Estampas Manieleras: El traje ceremonial
Por LUIS F. SUBERO
En el año 1950 el Prof. José F. Subero inició una serie de publicaciones en la revista Páginas Banilejas bajo el título de “Estampas Manieleras”. En una labor propia de un cronista, Subero rescata personajes, situaciones, anécdotas, muchas de ellas de finales de siglo XIX y principios del XX. Si bien es cierto que lo que el autor nos cuenta en esta Estampas no es materia que figurará nunca en un libro de historia, no por eso deben ser desmeritadas, pues muchas costumbres y tradiciones nacen de situaciones insulzas o banales. Al fin y al cabo la idiosincrasia de un pueblo se forja lentamente con los hechos de gente común y con situaciones que no tienen nada de heroicas o de epopeyas. En El Traje Ceremonial, Subero nos ofrece datos interesantes sobre el origen del poblado de Ocoa y su inicial relación con Baní; nos habla además de la fé religiosa de los fundadores y de la escasez y pobreza (no ajenas al resto del país en esa época) que justificaba la utilización del famoso Traje por todos el que lo necesitase.
El Traje Ceremonial
José F. Subero
Cuando se evoca el pasado vienen a la memoria los gratos recuerdos de un ayer romántico y feliz. El espíritu siente el baño de luz de días esplendorosos y de amenas horas en un ambiente de prosperidad y donde se relega al olvido los malos ratos que el humano ser pudo haber sufrido por ésta o aquella causa. De ahí que hay quienes digan y, con sobrada razón: RECORDAR ES VIVIR, ya que parece que el pesado carro de la civilización –presunción lógica- va aniquilando la sencillez rural de los hombres que vivieron mejores días, sencillez que fue timbre de orgullo, blasón inquebrantable, del hogar dominicano.
Fue a principios del siglo pasado que una enamorada pareja de banilejos sentó sus reales, e hizo su nido de amor, en esta agreste serranía, en ese entonces dependencia de la sección de El Cañafistol, de la hermosa villa de Peravia. Detrás de estos fujitivos (sic) heridos por el certero dardo de Eros, vinieron más banilejos, y azuanos y sanjuaneros. Y, para 1810 se habían construido aquí, en esta hermosa planicie, varias viviendas que acogían amorosamente a centenares de personas que dependían, como cañafistoleros, a la común de Baní.
Allí, a Baní, iban los manieleros a efectuar sus transacciones comerciales y, a la Parroquia de Baní, acudían los moradores de aquí, como buenos cristianos, a celebrar los bautismos de sus pequeñuelos. Y, de fama fue el traje ceremonial que guardaba el Viejo Solano para engalanar al Padrino actuante. Consistía este traje, como ejemplar atuendo, en saco y pantalón, que en un principio fue de rica franela azul oscuro y que luego llegó a ser de grano pólvora negra, cuyas mangas y ruedos estaban siempre al hilván para acotejarlos a la medida del brazo y piernas del ceremoniante padrino.
El último depositario de tan apreciada, cuanto respetada prenda, lo fue nuestro bien conocido don Miguel Báez Solano, llamado generalmente “Coja y Deje”, hombre de gran prestigio en el lugar, por sus dotes de gran decidor y de agudo ingenio. Este traje jamás se usó con fines pecaminosos, ni costumbre malsana, ni siquiera se le permitió a ninguno de los moradores llevarlo a ningún jolgorio, porque tenía, para ellos, la santidad de su cometido, tal era la severidad de las viejas costumbres de antaño, costumbres que contrastan con las de ahora, donde vemos lucir trajes, que si tienen la vetustez del de nuestro relato, solo salen para fines muy diferentes de aquellos del ayer romántico y feliz.
¡Quién pudiera hacer que estos trajes, que solo ven el sol de vez en cuando, o de cuando en vez, fuesen lucidos en edificantes actos que como el Traje Ceremonial, lleve a cada hogar ocoeño las sabias máximas del Rabí de Galilea, para curar almas y servir a sus semejantes como Dios manda!!!
Baní. Páginas Banilejas, P.23, Marzo 1950
JPM