El ALCA: La alianza que no pudo ser

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EL AUTOR es diplomático. Reside en Santo Domingo.

Como un mecanismo de inserción global, los países del Caribe, salvo honrosas excepciones, pasaron a respaldar la iniciativa del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), cuya propuesta se formuló en la ciudad de Miami, en diciembre de 1994.

En términos prácticos, el ALCA fue el nombre oficial con que se designó la expansión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Estados Unidos, México y Canadá), al resto de los Estados del continente americano, excluyendo a Cuba.

Pero, a partir de la Cumbre de 2005, en Mar del Plata, Argentina, el ALCA sufrió un gran revés y entró en crisis en América Latina y el Caribe, al punto que actualmente es un proyecto fallido.

En su versión original, el ALCA planteaba la gradual reducción de las barreras arancelarias en 34 países de la región, por lo que habría que concluir que ello tendría un gran impacto en sus economías ante la inminente incursión en el vasto mercado estadounidense.

Lo que daría paso a un nuevo tipo de integración regional de cara a una integración continental plena con los Estados Unidos. Que, dada la capacidad hegemónica del país rector del ALCA frente a las languidecidas economías, demandaba del fortalecimiento estructural en los bloques económicos sub regionales a fin de nivelar las asimetrías propias de ambas regiones.

De modo que el ALCA pasaba a ser una integración continental, con la característica y capacidad de haber sido el tratado de integración esperado; pero, tan trascendental proyecto debió presentar algunas bondades respecto a contribuir a superar las marcadas desigualdades de desarrollo entre los países de la región y los Estados Unidos. Lo que exigía la presencia de una especie de comité de preparación, para compensar las pequeñas economías y alentar su incorporación gradualmente al nuevo modelo de integración.

Uno de los principales críticos del ALCA fue el presidente venezolano Hugo Chávez Frías (1954-2013), quien lo calificó como un tratado de adhesión en perjuicio de Latinoamérica y el Caribe. Y, como contrapropuesta a este modelo, el presidente Chávez presentó la creación de la alternativa Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA).

Por su parte, Luis Ignacio “Lula”, expresidente del Brasil, y el fallecido expresidente de Argentina, Néstor Kirchner, no se oponían al ALCA pura y simple por oponerse, sino que más allá de ver una real amenaza al proceso regional de integración, le preocupaba la política de subsidios a la agricultura por parte de EE. UU., lo que se traducía en una competencia desleal en perjuicio de los productores agropecuarios del cono sur.

Y, por ello, emplazaban que el referido tratado fuera de libre comercio real, condicionándolo principalmente a la eliminación por parte de los Estados Unidos de los subsidios a éste importante sector y a la provisión de un acceso efectivo a los mercados, que contemplase las necesidades y las sensibilidades de todos los socios.

Uno de los temas más polémicos del ALCA, propuesto por los Estados Unidos, fue el relacionado con los derechos de propiedad intelectual y patentes.  En lo relacionado con el tema de las patentes, analistas latinoamericanos han censurado el interés de los Estados Unidos de querer patentar todo, desde invenciones, descubrimientos, mitología indígena hasta seres vivos.

En todo este enfoque subyace la idea generalizada de que las naciones dominantes aceptaron la descolonización política del mundo subdesarrollado en los años de posguerra, solo porque estaban seguros de poder mantener la propia hegemonía económica en los mercados internacionales.

Frente a la imposibilidad de implementar el ALCA, los Estados Unidos han optado por los acuerdos bilaterales cimentados en diferentes niveles de desarrollo entre los países implicados, sin que exista un programa de transición para su adecuada efectividad, que logre aminorar las grandes asimetrías que implica un tratado con la primera economía del mundo.

Lo que en cierto modo explica el espíritu que podría haber tenido el ALCA, que en principio proyectaba priorizar el mercado y las mercancías, y no al hombre y sus necesidades sociales y humanas. Todo lo cual explica la lógica de la resistencia de los pueblos al ALCA, y la no acogida por parte de algunos países y gobiernos de América Latina y el Caribe, terminando por sepultar las aspiraciones de Estados Unidos en este aspecto.

No obstante, debemos reconocer que con el fracaso del ALCA se perdió la oportunidad de conformar uno de los mercados más grandes del planeta. Especialmente en lo que respecta al flujo comercial continental, el fortalecimiento de inversión de capital, de incorporación de nuevas tecnologías, de ampliación de mercados y generación de empleos y riquezas. Es por ello que ambas partes han sacrificado una excelente oportunidad que pudo haber contribuido a elevar la calidad de vida de sus respectivos pueblos.

Ante el fracaso de la iniciativa de integración propuesta por los Estados Unidos, es oportuno reflexionar sobre la importancia de darnos tiempo hasta encontrar un punto de inflexión que nos permita mediante una visión equilibrada arribar a un gran acuerdo.  Particularmente, si tomamos en cuenta que el coloso del norte fue más allá y suscribió convenios comerciales bilaterales con un número considerable de países de la región sin condiciones especiales algunas.

Por lo que se podría colegir que no obtuvo la gran presea del ALCA, pero relativamente terminó imponiendo su ideología del bilateralismo comercial en contraposición del multilateralismo que implicaba la integración plena del continente americano.

Ahora, ante la reciente victoria del líder brasileño, Lula da Silva, pudiera esperarse un relanzamiento de la ruta por la integración regional, que eventualmente pudiese coincidir con una convergencia continental, si tomamos en cuenta la imperiosa necesidad de los amigos del norte de contar con una iniciativa que le sirva de contrapeso a la avasallante presencia de China en el mundo, lo que lo convida a ser flexible, comprensivo ante la región latinoamericana y caribeña a fin de lograr un adecuado equilibrio frente a la nueva reconfiguración geopolítica global.

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