La ideología de la Restauración de la República Dominicana

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EL AUTOR es abogado, escritor, historiador y embajador de la República Dominicana en El Salvador.

POR FERNANDO PEREZ MEMEN

La independencia del pueblo dominicano es un proceso que se inició con la proclamación de José Núñez de Cáceres el 1 de diciembre de 1821, continuó con Juan Pablo Duarte y los trinitarios el 27 de febrero de 1844, que es su parte central y llegó a su cristalización el 16 de agosto de 1863, cuando los restauradores izaron en Capotillo el lábaro patrio. Pedro Henríquez Ureña extendió este proceso – que denomina de intelección nacional – hasta el 25 de
noviembre de 1873 cuando el dictador Buenaventura Báez fue derrocado, y a partir de allí ya no se pensó en protectorado o anexión del país a una potencia extranjera.

La Restauración, en rigor, consolidó los ideales de independencia y democracia del pueblo dominicano.

En términos de orientación ideológica entre la independencia y la Restauración hay un lazo de continuidad, pues los ideales son los mismos: la constitución de una República Dominicana libre e independiente de toda potencia extranjera.

El movimiento de la Regeneración dominicana de Francisco del Rosario Sánchez y la ofrenda de su vida a favor del ideal emancipador, la muy positiva presencia de Matías Ramón Mella en la lucha restauradora como Ministro de
Guerra y Vicepresidente de la República en armas, y el regreso de Juan Pablo Duarte a la patria de su ostracismo en Venezuela, para unirse a los restauradores, son signos reveladores de la unidad del proceso emancipador
dominicano.

Los ideólogos de la Restauración, empero, tuvieron más alcance, más experiencia, y un alto y profundo sentido de la realidad nacional y universal que los trinitarios, lo cual era lógico y natural, si tomamos en cuenta la diferencia de época, el tiempo transcurrido de lucha, la práctica política y militar ya obtenida, y en rigor, el carácter popular de la guerra restauradora.

En el Acta de Independencia, tras enumerar una serie de agravios contra el pueblo, los incendios, persecuciones, fusilamientos inmerecidos, viudez de muchas mujeres y orfandad de muchos hijos…., se expresó: «Todo lo hemos perdido, pero nos quedan nuestra Independencia y Libertad, por las cuales estamos dispuestos a derramar a nuestra última gota de sangre».

La idea de que la independencia no se había perdido muestra de manera elocuente el lazo de unidad ideológica entre Duarte y los restauradores. El padre de la patria en su Proyecto de Constitución estatuyó que la independencia es inadmisible e inajenable, es decir, que ella nunca se pierde, que es intransferible, que es permanente. Concepto que hoy es la base fundamental del Derecho Público Internacional.

Otro aspecto de carácter político importante, revelador de la unidad ideológica entre Duarte y los ideológicos de la Restauración, es el relativo a la idea de la soberanía popular, que es propia del liberalismo democrático y que tiene su
base en Rousseau, lo cual testimonia lo avanzado y progresista del pensamiento del Patricio y los restauradores; nos referimos a la idea de que la soberanía es esencial al pueblo, y esencia es lo que define y determina a un ser, de suerte que la soberanía popular es lo que define a un Estado democrático.

Duarte en su proyecto de Constitución preceptuó en el Art. 19 “que la soberanía reside esencialmente en la Nación”, así la soberanía se extiende al pueblo, abarca todos los individuos por encima de diferencia de clase. De esta manera todos tienen el derecho a elegir y ser elegidos, sin las condiciones de ser propietario o tener renta y poseer la educación o la ilustración, lo que Maurice Duverger llama en su obra: Instituciones Políticas y Derecho
Constitucional el voto censitario y el capacitario.

La idea de que la soberanía es esencial al pueblo, difiere de la universalidad, mientras la primera abarca a toda la población, la segunda sólo se extiende a la clase propietaria e ilustrada que es una pequeña porción, la cual tiene el
derecho de ciudadanía, y puede ejercer todos los derechos políticos.

Esta idea de que la soberanía es esencial a la Nación se revela en el Decreto del Gobierno Provisorio convocando a una Convención Nacional datado el 30 de septiembre de 1864, que tiene como premisa fundamental que la soberanía reside esencialmente en la Nación.

