¡Hacia un Estado impotente…!!
Desde los albores de la creación del Estado siempre han existido calificativos que de una u otra forma han tratado de dejar establecido su manera de accionar ante la sociedad. Varios conceptos políticos han surgido que reflejaron algunas formas de gobierno, según el rol del Estado en su momento.
Desde los Estados autárquicos o dependientes, Estados conservadores o de bienestar, Estados legítimos o dictatoriales, Estado eficiente o Estado ineficiente.
Los Estados modernos han traído consigo, como consecuencia de la inclusión en sus cartas magnas, una amplia diversidad de derechos, muchos de ellos fundamentales, en favor de los ciudadanos que, sin lugar a dudas han generado la necesidad, de parte del Estado, de la creación de nuevos mecanismos para poder medianamente dar respuestas y satisfacer las necesidades generadas.
Además, la capacidad instrumental del Estado se ha visto decisivamente delimitada por los efectos de la globalización de las principales actividades económicas, los medios de comunicación electrónica y el crimen organizado.
El grado de libertad que tienen los gobiernos para establecer su política económica se ha reducido de forma drástica desde los años noventa, pues su política presupuestaria se ve atrapada entre los derechos tradicionales de los ciudadanos y las nuevas obligaciones impuestas por los procesos de la globalización y los exigentes derechos fundamentales generados en favor de las personas.
No hay dudas que el papel creciente de las instituciones supranacionales en las políticas mundiales, no implicaría jamás la desaparición del Estado, pero sí su debilitamiento, su legitimidad y fomenta irremediablemente su impotencia.
La dimensión estatal se torna impotente o ineficaz frente a los grandes y permanentes desafíos transnacionales, que no son una novedad, pero que ahora se complican, extienden y multiplican.
Ante ese panorama que se nos presenta, es evidente que un Estado solo no podrá responder jamás al conjunto de demandas que de manera permanente se le presentan.
Esa impotencia que ha venido mostrando el Estado en las últimas décadas, y que de alguna forma podría constituir una fuerte amenaza para preservar su legitimidad, ha dado pie a que se promuevan, cada vez más, iniciativas de alianzas con el sector privado para poder llevar proyectos de manera conjunta que al Estado por sí solo le resultaría imposible de ejecutar.
No hay dudas que el desarrollo e implementación de mecanismos de alianzas público-privada permite enfrentar de manera más oportuna las limitaciones presupuestarias tradicionales del Estado al promover la ejecución y operación de las obras y servicios por parte del sector privado.
Está claro que, en temas como la regulación financiera, el cambio climático o la lucha contra el crimen organizado, el Estado se ve sobrepasado por la escala de los problemas que los mismos generan.
Por todo lo dicho en el contenido de este artículo, resulta necesario plantear que el Estado, cada día más, se torna impotente para enfrentar satisfactoriamente los problemas que se generan en una sociedad, y esa impotencia, lamentablemente es percibida por la mayoría de la Nación como incompetencia.