Empresarios abusan de indigentes en Nueva York
NUEVA YORK.-Luego de una vida de drogadicción, Horace Bush decidió a los 62 años que desintoxicarse ya era cuestión de vida o muerte. Fue así que Bush, indigente acostumbrado a fajarse las camisetas y a planchar sus pantalones, se mudó a una casa para indigentes en Brooklyn donde supuestamente ayudaban a personas como él, en la que fue alojado en una habitación del tamaño de un lugar de estacionamiento junto a otros tres hombres.
Bush se inscribió en un programa de tratamiento de adicciones, del que salió nueve meses después decidido a mantenerse sobrio. Pero el hombre que dirigía la casa, Yury Baumblit, estafador de tiempo atrás y dos veces hallado culpable de delitos graves, tenía otras ideas.
Baumblit obtenía parte de los honorarios de Medicaid que recibían los programas de tratamiento para pacientes externos a los que obligaba a todos sus inquilinos a asistir, según comentaron habitantes y ex empleados. Así que le dio a Bush a elegir: si quería quedarse, tenía que recaer e inscribirse en otro programa. De lo contrario, le daría su cama a alguien más.
“‘Haz lo que quieras’. Eso me dijo”, recordó Bush.
Bush, muy delgado y de ojos tristes, quería evitar las calles y los refugios para indigentes a toda costa. Recurrió a su “medicamento” de elección: cerveza, con un poco de heroína y cocaína crack. Y se inscribió en un nuevo programa elegido por Baumblit.
En los últimos dos años y medio, Bush ha pasado por cuatro programas, sólo para no perder su cama, la litera de arriba.
Bush había caído en el inframundo de la vivienda en la ciudad de Nueva York, uniéndose a miles de otros solteros que se están recuperando de adicciones y no tienen a dónde ir. Las casas son conocidas como casas “de tres cuartos”, porque son vistas como un punto medio entre viviendas reguladas y casas de verdad.
Prácticamente desapercibidas y muy poco reguladas, las viviendas se han multiplicado en la última década, impulsadas por una campaña para reducir el número de refugios, la falta de vivienda asequible y directores sin escrúpulos.
Un funcionario de gobierno calculó de manera reciente que podría haber 600 casas de este tipo tan sólo en Brooklyn. No obstante, es difícil dar con números precisos. Las casas siempre están abriendo y cerrando, en vecindarios pobres principalmente en el Bronx, Brooklyn y Queens.
Las casas, a menudo ruinosas y llenas de plagas, están llenas de literas y de gente. Las salidas están bloqueadas y las rutas para incendio no existen. Las casas son consideradas ilegales puesto que violan los códigos de construcción con respecto al hacinamiento. Muchas se han convertido en picaderos, donde las personas tienen casi las mismas posibilidades de morir de sobredosis que de mudarse a una casa propia.
Empresarios oportunistas como Baumblit se han apresurado a abrir nuevas casas, convirtiéndolas en medios para aprovecharse del gobierno, según reveló una investigación de The New York Times. El objetivo es sencillo: habitantes vulnerables cuyas rentas y tratamientos son pagados con dinero de contribuyentes.
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