobierno para someterlo a sus caprichos y garantizar la concentración de sus capitales. Por eso, es que en esta seudodemocracia el gobierno, los partidos y la clase económica siempre caminan abrazados a sus intereses por un lado y las bases y el pueblo caminan desunidos por otro lado.

Esta separación de las cúpulas políticas de su base y de su pueblo como consecuencia de un sistema político y económico injusto y empobrecedor que defiende a los ricos. Y que desde hace tiempo viene perdiendo su movilidad propia la cual ha sido sustituida por el clientelismo y la corrupción en la compra y venta de conciencia.

Pero, tampoco pueden sobrevivir sin privilegiar a la clase política y empresarial. Sobre todo a este último grupo. Esta clase económica, mediante la concentración de recursos pierde el humanismo. La dirección política tiende a burocratizarse. El éxito político se mide por el uso de los recursos públicos para llegar al poder. En cambio, las bases organizadas desaparecen y las cúpulas se hunden en la inmoralidad política.

Esta atomización del sistema político nos hace esclavos de un sistema perversos que degenera las instituciones públicas en botellas, instituciones superfluas, y del toma y daca para reducir la presión social.

No es fortuito, es algo dirigido e inducido que las cúpulas dominantes, recurran a la manipulación de los medios de comunicación, de las elecciones, de las encuestas, del ciudadano y del aparato político para crear y escoger líderes que compran ejércitos y reproducen el dominio político.

Esta manipulación si bien por un lado mantiene secuestrada a una franja importante de la población por otro lado obstruye la democracia interna y externa, fortaleciendo el autoritarismo y el caudillismo. El partido pasa a ser un simple instrumento de las clases dominantes. Y el poder corrompido se convierte en un mecanismo de opresión y represión contra la mayoría.

En medio de esto, surgen las contradicciones tanto en las oligarquías políticas como económicas por sus intereses en el control del poder. También surgen las divisiones políticas. Sin perder de vistas los intereses estratégico. Pero es ahí donde la derecha se hace progresista, la izquierda se hace de derecha y se vulnera la política como ciencia.

La politización de las instituciones, la acumulación de riquezas, y la inversión de valores los obligas a crear mecanismos jurídicos y a usar los ya existentes para validar la impunidad. De ahí que todos los partidos tradicionales que se vinculan a la corrupción, se desprestigian y se desacreditan. Se dividen, se autodestruyen, y se quedan sin liderazgo.

Esta descomposición política y social se ha vivido en Latinoamérica y el Caribe. Sin embargo, el debilitamiento de los viejos partidos tradicionales ha sido posible gracias a la unidad de los grupos progresistas y de izquierda que luchan por la democracia participativa y el socialismo del siglo 21 con la visión de humanizar el sistema político.

Esta unidad de los grupos alternativos luego de la toma del poder político debe extenderse a la población y las fuerzas armadas porque es de vitar importancia para la estabilidad del nuevo estado así como también debemos elevar los niveles de conciencia educativa de los grupos intelectuales, de la clase media, de los grupos alternativos y del pueblo.

Pero, no se puede estar con dios y con el diablo. Hay que definir la política de alianza nacional e internacional. La democracia participativa protege a los pobres del dominio oligárquico como sucede en Venezuela, Ecuador, Argentina, Bolivia, y Nicaragua. La democracia representativa que promueve el imperio en el mundo protege a los ricos en desmedro de los pobres como está pasando en la RD, Chile y España. La autodestrucción de los viejos partidos, dará paso a un nuevo liderazgo pero sobre todo al que tiene el reto de disminuir el dominio oligárquico.

Los políticos que piensen hacer un gobierno honesto, ético y moral basado en el cumplimiento de las leyes pero dejando las viejas estructuras de mercado intocable, sin poner al ciudadano por encima del mercado, no solo le están haciendo el juego a los viejos partidos tradicionales sino también están propiciando otro fracaso político del pueblo.

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