La fidelidad en un mundo que te enseña a ser infiel

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EL AUTOR es investigador y empresario agroindustrial. Reside en Santo Domingo.

(Parte III)

Después de haber analizado y meditado sobre la fidelidad de Dios, en la entrega pasada, decíamos que no hay mayor sabiduría para el ser humano, que poner su confianza en quien, por naturaleza, nunca cambia, y por lo tanto, su fidelidad, al igual que Él, es eterna.

También decíamos que,  poner su confianza en Él, presupone que también debemos ser fiel a Él, y nos hicimos la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos nosotros ser fieles a Él, siendo débiles, sometidos a un mundo cambiante, dominado por las pasiones, el egoísmo y el ansia de poder?

El primer paso para ser fieles a Él, es decirle sí al Señor.  Y ese es un sí que respeta nuestra libertad, porque nosotros hemos sido llamados y predestinados a Él desde antes de nacer (Jeremías 1:5; Gálatas 1:15), pero Él nos ama hasta el infinito, por eso respeta la libertad con la que Él mismo nos creó, y, habiendo sido elegidos ya, espera que le digamos que sí a su llamado.

Todos los seres humanos hemos nacido para servir al Señor. Muchos no tienen conciencia de eso, y es posible que todavía nadie le haya llevado el mensaje. Cuando Dios se encarnó y habitó entre nosotros en la persona de Jesucristo, el llamado era directo.

El mismo Dios anunciaba el evangelio y llamaba a la conversión y a que le sigan, también llamó a los Apóstoles y a los discípulos, a éstos, después de resucitar y poco antes de subir al Padre; encargó llevar el Evangelio de salvación a todo el mundo; y es a través de ellos que actualmente recibimos el llamado, cada cristiano es un profeta del Señor,  anuncia su palabra y llama a la conversión.

Es decir, que primero somos elegidos, esa elección no depende de nosotros, después somos llamados, la respuesta a ese llamado depende de nosotros, y es así como Dios respeta nuestra libertad.

Después de haber dicho sí al Señor, tenemos que conocerle. De seguro que ese día que dijimos sí, apenas conocimos un uno por ciento de lo que es el Señor y de lo que puede dar. A partir del sí, tenemos que buscarle afanosamente, querer intensamente conocerle.

Escudriñar su palabra, entrar en el mundo de la oración para aprender a comunicarnos con Él, y en ese proceso, irnos negando a nosotros mismos, hasta que llegue el momento, que no seamos nosotros quienes vivamos, sino Cristo que viva en nosotros (Gálatas 2:20).

Y por último, viene la entrega, la entrega total. Es como decir “hágase en mi según tu palabra” (Lc. 1:38).  Es así como podemos ser fiel a Él, no con nuestras fuerzas, sino con las de Él, pues cumpliendo su promesa, envió su Espíritu Santo, para que podamos entonces cumplir sus mandatos y serle siempre fiel desde el momento en que dijimos sí.

Ser fiel en lo mucho y en lo poco

El que desarrolla esa virtud y ese valor de ser fiel, lo más seguro es que será fiel en lo mucho y en lo poco.  Pero así como en la vida de este mundo, los seres humanos en sus relaciones prueban la fidelidad de unos y otros en lo poco, para luego confiarle lo mucho, de ese mismo modo Dios actúa con nosotros.

Es como si fuera una prueba y a la vez un entrenamiento. En Lucas 6: 9-12 Jesús pone ejemplos que clarifican bastante este asunto y dice: “El que es fiel en lo insignificante, lo es también en lo importante…”

De modo que una vez decimos sí al Señor, debemos acogernos a las tareas del Reino que nos asignen, no importa que tan insignificantes sean. Y a medida que vayamos subiendo en responsabilidad, en esa medida irán llegando las pruebas, de menor a mayor.

En Mateo 25, el Señor también ilustra la importancia de la fidelidad en lo mucho y en lo poco para el Reino de Dios, lo hace mediante la parábola de los talentos.  Dios Padre nos regala, por gracia, talentos a cada uno, según su voluntad; y no importa el talento que nos hayan dado, si lo ponemos a producir para el Señor con fidelidad, entonces, en el Reino en lo mucho nos pondrá.

Porque aquí en la tierra, todos los talentos son pocos, comparados con los que tendremos en el cielo.  Pero si somos infieles al Señor con los talentos que nos dieron en la tierra, cuando el Señor reclame el resultado de haber puesto a trabajar esos talentos, entonces se nos quitará lo que se nos dio y seremos echados fuera del Reino, porque en lo poco no fuimos fieles, en lo mucho tampoco lo seremos.

Tenemos las herramientas para ser fieles con los talentos que se nos han dado aquí en la tierra, el Señor mismo nos proporciona esas herramientas,  debemos hacer uso de ellas y sabremos qué hacer para poner a producir esos talentos para el Señor.

Abrazos!

c.aybar@nikaybp.com

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