Hay locura en Nueva York por adquirir un iPhone 6
NUEVA YORK.- La Quinta Avenida es un hervidero a mediodía. Todo el mundo se mueve. Menos Jonah Wong y su acompañante. El joven de 19 años está sentado en una silla plegable contra una pared, cerca de la tienda oficial de Apple. Junto a él se alinéan unas 30 sillas más.
Lleva aquí desde principios de septiembre: «Quería ser el primero en tener entre las manos el iPhone 6», explica. Por eso viajó desde Hong Kong a la Gran Manzana con su amigo Eduardo.
Ambos desplegaron su campamento ante la tienda de Apple el 3 de septiembre. Y no fueron los primeros, puesto que ocupan el quinto y sexto puesto de la fila.
Los costes del vuelo y manutención los paga la marca de baterías Ravpower. A cambio, Wong tiene que vestir un pullover con el logotipo de la empresa.
Y la idea publicitaria funciona: cada cinco minutos algún transeúnte se detiene para hacerse fotos con él. El nuevo iPhone, más grande y fino que su predecesor, llegará a las tiendas el 19 de septiembre, y Wong tiene que aguantar hasta entonces.
Hasta ahora su vida en la calle ha transcurrido sin sobresaltos, explica. Para poder ducharse gratis se ha suscrito durante un mes a la asociación YMCA, y puede ir al baño en la tienda de Apple.
Cuando el hambre aprieta, uno de ellos se acerca hasta el restaurante de comida rápida más cercano. Por eso la silla de Eduardo está vacía en estos momentos.
Una turista se sienta en la silla libre, saca su smartphone y pregunta si puede hacer una foto. Aprieta el botón antes de recibir la respuesta, mientras Wong sonríe a la cámara.
«Durante el día hablamos con mucha gente y no nos aburrimos», cuenta el joven. «Pero por la noche a veces es difícil domirse», sentado y envuelto en un saco de dormir, con tapones para los oídos.
Siguen pasando turistas. Un poco más allá está sentado Hunter Kemp. Este productor musical neoyorkino de 25 años no es un gran fan de Apple.
«Quiero vender mi puesto (en la fila) más adelante», explica. Hace un año, durante el lanzamiento del iPhone 5s se formó una fila que daba la vuelta al edificio. «Algunas personas están dispuestas a pagar mucho dinero para no quedarse atrás», cuenta. «Cederé mi sitio por 2,000 dólares», afirma mientras señala otras tres sillas que también ha colocado en la fila.
Jean Anacreon, un vendedor de ropa de Brooklyn, tuvo esa misma idea y llegó a la Quinta Avenida con seis sillas. «Me quedaré con uno de los iPhones, el resto los venderé», asegura.
«Los años anteriores cada cliente podía comprar dos móviles. En cuanto salga de la tienda, me volveré a poner a la cola». De esa manera calcula ganar hasta 15,000 dólares.
Un hombre trajeado se para ante Anacreon. Cuando se entera de cuanto tiempo tiene que esperar todavía el joven de 23 años, abre los ojos como platos. «Es una locura», asegura mientras se aleja moviendo la cabeza. Anacreon sonríe: «Para él es una locura, pero yo lo veo como un buen modelo de negocio».