La ausencia de liderazgo inteligente

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EL AUTOR es abogado y político. Reside en Nueva York.

En la actualidad, hay una carencia de líderes, en el más amplio sentido de la palabra,  aquellos que sean reconocidos como tales más allá del ejercicio del poder, carecemos de líderes perdurables que trasciendan la temporalidad de las posiciones de poder que ostenten.

Este vacío de liderazgo no lo llenan los líderes “temporales o circunstanciales”, condenados a la opacidad y a la intrascendencia una vez que terminen sus funciones en el cargo que le da falsos seguidores.

La falta de líderes es motivo de incertidumbre, inacción, inseguridad, pesimismo, desorganización y poca confianza en el futuro y en nuestras potencialidades. En este ambiente los oportunistas y cazadores de riquezas se van apoderando del entorno, y con ello, llega la falta de orientación y la pérdida del rumbo sobre la nación.

La vida política dominicana desde hace un buen tiempo luce atomizada y rezagada, a causa, entre otros factores, por la ausencia de líderes inteligentes,  capaces de llenar el vacío dejado por Joaquín Balaguer, José Francisco Peña Gómez y Juan Bosch, quienes iluminaron toda una época con su sapiencia , inteligencia y entrega patriótica, haciendo, claro está, la salvedad de lugar.

En términos generales, el relevo generacional del liderazgo que cumplió su ciclo histórico y biológico,  no ha estado a la altura de los grandes líderes mencionados,  por lo cual nuestra democracia ha estado huérfana de hombres y mujeres que con su impronta marquen el destino y el futuro de la nación dominicana.

Esta falta de verdaderos líderes políticos, hace que muchos vean con nostalgia los tiempos en que las masas populares vibraban con el verbo y la magia seductora de palabras y discursos que imantaban el espíritu y que disparaban los resortes psíquicos del pueblo a un nivel cercano a la idolatría.

Ahora, a tono con la cultura light que predomina,  también tenemos líderes lights, descafeinados y deslactosados, insípidos, sin color ni sabor, tan ligeros que los vientos de la historia se los llevarán volando, ya que carecen de peso y consistencia en el tiempo.

Y además, tampoco tienen la visión de futuro, el ánimo y la voluntad para emprender el camino de progreso que solo trillan los grandes conductores de pueblo. Les hace falta el coraje y la capacidad para entablar acuerdo que salven el país del retroceso y pongan en marcha el pago de la deuda social acumulada.

Nuestra ausencia de líderes reales, se refleja en la práctica de una política sin proyectos de nación, deshilvanada, sin ilusiones, aquejada de anemia institucional. En la acera opositora, el panorama no se pinta muy augurioso, pues no se ve a nadie que sea capaz de arrastrar ni siquiera el voto del descontento con una gestión desgastada, pero que se empecina en continuar, aprovechándose de que la oposición no promete mucho, es decir, carece de figuras políticamente prometedoras.

Se podría argüir, que los distintos contextos históricos, tienen los líderes que demandan las circunstancias. Pero esa asertividad encaja perfectamente con la realidad nacional de la República Dominicana, pues los tiempos que vivimos, con la vuelta de los grandes conflictos geopolíticos entre las grandes potencias y guerras comerciales que están cambiando la faz del mundo, requieren de un líder nacional con trascendencia internacional, con arraigo popular en el ámbito local, que comprenda lo que ocurre en el mundo, y que se mueva entre los líderes mundiales para saber lo que se ‘cocina’ en los grandes centros de decisiones del mundo.

A esta altura del artículo, ya muchos de ustedes se estarán imaginando a quien me estoy refiriendo.

Un liderazgo trascendente,  un líder de altas dimensiones, no es quien puede arrastrar a un número respetable de seguidores en base a reparticiones de beneficios, cargos y prebendas.  No es el presidente de un gobierno, o del gran “amarrador” que haya ganado el puesto en base a habilidades y amarres, sino aquel que inspira confianza y genera lealtad. Es aquel que se sintoniza con las necesidades y deseos las masas irredentas.

No es aquel que resulta letal a la unidad de un partido, o aquel que pone en juega la cohesión interna, ni aquel que violenta pactos, estatutos, o preceptos constitucionales.

Por suerte, el país cuenta con un líder decidido a retomar la conducción del país para enrumbarlo hacia un estadio más avanzado de progreso, para quien no hay marcha atrás, sino un camino hacia adelante, hacia a un “pacto con el pueblo.”

Ese líder es el doctor Leonel Fernández, un liderazgo que involucra, que suma, que integra, que une, y que sobre todo, garantiza el triunfo del PLD y del país.

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