El carnaval electoral

 

 

Comenzó la fiesta. Es momento de despilfarro y desenfreno. Es el tiempo de la apuesta injuriosa, del combate de insultos y de la urgente creatividad. Tiempo de rumores y descalificaciones, de jugar con la imposibilidad de cotejo que afecta a la mayoría del colectivo, esa que cree lo que oye y forja nombradías y deshonra, sin posibilidad de evaluar, de rebatir falacias.
En el 2016 se repite la historia de campañas electorales del pasado, avalando con la reiteración la ausencia de propuestas.

Es una cháchara conceptual que encubre la ambición, la codicia y tanta frustración de esos grupos que anhelan mando aunque disfrutan de una principalía mediática y de aposento, que les permite incidir, provocar. Es el preámbulo del crujir de dientes que luego extorsiona, porque el tren pasa y vuelve y pasa y hay vagones vacíos que no llena el discursito huero de la bonhomía.

Cantilena cacareada en salas, salones, en programas y columnas. La banderola con la inscripción somos mejores y diferentes, alternativos y progres, valientes y eruditos, aunque ya tuvimos turno, oportunidad y acopio. El plañidero lamento que alega las mismas causas cuando se aleja el solio y jamás admite que el proceso de búsqueda ha sido fallido. Porque la holganza en política es más que pecado.

No es posible el receso, menos la hibernación. Para el reposo la bodega, no para el trabajo político.
Es el carnaval electoral, con sus disfraces, con afrentas y riesgos, con el peligro de la complacencia, porque en campaña todo vale.
Detrás de las sonrisas omnipresentes de los candidatos, está la negociación, el atado y el atajo.

Está la contumelia, el morral de promesas pueriles que un párvulo puede recrear en un aula y convertir en parodia el discurso del político. Es un breviario que cualquiera puede exponer siempre y cuando no exista la confrontación y la emocionalidad provoque aplausos y adhesiones.

Se acerca el momento y el páramo asoma. En las gradas esperan el empiece porque hasta ahora ha sido ensayo.
Falta y mucho. Una ristra de infundios aguarda el momento para la exposición, para el tira y jala que pretende votos. Los fuegos fatuos auguran el despliegue.

Amores, desamores, errores veniales y graves, sustituirán programas de gobierno. El método cala y encandila, más ahora cuando la chabacanería es norma y referente, la violencia se canta y se exalta y no hay quinceañera que no tenga en su fiesta a “La Para” porque “la vida se hizo pa goza y má na.”

Es el abc de otro tiempo actualizado, el balbuceo de quienes quieren su turno, participar en la asamblea de accionistas para disfrutar beneficios postergados o encubiertos tras el favor a la parentela y el uso de interpósitas personas. Aparecen, a veces, aguafiestas con memoria, sin esas onerosas ataduras que compran silencios, omisiones. Rebaten las aviesas distorsiones que suscribe la medianía y repite sin contexto.
El 15 de mayo las urnas decidirán 4213 cargos. El número desvela y el trabajo de los 14,512 colegios electorales será enorme. Es la última elección que incluye el mismo día las autoridades municipales. Se abre un telón con cortinas raídas, madera carcomida, libreto huero.

La caravana pretende pescar con atarrayas en un río de piedras. A pesar de las máscaras, la identidad es conocida. Es fácil prever acusaciones, temores, augurios tremendistas.
El carnaval electoral ya no lo preside la honorabilidad sempiterna ni la sotana.

No se pliega al dictado de embajadas que torcían el pulso de la docilidad amanuense que presidía la Junta Central Electoral –JCE-, presta a complacer demandas internacionales y a satisfacer apetencias de la inconformidad sin respaldo de electores.

El problema para aquellos que escogieron como adversarios a la JCE y a su presidente, es que el hombre no es patricio ni lacayo. Es difícil de domeñar o de engatusar con sibilinos y sabios consejos del sanedrín que pierde fuerza cuando la ley se cumple. Atención: comenzó la fiesta, también el desfile.

jpm

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Sigfrido Alberto Bueno Oviedo
Sigfrido Alberto Bueno Oviedo
7 Años hace

No escribe una linea que sin usar terminos cuidadosamentes escojidos de diccionarios de terminos nunca usados por la poblacion a la que se dirije, muy cursi, muy importante.