Lo nuevo y lo viejo

 

 

 

Un conglomerado sometido al atraso de generaciones y sojuzgado por el derecho al pensamiento de élites indiferentes, no puede alcanzar el Siglo 21 en un abrir y cerrar de ojos. Por eso se mantiene en el pasado más aterrador.

Todas las cargas sociales caen sobre los hombros de los que están llamados a por lo menos estabilizar cambios sociales, en ser moderadores de una lucha de clase que sin armas latentes como en el pasado, todavía está presente en su etapa de invernadero.

Para que una sociedad entre al modernismo, no convence que sus miembros élites sepan manejar la computadora. Se hace necesario abrir la guerra al analfabetismo, para que todos tengan a su disposición nuevos métodos de enseñanza. Entrar al prorrateo de la venta de su mano de obra o su capacidad intelectual.

Si la sociedad es vieja, necesita que una nueva mujer o un nuevo hombre le  catapulten y le lleven al progreso. Sin un hombre o una  mujer  nuevo o nueva, y hablamos del colectivo por encima de la individualidad, no pueden darse los cambios. La sociedad no puede avanzar o retrocer sino es impulsada por sus hijos más preclaros.

Aunque estemos en campaña política, la sociedad de hoy está frizada, no tiene salidas a mano, parece petrificada al borde del abismo. No es problema de ahora, talvez  arrastrado del ayer.  Los grandes males sociales se acumulan mezclando pobreza con riquezas.

La Pastoral de la Iglesia Católica sólo se queda en olor de incienso. Propone hechos, se reconoce la valentía en tratarlos, pero ya. Saben los obispos que a grandes males sociales, se necesita remeniar la naturaleza. Ellos no lo pueden hacer como parte que son del sistema que bendicen.

El Papa Francisco reconoce que las causas de la delincuencia no se pueden buscar únicamente en las prisiones. Considera que los problemas generados por el nacimiento de la exclusión social no se terminan con  el encarcelamiento del violador de la ley, sino que se necesita ir al corazón  de los hechos que la producen.

Allí entra en juego el hambre, la miseria, el abandono, la masiva marcha de la legión de los hambreados, mientras crece la riqueza del puñado de afortunados.

En una confluencia social donde se terminaron las ideologías es imposible que nazca la mujer y el hombre nuevo. Ese personaje de ideas nuevas ya se planteó en el Sermón de la Montaña, y fue reivindicado por el Ché Quevara, pero todo se ha quedado en la utopía.

Hay que luchar para que los sueños se conviertan en realidad.  Un mundo mejor con igualdades para todos los seres humanos. No, nunca ha existido esa igualdad. La revolución francesa lo pregonó y en sus luchas internas se desangró y dio paso al sable de Napoleón.

En el socialismo se tropezó desde sus iniciós con la lucha ciega por el poder y luego con una burocracia sin razones  que terminó por tirarlo al vacío. Hoy es necesario que ideas nuevas presenten un mundo nuevo. No hay soluciones en lontananza, por lo que sólo queda la esperanza de que se conserven fuerzas para seguir a lomo de rocinante.

JPM

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