Y la idea de la soberanía popular se manifestó en el Decreto ratificando la convocatoria de la Convención Nacional, del 24 de enero de 1865, cuando expresó: “Que toda soberanía, dimana directamente del pueblo, y que sólo cuando éste ejerce el Poder Electoral, sin coacción de la fuerza bruta, los intereses de la sociedad están debidamente representados.

La soberanía del pueblo se expresa por medio del voto, al que denomina Poder Electoral, y a través de él elije a sus representantes, o sus delegados, lo cual legitima su autenticidad. De ahí que el Decreto del 30 de septiembre de 1864, por el que el Gobierno Provisorio convocó una convención nacional, nos ofreció su concepto de legitimidad derivada de la expresión de la voluntad popular expresada a través del proceso electoral. En este tenor expresó: “que
para que un poder sea fuerte y estable es esencial que su nominación sea legítima”.

El alto sentido de ética política de los restauradores los enlaza con Duarte. Para el Padre de la Patria las autoridades tenían que gobernar para bien del pueblo, y no para beneficio propio, pues la patria es de todos y todos deben
cuidarla y defenderla, como formuló desde el principio su doctrina el gobierno restaurador. Luperón en sus Notas Autobiográficas escribió: Pueblo la soberanía que consistió en delegar, digámonos y repitámonos… que no es para
gozar de las corruptoras delicias del poder, sino para reformar las condiciones esenciales y las jurídicas de la vida dominicana, para lo que reivindicamos la soberanía delegada.

En el Acta de Independencia los restauradores justificaban ante Dios, el mundo entero y España, los justos y legales motivos que los han impulsado a tomar las armas “para restaurar la República Dominicana y reconquistar nuestra libertad”, y al constituir el Gobierno de la Restauración lo han hecho en cumplimiento del sagrado deber de reasumir sus derechos, que jamás delegarían en el gobierno dictatorial del General Pedro Santana.

En su exposición a la reina de España le expresaron: “lo único que apetecemos es nuestra libertad e independencia”.

En su proclama A los dominicanos el Gobierno Provisional exhortó a confiar en el interés con que vuestro gobierno se desvela por llevar a cabo la libertad y la independencia de la Patria.

De suerte que el objetivo esencial es la reasunción de la soberanía y los derechos y libertades del pueblo, en rigor, la independencia y el establecimiento del sistema democrático. Fruto de esta voluntad gubernamental es el restablecimiento de la Constitución liberal democrática de Moca del 19 de febrero de 1858, la más progresista del siglo XIX; por ser la que ofrece la mayor garantía a la sociedad.

La Constitución de Moca organizó al país dentro de los lineamientos liberales y democráticos, en un momento en que estos ideales cristalizaban en algunos países europeos y latinoamericanos. Tuvo una existencia efímera, desde el
21 de febrero de 1858, cuando fue publicada con toda solemnidad en Santiago de los Caballeros, entonces capital de la República, por la Revolución del 7 de julio de 1857 hasta el 27 de septiembre de 1858, cuando el dictador Santana,
al imponerse su movimiento contrarrevolucionario, la derogó, y restableció la Ley Fundamental conservadora y centralista del 16 de diciembre de 1854.

La Carta Magna de Moca tiene importantes rasgos característicos que la diferencian de otras constituciones del siglo XIX. Preceptuó un amplio catálogo de derechos políticos. Estableció por primera vez el voto directo y universal. Limitó las atribuciones extensas del Presidente de la Republica en la Carta Magna del 6 de noviembre de 1844, en su Art. 10, y la del 16 de diciembre de 1854, que hacían del mandatario un dictador constitucional.

Por ejemplo, no lo facultó para nombrar por sí a los oficiales superiores del ejército desde teniente coronel inclusive, hasta el más alto rango. Facultad que otorgó al Congreso.

Es una Constitución que valoró las regiones y las provincias. En este sentido se estableció por primera vez la descentralización administrativa. En su Art. 3 estatuyó que Santiago de los Caballeros era la capital de la República y
asiento del Gobierno. De esta manera los constituyentes de Moca rescataban el poder perdido del Cibao, que tradicionalmente estuvo supeditado a la capital. En el Art. 2 dividió el territorio de la República en tres Departamentos: el Seibo, el Ozama y el Cibao, estarían compuestos por juntas departamentales, las que además de legislar para sus respectivas circunscripciones debían seleccionar a los Senadores.

La vocación descentralizadora de los liberales cibaeños se revela también en el Art. 139, de la Ley Fundamental de Moca, que prohibió al Poder Ejecutivo imponer contribución departamental o comunal, sin el consentimiento de sus
respectivas corporaciones.

