Influencia política sin retornos

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El autor es escritor y periodista. Reside en Estados Unidos

La diferencia entre el individuo y su imagen es clásica de la naturaleza humana, quizás por esta y otras razones es que desde 1952 diversas agencias publicitarias han puesto en contexto la estrategia clásica de promover candidatos, populares porque trascienden en los partidos, más aún, carentes de capacidad para gobernar  con incidencia moral y objetiva los destinos de un país.

Para ese entonces, las agencias Batton, Baston, Durstine y Osborne, aceptaron elaborar planes estratégicos para vender la campaña electoral como una gestión publicitaria normal, contraria a la oposición evidenciada por un alto porcentaje de votantes que en pleno Siglo XXI, asumen como principio que el sistema político y el método de gobernar debe relanzarse para beneficio de la mayoría, no así para aquellos que pululan con exclusivismo en los partidos políticos.

En el país ha quedado demostrado, con la venia por cuatro o más años en el solio presidencial de los presidentes Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961), Joaquín Balaguer (1960-1962, 1966-1978 y 1986-1996), Hipólito Mejía (2000-2004), Leonel Fernández (1996-2000, 2004-2012), Danilo Medina (2012-2020) y Luis Abinader, actual presidente dominicano.

Abinader, en principio quiso cambiar el país; sin embargo, como decimos en buen dominicano, “se le fue el tiro por la culata”, se convirtió “en más de lo mismo” y en su interín ha dado continuidad al modelo polidireccional de los gobiernos pasados, enriqueciendo ilícita y a costa de los recursos públicos a su camada de ministros, funcionarios y seguidores de su gobierno.

Los promotores de los partidos políticos tradicionales son una retahíla de mentirosos, menguados, usurpadores de la democracia participativa y el despegue económico de la nación, o sea, los dominicanos estamos siendo dirigidos por un grupo de chupa medias, sin visión de gobierno, mercenarios aupados por una sociedad votante que ha sustituido la educación inicial, básica y superior por el soborno político.

La incidencia de modelarle a los partidos para trascender en la política y fortalecer los bolsillos, ganar adeptos e influenciar en lo más recóndito del poder mercurial, a los fines de aletargar la administración pública, es clásico del marketing político dominicano; que a la postre, venden candidatos que se contraponen al desarrollo contínuo de la economía, sin programas que se adecuen al avance tecnológico, educativo, democrático, sistémico y estable de la productividad.

Bajo estos argumentos, vemos que la política sin oportunismo, también es considerada como un arte, porque no sólo hace posible lo necesario, sino que hace un producto, ideas, sistemas o comúnmente un hombre, debido a que el medio no sólo influye y condiciona el mensaje, sino que actúa con dinamismo transformador en los diferentes públicos.

Por ejemplo, en la campaña electoral 2020-2024, los votantes expresaron concienzudamente su oposición al gobierno de turno (Danilo Medina), se opusieron con respuesta significativa al candidato peledeísta Gonzalo Castillo, además de eso, periodistas, comunicadores y lambiscones de los medios de comunicación fueron susceptibles  a trabajar adecuadamente las noticias.

Hoy quienes criticaban los desafueros de Leonel y Danilo, cavilan en su entorno promoviendo sus nuevas aspiraciones. ¿Será que no les ha ido bien con Abinader?

A mediano plazo, con premeditación mediática y el poder económico, los influencers de la política están conminando a la nueva generación juvenil a rechazar nuestros viejos valores, sin tomar en cuenta que en los viejos valores se anida la inteligencia para dirigir y administrar con severidad, ahínco y honestidad, o sea, estamos en medio de una influencia política sin retornos.

“El joven que no asevera y se deja dirigir por un entorno inverso a sus necesidades de superación está supeditado al fracaso”.

jpm-am

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Heinz N. Abreu
Heinz N. Abreu
3 meses hace

Bien dicho hermano creo algunos fans de los males no entiendan o aprendan de la historia