La tercera vía por otra vía

En nuestro país, al estar tan arraigada la tradición cultural presidencialista motivada, en parte, por el caudillismo histórico, las secuelas, cuasi imperceptibles, de la dictadura trujillista y que, aún, los partidos tradicionales siguen siendo referentes electorales, el fenómeno político-electoral llamado outsider o de coyuntura parece surgirá, como en los Estados Unidos: de los “aparatos” políticos existentes; aunque aparente contradictorio. Y si miramos bien, en el PLD, dos figuras y una emergente –Gonzalo Castillo– han exhibido potencialidades reales de acceder al poder sin la necesidad, como en el caso de Correa y Macron, de crear alguna plataforma o Movimiento Político.

Visto así, el fenómeno político-electoral Gonzalo Castillo, se presenta como una suerte de tercera vía por otra vía, es decir, no se daría como un caso clásico o atípico fuera del sistema de partido tradicional, sino que surge de sus filas y sustentado por una franja orgánica-mayoritaria y bajo la guía e identificación de un liderazgo nacional -el del Presidente Danilo Medina– diestro en las lides partidarias, relación directa con el entramado de cuadros-bases emblemáticos y la impronta de una obra de gobierno de alta valoración ciudadana. A ello se suma, un escenario de primarias abiertas donde antigüedad partidaria o jerárquica pasan a segundo plano, y es novedad y empatía la que se enfrenta a liderazgos tradicionales y discurso político-electoral –del sistema de partido- que ya agotó ciclo y encantos en la sociedad dominicana.

De Gonzalo Castillo salir airoso, como se proyecta, del proceso de primarias abiertas –y se ensambla una unidad programática interna-, el país estaría inaugurando una nueva modalidad o vía de acceso al poder sin las incertidumbres o turbulencias que han generado las versiones clásicas o atípicas -del fenómeno outsider– establecidas en el otrora llamado nuevo mundo y el viejo.

Con ello, se estaría cerrando, también, un ciclo histórico del liderazgo que fue relevo –exitoso aunque con algunas deudas institucionales- de los grandes liderazgos nacionales Bosch, Balaguer y Peña-Gómez. Pero, además, estaríamos frente a la irrupción de un nuevo sujeto o liderazgo político cuyo fuerte no sería, necesariamente, la visión de partido en tanto ente catalizador único en la dinámica política y ejercicio del poder; aunque si más eficiente, disciplinado y de prioridades programáticas sectoriales tras el desarrollo y la planificación integral e institucional del país.

Y sería un giro propositivo para priorizar calidad partidaria, conjurar descrédito ciudadano hacia la clase política e integrar capas sectoriales de la población -juventud rural-urbana- que no han podido integrarse ni realizarse precisamente por trabas-colindancias entre poderes fácticos-políticos de mentalidad de usufructo. Además, sería el cierre de una arritmia histórica-cultural: el liderazgo de prolongada gravitación sociopolítica-electoral.

 of-am

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