Leonel: La crisis del yo en un político

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EL AUTOR es escritor. Reside en Santo Domingo.

El doctor Leonel Fernández está sufriendo una profunda crisis de índole política que está revelando   las propiedades particulares que definen su carácter. Desde su ascenso político Leonel se perfiló con un especial encanto que le ganó simpatía y le generó un encumbrado liderazgo y un sólido posicionamiento sobre el cual sostuvo un alto nivel de aceptación de su persona y de su propuesta política.

El hecho de vivir con la creencia de ser un predestinado y de que la historia y las circunstancias iban estar siempre a su favor ha sido parte del estrepitoso descenso que hoy lo atormenta y que se manifiesta en un ostensible cambio que afecta la imagen que por años había proyectado. Leonel se creyó   que la patria era su feudo particular y que él era el señor que impondría su voluntad siempre.

Desde que dejó el poder en el año 2012 su estrella comenzó a palidecer y hoy el haz luminoso que marca su caminar político se percibe opaco y con una lumbre cada vez más palideciente y lejana.

Leonel quiere volver al poder, pero las diligencias que hace en este sentido lo revelan como si alcanzar el solio presidencial fuera un derecho reservado que le corresponde a él y solo él, y todas las reglas y mecanismos institucionales deben responder a sus particulares pretensiones. Olvida que las reglas institucionales, las leyes y la propia Constitución aplican por igual para todos. Sus resabios no encajan en un ambiente normado por un orden institucional y democrático que él, autonombrado guardián de la Constitución, debe observar con mayor rigor y apego.

Sus descabelladas declaraciones de que se propone   incorporar exmilitares y ex policías para vigilar los votos en las mesas electorales es una muestra de que alrededor de su proyecto político hay desajustes notorios como resultado de una percepción de que sus posibilidades de triunfo en la contienda electoral se hacen cada vez más lejana y él no se ha preparado para eso. Da la percepción de que el orden y la dinámica que impone la democracia lo trastornan, lo enajenan y lo ponen fuera de todo comedimiento y racionalidad.

Esta situación que afecta la carrera política de Leonel Fernández ya   comienza a convertirse en una crisis de personalidad y compostura que más de un analista ya ha percibido y expresado y que, sin dudas, está repercutiendo desfavorablemente en la percepción de su imagen en amplios sectores de la población.

Su discurso oral, el tono de sus intervenciones públicas, su lenguaje corporal y sobre todo, el contenido de lo que expresa, ponen de manifiesto una seria convulsión interna que está afectando la vida   de un hombre que ya debe tener las suficientes satisfacciones para pensar que su carrera política debe terminar con la mayor altura y nobleza posible, por lo que es conveniente que observe un desempeño político más atinado, sabio y responsable.

Hay que tomar en cuenta que esas crisis de ego, esas hipertrofias del yo que en un determinado momento abaten la vida de algunos políticos pueden convertirse en crisis de los pueblos con graves consecuencias para sus ciudadanos. En más de una ocasión, Leonel Fernández, sobrecogido de un rabioso resentimiento, y confundiendo su voluntad con la del pueblo, ha dicho que, si no se respeta el designio mayoritario de los sufragantes, él dispone de otras vías para hacerlo respetar.

Esas amenazas, esas bravuconadas, esos desafueros antidemocráticos y ajeno a todo marco de respeto constitucional merecen una respuesta contundente y firme de toda la comunidad dominicana.  Si Leonel Fernández no tiene votos suficientes para participar en una contienda electoral democrática, que no apele a la fuerza y a la intimidación. Estos son tremendismo que esta sociedad no puede tolerarle a Leonel Fernández ni a nadie en absoluto.

Los tiempos del caudillismo montonero quedaron en el pasado, ahora tenemos una democracia con una policía y unas fuerzas armadas comandadas constitucionalmente por el presidente de la República, y nadie está autorizado para organizar fuerzas de orden público paralelas a las existentes para prevenir supuestas situaciones anómalas. Este es un exceso de un político desesperado.

La egolatría de Leonel, su insaciable sed de poder lo llevan a confundir su persona con la patria. Ya lo hizo en su partido. Se creyó que estaba por encima de todos sus organismos, que las leyes estatutarias tenían que ajustarse a su apetito de poder. No pudo lograr la nominación presidencial y si fue de los suyos. Ahora se abre otro capítulo, pero las pretensiones son las mismas. Si la dinámica democrática, si el orden establecido a través de la Constitución y sus leyes no coinciden con sus ansías de poder, entonces amenaza con constituir un mini Estado   con guardias y policías que estarán bajo sus órdenes para hacer cumplir su voluntad.

Leonel Fernández está haciendo una crisis de su yo político. Leonel está sufriendo de hipertrofia de su ego. Su pasión de mandar está haciendo crisis, por lo que necesita tropas armadas para defender su participación política. Leonel como opción de poder es una posibilidad menor, por eso todos los días se inventa algo raro que no encaja en el curso de un proceso electoral que debe encaminarnos a consolidar nuestra democracia como un pueblo organizado que ha optado por la paz. Debemos tomar en serio esta hipertrofia ególatra que manifiesta Leonel. Es el malestar, el síntoma de un líder que ha sido presidente tres veces, y a toda costa quiere serlo por una cuarta vez.

Más que ex guardias y ex policías que lo hagan sentir poderoso e imponente, Leonel Fernández lo que necesita es de personas prudentes y de mentalidad serena y reflexiva que lo asistan, lo orienten. Leonel necesita de personas que le digan que él no es la patria y que si él no vuelve a ser presidente el país debe seguir viviendo quieta y reposadamente como es la voluntad de Dios y de la mayoría de este pueblo.

JPM

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