Lo de Senasa fue con Tenaza

El Seguro Nacional de Salud (Senasa) nació bajo el amparo de la Ley 87-01, con la misión de administrar los riesgos de salud y garantizar atención médica a quienes no pueden pagarla.

Afiliado al Sistema Dominicano de Seguridad Social, Senasa fue concebido como un organismo descentralizado, con autonomía económico-financiera y técnico-administrativa. En teoría, una estructura blindada contra la interferencia política.

Una caja abierta con dos brazos como la tenaza

Esa autonomía financiera, que debía proteger la gestión pública, terminó siendo el punto de entrada de una tenaza: una red de facturación fraudulenta, utilizando clínicas fantasmas, contratos, Call Center sin respaldo y pagos mensuales que se evaporan sin dejar rastro clínico con doble contabilidad. Millones de pesos en servicios inexistentes generaron un déficit operativo que no se explica por negligencia, sino por complicidad.

No es un hecho aislado

Este no es un caso aislado. Es parte de una tradición de saqueo institucional donde la salud pública se convierte en terreno de caza para intermediarios, burócratas y empresarios sin escrúpulos. Lo que debía ser un derecho se volvió botín.

He visto cómo, una y otra vez, desde distintas gestiones gubernamentales, se repite el mismo patrón. Actos de corrupción que ya no sorprenden, porque han aprendido a camuflarse en la rutina. Lo más doloroso es que no se cometen solos. Se ejecutan en alianza con empresarios privados que conocen bien los pasillos del poder, y que saben cuándo entrar, cuánto cobrar y cómo salir sin dejar huella.

Y uno se pregunta: ¿cómo es posible que esto siga ocurriendo? La respuesta, aunque amarga, es clara. La impunidad ha sido costumbre. La permisividad, norma. Y la falta de consecuencias, casi una política de Estado.

Mientras tanto, los recursos que deberían fortalecer nuestras instituciones se desvían, y nosotros, los ciudadanos, quedamos mirando cómo se desangra lo público sin que nadie responda. Como dijo Kofi Anam: “Cuando alguien se roba un peso, le está quitando de la boca la leche a un tísico.”

Este caso, daña la imagen de Luis Abinader como administrador de las cosas públicas. Lo de Senasa fue con tenaza, sí. Pero no puede terminar en silencio. Si el Estado se convierte en cómplice, que la ciudadanía se convierta en testigo incómodo, en voz que exige, en memoria que no se deja borrar. Porque cada peso robado no es solo una cifra: es una consulta que no se hizo, un medicamento que no llegó, una vida que se puso en riesgo.

Como bien se ha dicho: “Abinader tiene muchos amigos, pero no cómplices”. Y en un momento en que el país atraviesa una crisis económica profunda, con una deuda social acumulada que pesa sobre los hombros de los más vulnerables, el desfalco al seguro de los pobres le pone la tapa al pomo. Lo dijo Alfredo Cruz Polanco, (acento) y lo confirma la realidad: cuando el Estado falla en proteger, agrava la herida de quienes ya cargan con el abandono.

La justicia no puede ser selectiva ni tardía. Tiene que ser ejemplar, pública y reparadora. Y si no llega desde arriba, sube desde abajo. Porque cuando lo público se desangra, lo privado no salva: lo que salva es la dignidad colectiva.

Esa que no se compra ni se factura, pero que puede —y debe— levantarse para exigir que lo robado se devuelve, que lo impune se castigue, y que lo justo deje de ser excepción.

jpm-am 

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
guest
1 Comment
Nuevos
Viejos Mas votados
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios
butifar co
butifar co
1 mes hace

Y se quedara impune, como se han quedado miles de casos de corrupcion desde que murio Trujillo.