Los muchachos felices del Censo
POR ABINADER FORTUNATO
Recibí en estos días en mi casa en la zona oriental a algunos de los muchachos de las brigadas juveniles del Censo Nacional de Población y Viviendas, que entusiastas y llenos de expectativas peinan desde las primeras horas de la mañana las calles de esta enorme localidad urbana alborotada por su pujante desarrollo.
Receptivos, amigables, alegres y de buenos modales, ese ejército de juventud no contaminada y henchido de esperanzas, me hizo renovar mi fe y repensar a la vez sobre el pesimismo que lamentable y desafortunadamente, abate a un segmento importante de la sociedad, que no encuentra ni ve un horizonte seguro y promisorio para vivir.
Y con sobrada razón, y sobre todo, cuando una parte de su liderazgo en varias vertientes ha fracasado en su compromiso y su promesa de hacerlo mejor y traducir en esa dinámica social, los valores de confianza, empatía, seguridad y lealtad.
Pero el ejemplo de «esos muchachos felices» como yo les llamo, a pesar de las insatisfacciones, la gravedad de la crisis social, moral, de autoridad -que no el autoritarismo-, que permea la sociedad dominicana y vapulea el país, me ha dado una buena y bonita sensación de recuperación y de optimismo. Parece que no todo está arrasado.
Y también dice, que hay una importante franja de juventud -la mayor parte- que tiene y empujan sus sueños, a fuerza de músculo, de ideas; que no cierran sus ojos para labrar su futuro.
Una bienaventuranza en esa juventud, que con cierto orgullo y con pasos de elefante, avizora la responsabilidad que tiene del irreversible relevo que les toca, todavía inesperado en sus circunstancias.
Esa posibilidad de ver políticas gubernamentales y privadas que vayan dirigidas a proteger y consolidar esa inmensa multitud de jóvenes que tenemos y que busca desesperadamente como vivir.
Mi encuentro, que fue muy grato y saludable, y en donde pude sondear cómo late el corazón respecto a los temas vitales de la supervivencia, solo me dio el barómetro para reconfirmar cuan ausentes, distantes y divorciadas, se siente que están todavía las acciones gubernamentales de las aspiraciones de la juventud dominicana.
Aunque por ahora, y es mi esperanza, por lo menos en lo que respecta a la responsabilidad contraída por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), y la dirección administrativa del Censo Nacional de Población , no les fallen y paguen sus viáticos y valores, conforme lo prometido y contratado con esa muchedumbre de muchachos felices del Censo.
Que no les den a algunos tan solo «las comidas del día» por las largas caminatas en barrios, ciudades, campos y caminos, como dijeron ellos. Y que les estimulen renovar su credibilidad y confianza en las instituciones públicas y la administración del gobierno.
Que no les maten esos anhelos nobles de ver transformar y concretar esas esperanzas que sublimizan la vida y la cotidianidad de vivir de un joven.
jpm-am