La desgracia de la impotencia

Impotencia «Calidad de impotente. MED. Disminución del grado normal de actividad de ciertos órganos o estructuras.»… «Impotente Adj. Que no tiene potencia o poder para hacer alguna cosa.» Desgracia: «Suerte adversa. Suceso o acontecimiento funest Ocurrir una desgracia. Mal que constituye un perpetuo motivo de aflicción»… Dicc. L. Encl. 2000. La impotencia es un mal que se adueña de una gran cantidad de personas, quienes no pueden hacer nada, para resolver sus desgracias. Los pobres, que siempre constituyen la mayoría de las personas de una sociedad, se sienten impotentes, cada vez que se decide poner un nuevo impuesto, incrementar un impuesto, subir los alimentos, o cualquier otra carga monetaria. La voz del pobre no vale nada, ante una sociedad injusta. De ahí que, el pobre es impotente. La impotencia se puede observar, en que los empresarios del transporte no están dispuestos a bajar los pasajes, lo cual beneficiaría fundamentalmente al pobre, quienes utilizan ese servicio. Sin embargo, se habla de eliminar el subsidio a estas empresas de transporte, lo cual impediría la rebaja de los precios del pasaje. En ambos casos, la clase impotente no se le toma en consideración. El pobre pide rebaja de alimentos, de pasajes, de medicamentos,… ¿y qué? Una impotencia se adueña de uno cuando visita a algunas familias, y puede observar la falta de masa en los músculos y caras de esas personas. Se pueden contar las costillas, porque no tienen membranas carnosas que las cubran. Son evidencias su pobreza las ropas descoloridas, las sillas deterioradas y sus camas hundidas. Son personas impotentes hasta para pensar, y mucho más para reclamar derechos. Y sobretodo, no se piensa en ellos en las oficinas de aire acondicionado. Los países pequeños se sienten impotentes ante aquellos países poderosos. Los pequeños venden su dignidad a cambio de migajas, pero no es por las migajas, sino porque no pueden enfrentar el poderío de aquellos. Los grandes países determinan sobre los subyugados en sus economías, su política migratoria, nacionalidad, en fin en todo. No es fácil tener el fuerte en contra del débil, ¿qué puede hacer el débil? La impotencia es un sentimiento que causa frustración, ante la imposibilidad de poder llevar a efecto la voluntad de una manera libre y soberana. Constituye un abuso social determinado, pero no sancionando aquellos causantes de ella. Estar en una condición de impotencia, es sentir una tristeza profunda y ser un simple espectador ante las realidades de su entorno. El impotente social no debe dejarse desanimar, pues solamente podrá vencer en la lucha continua. En el mundo del cristianismo, existe la desgracia de la impotencia. Son millones de personas que sienten el peso de una religión sobre ellos, puesto que se les impone sus creencias y hasta impuestos religiosos (diezmos, ofrendas diarias, ofrendas especiales, etc.), y aún se les enseña portar ciertos elementos en sus cuerpos, los cuales deben comprar. Asimismo, aquellos grandes religiosos, les hacen creer que ellos también determinan por el perdón de pecados y la salvación del individuo. Sujetarse a mandamientos de hombres en las iglesias, son formas de esclavitud religiosa. Todo creyente fiel, debe sujetarse a lo que dice el Nuevo Testamento de nuestro Señor Jesucristo. Y una de las verdades, en esta porción de la Biblia, es la libertad de conciencia, la libertad de ritualismos ineficaces, y el implantar el dominio propio, como causante de ser dueño de sí mismo. Un cristiano no debe sentirse impotente en su relación con Dios, pues ésta se obtiene directamente por medio de Jesucristo. Para evitar la impotencia religiosa, producto de la esclavitud que los hombres hacen, Dios ha puesto un solo mediador quien es Jesucristo; un solo camino, verdad y vida; un solo Pastor, Puerta, y Luz. El hombre sólo es instrumento para predicar, enseñar, pero no hace eficaz nada de lo que Dios ofrece al hombre. Por eso, Jesucristo dij «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer» Jn. 15:5. Debemos hacer que cada persona se sienta libre y potente para enfrentar la vida con los valores y facultades que estén a su alcance. En la tierra, sólo hay una vida, por tanto, arrepintámonos de hacer de la vida una imposibilidad a los demás; contribuyamos a que cada persona sea feliz. La impotencia social, económica y religiosa es causada, no heredada. Somos los humanos quienes no hemos aprendido a amar a nuestros prójimos; cambiemos de mentalidad y conducta. Dios le bendiga.

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