El fin de establecer un sistema democrático en nuestro país impulsó el pensamiento y la acción de los restauradores. Valoraron en su justa medida a la democracia, entendieron que la naturaleza y los principios de ella debían ser aprendidos y conocidos por el pueblo para vivirla satisfactoriamente, por lo cual entendieron que los gobernantes debían encuadrar sus ejecutorias en ella, y educar a las masas. En ese sentido el órgano del Gobierno el Boletín
Oficial se entregó a esa noble tarea patriótica.

En sus Comentario Editoriales sobre la Democracia, tras presentar algunas definiciones de ese sistema político, tales como: Gobierno Popular; el poder ejercido por las masas; y el partido político que tiene por objeto la igualdad de
rangos y derechos, pasó a glosar esta última.

La Democracia es el fanal del mundo. A sus habitantes eternos resplandores desparecen los privilegios que segregan las masas de la participación de sus derechos más hermosos…En cada una de las fases de ese esplendido fanal se deletrea libertad, unión igualdad. Lema divino de cada una de las nacionalidades modernas…Como fue de la religión cristiana en los caliginosos días del paganismo, así es la democracia en los presentes…La democracia es la
abnegación, la generosidad, el heroísmo; la escuela de las reformas en los diferentes órganos sociales,
el altar en que las almas de sublime temple los sacrifican todo, hasta la vida.

El editorialista con sumo entusiasmo glorifica el sistema democrático valorándolo desde sus orígenes en la antigüedad clásica griega: ¿Queréis saludar la virtud, la inteligencia, la sabiduría, el valor? No las busquéis en esos pueblos divididos por las barreras de las preocupaciones sino, en aquellos otros…estos que aman a la humanidad y no la oprimen; buscad, en fin, esas prendas en el seno de la democracia, cuna de Temístotles, de Sixto V, de
Temerlán, de O’Connell, y del héroe de Caprera. A ella y sólo a ella se deben todos los progresos y todos los
esplendores de la antigüedad y de la época.

De suerte que la voluntad de los restauradores está inspirada, orientada y estimulada para vivir en una real y genuina democracia, por lo cual la revolución está fundada en sólidos principios. En ese tenor expresó: La revolución dominicana es incuestionable, una revolución de principios. El espíritu del más acrisolado patriotismo le
dio vida en medio de la opresión.

El disfrute de los derechos y libertades que garantiza el sistema democrático es el noble propósito de la guerra restauradora, en ese sentido, el editorialista consideró que: … el propósito que ha impulsado la revolución desde el
24 de febrero, es un propósito noble, firmado en exacto acuerdo con la sublime doctrina del siglo XIX con la
doctrina de la libertad.

La democracia como estilo de vida y el ejercicio de los derechos y prerrogativas que dignifican el ser humano, era la más cara aspiración del pueblo dominicano. En el Acta de Independencia se testimonió que el pueblo se lanzó a la lucha con el objetivo de reconquistar la libertad, el más precioso derecho con que el hombre fue favorecido por el Supremo Hacedor del Universo. Y Luperon consideró que: …efectivamente la libertad que aspiran los campesinos, ya
fuesen ricos o pobres, no era en aquella época la política, sino la material de poder ir y venir sin el impuesto del
peonaje en la incomodidad del pasaporte; de pasear y bailar sin permiso; de comprar y vender sin cédula ni
escribanía; de poseer lo adquirido y de trasmitirlo a otro sin molestias; de gozar de un trabajo sin tener que dar una
parte por fuerza o por pagos de diezmos y primicias; de poder enterrar a sus muertos sin una infinidad de 7
formalidades que llenar. Querían la igualdad de derechos que le garantizaba la República.

El gran caudillo restaurador y más tarde líder del Partido Azul, percibió a la democracia como la base de la libertad. La igualdad de derecho, es su esencia. Y adherido a la idea de progreso-idea propia del liberalismo-tenía fe en que ese sistema a pesar de los obstáculos que le oponían las fuerzas del retroceso se impondría porque no se puede impedir la marcha de la civilización, porque el género humano camina adelante siempre en detalle a la muerte y en masa a la libertad, esa sublime idea resplandecerá victoriosa. No hay escollo, decía: … que la libertad y la justicia no salve, ni falso sistema que No se ahogue en las ondas del tiempo, porque la Democracia es, en fin, progreso, justicia y libertad.

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