La Asistencia Vial, NO tiene Precio

Hace ya varios años regresaba desde San Francisco de Macorís hacia la Capital en compañía de un gran amigo puertorriqueño. Serían como las once de la noche cuando, luego de pasar Villa Altagracia y subir la loma del boricua, en el lugar denominado El Badén, se dañó mi vehículo.

Recuerdo que mi amigo, sin pensarlo dos veces y, quizás creyendo que estaba en su país, se desmontó y abrió la puerta trasera para buscar una laptop que llevaba en el asiento, yo, rápidamente, como cuando se dispara un resorte le dije, Luís, entra al vehículo y cierra la puerta que aquí nos pueden atracar.

Esa noche andábamos con nuestras respectivas computadoras, una cantidad importante de dinero, pues estábamos en viaje de negocios, nuestras pertenencias acostumbradas y él, tenía una gruesa cadena de oro, un guillo y un anillo de igual magnitud.

Asustado le dije, quítate todas esas prendas y escóndelas en algún lugar. Pusimos las laptops debajo de las alfombras, sacamos la mayor parte del dinero que teníamos en nuestras carteras y también lo escondimos, dejando un poco para que, si sucedía la predicción del atraco, los ladrones encontraran algo y, si éramos dichosos, se conformaban y se iban.

Llamé a mis amigos y les dije donde estaba, casi como una despedida. Logré comunicarme con un conocido que tenía una grúa, el cual me prometió que más o menos en media hora llegaría a rescatarnos.

Nos pusimos a rezar, nos encomendamos a Dios y nos preparamos para lo peor, lo cual estuvo a punto de suceder; pero, esa será otra historia. Solo les agrego que esos 40 o 50 minutos de espera, fueron los más largos y desesperantes de mi vida.

Ustedes no tienen idea de lo difícil que fue esa situación y de lo desprotegido e indefenso que me sentí. Créanme, en toda mi existencia, nunca me había sentido así, pido a Dios que jamás se me repita  y, espero, que a nadie le pase algo parecido.

El tema viene a colación porque, el pasado domingo 18 de septiembre, al final de la tarde, fui, a acompañar a otro gran amigo a visitar a su madre quien reside en Lomas Lindas. Cuando íbamos llegando al peaje de la Autopista Duarte, su jeepeta se sobrecalentó y tuvimos que detenernos.

Mi amigo, inmediatamente llamó a Asistencia Vial y, en menos de 10 minutos, se estacionó detrás de nosotros la unidad 1125 del Departamento de Asistencia Vial del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones.

Los militares que llegaron se nos acercaron con mucha amabilidad, aseguraron el perímetro para evitar algún posible accidente, verificaron el desperfecto del vehículo, descubrieron que se había roto una manguera, buscaron agua, trataron de arreglarlo, lo cual no pudieron lograr y, se quedaron con nosotros hasta que llegó la grúa en la cual regresamos a la Capital.

Waooo, que diferencia con la situación arriba señalada.

La cortesía y profesionalidad de los miembros de la patrulla 1125 hizo que el mal rato del vehículo dañado se convirtiera en un momento de total tranquilidad y de suma seguridad, donde el compartir historias y conversar animadamente de diferentes temas hizo que el tiempo transcurrido desde que se dañó el vehículo hasta que llegara la grúa, pasara sin darnos cuenta.

Definitivamente, La Asistencia Vial NO, tiene Precio.

Todos los ciudadanos que transitamos por las autopistas del país podemos sentirnos seguros y contar con un eficiente servicio de ayuda y protección inmediata que nos brindan las unidades motorizadas que vemos del MOPC.

Si es que no pasa una y se detiene ante su adversidad, basta con que usted haga una llamada telefónica para que, en cuestión de minutos y a cualquier hora del día o de la noche, le llegue la ayuda tranquilizadora que le hará menos difícil el momento.

Gracias por esto Presidente Danilo Medina y autoridades del MOPC.

Si parte del aumento en el peaje es con la idea de continuar mejorando ese extraordinario y excelente servicio, como dicen en mi campo ”poquito me lo jayo” y para concientizarlo a usted, amable lector, le repito una vez más que: La Asistencia Vial, NO tiene Precio.

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