Estas elecciones de Otoño

Confieso que por momentos y a pesar de que la polémica me seduce mas que cualquier otra cosa en la vida, tengo alguna aprensión a tratar el tema de las elecciones a celebrarse este otoño. Es tal mi preocupación por los eventos, que ya he dejado de hablar de ellos con mis amigos. A penas comento, no hago juicios de valor sobre los posibles resultados y he llegado al extremo de “mudarme” -electoralmente hablando- de mi distrito al Congreso de Washington.

 

Cambié al viejo Charlie Rangel por Joe Serrano, o sea, me he registrado en el Distrito 15, en lugar del Distrito 13. No quiero que mi voto tenga que decidir -ni a favor ni en contra- sobre quien va a ocupar el asiento del legendario Charlie. En cierta forma, es un émulo a la histórica decisión de Poncio Pilato; desde luego que guardando las diferencias de categoría entre los protagonistas y los acontecimientos.

 

Simplemente no quiero ser cómplice de lo que pueda suceder.

 

Pero donde mi desconcierto es mayor, es en los enfoques que ha hecho la prensa de la candidatura presidencial. La forma como se ha bombardeado la población de la costa este, especialmente los residentes de Nueva York, y la manera alegre con que se han dejado embaucar muchos de mis amigos mas cercanos. Esta embestida demócrata los tiene a todos atontados.

 

Consulté a Radhamés Santana, un trabajador dominicano, pero de profundo calado en el razonamiento y me dio una lectura que explica en cierto modo lo que sucede: “en NYC todo lo que se dice de Clinton es mentira, mientras que todo lo que se publica sobre Trump es absolutamente cierto; es una confabulación de los medios liberales al servicio de la candidata demócrata”

 

“El villano permanente es el candidato republicano, que para mi gusto, ha sido muy errático y desenfocado en la comunicación con la gente; pero esa no es la manera cómo lo ve el resto de los americanos, que son los que deciden finalmente; ahí están las encuestas” concluye sobriamente el amigo consultado.

 

Trump ha cometido todos los disparates que se pueden cometer en una campaña electoral. Y muy a pesar de ello, conserva una intención de voto sobre el 40%. Esto significa que cerca de los 60 millones de votantes no creen que el polémico empresario, hoy en roll de candidato presidencial, sea tan loco como él mismo se empeña en lucir. Este hecho explica en cierto modo, el enfoque que sabiamente nos presenta el señor Santana.

 

Yo advierto algo mas significativo aun: en el 2008, 68 millones de votantes se decantaron por Barack Obama, un evasivo senador que jamás se distinguió por enfrentar problema alguno, ni en el estado de Illinois ni en Washington. Su costumbre era votar presente (ni con uno ni con otro) y su elección fue categórica, muy a pesar de su famélico historial.

 

Claro está que tener un 42% de intención de voto -como tiene al día de hoy Donald Trump- no significa que se hayan alcanzado los 270 votos electorales que aseguran la presidencia, pero hay que entender que el candidato republicano no está tan mal en el país, como se siente estar en Nueva York. Además, hay que advertir que el hecho de que quien elige el presidente no es el votante de manera directa sino, el Colegio Electoral; y ello le agrega evidentemente, un cierto aire de eventualidad a la decisión de los votantes americanos.

 

De cualquier manera y a pesar de mi pretendido ostracismo, he de admitir, que si guardo silencio, valido la peor causa, la causa de la hipocresía y la simulación; la causa de los Clinton y de todo el “liderazgo” local, que no puede ser mas insípido, superficial y oportunista en extremo.

 

Paralelamente y sin menoscabo de la inducida simpatía que los dominicanos parecen profesar a la candidata de marras, asidua mentirosa e impenitente simuladora, tengo que aceptar que si las cosas no registran un giro significativo, empezaremos el año con la peor desgracia que nos pudo pasar desde septiembre 11 de 2001.

 

De vuelta a los días inciertos, solo nos quedaremos con la difusa agenda de los demócratas y el agreste sabor de haber festinado por siempre la lucha de mujeres y negros por dirigir la nación mas poderosa del mundo. Porque es evidente que después de Obama no hay posibilidad en el horizonte de volver a elegir otro negro o mulato; y lo mismo se puede colegir si cometemos el error -que ya parece real, aunque no inevitable- de investir como presidente a la peor de los dos candidatos.

 

Y hay que dejar claramente establecido, que en estas elecciones, habremos de decidir entre dos candidatos muy malos, aunque la peor es evidentemente la Clinton, que a lo largo de su carrera, no ha tenido un solo comportamiento digno, a la luz de los valores que rigen esta sociedad. Su imagen pública solo se equipara al de la mítica bruja blanca, que se mueve a todo galope sobre su escoba, sembrando miedo y desolación por doquier.

 

¡Vivimos, seguimos disparando!

jpm

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