Educando a los hijos

Todos hemos sido hijos, aunque ahora seamos padres. Dice un refrán: «Hijo fuiste y padre serás, como tú hiciste así te harán.» Las quejas de los padres por las conductas de los hijos, no es más que la proyección de lo que ellos fueron cuando desobedecían a sus padres. El mundo ha vivido una hipocresía, pues se culpa a los hijos y se exalta a los padres, pero olvidamos que eso mismo hacían los padres de los que hoy son padres. Siempre una generación culpa a la siguiente de los errores de comportamientos, eso permite callar las conciencias culpables.

Jesús el Cristo, hablando con los judíos religiosos les dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiésemos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? Mt. 23:29- 33.

Cada generación se identifica de una manera u otra con la anterior, pues recibe su influencia. De ahí que, si no hay padres educados, sanos en valores, amables, honestos, sinceros, serios, entre otras cualidades que deben adornar la vida de las personas, tampoco podremos tener hijos que se aferren a esos valores. En consecuencia, las futuras generaciones serán el producto de lo que somos nosotros. Si entendemos esta realidad, cada padre debe tomar en consideración que lo que él hace hoy, será lo que, en gran parte, sus hijos harán mañana.

Existe la idea de que  la próxima generación será mejor que la presente, mientras otros afirman que la generación pasada era peor que la ésta. Eso no es verdad, no hay ni mejores ni peores, cada una es diferente en algunos aspectos y viven situaciones similares, pero no iguales. Sin embargo, hay rasgos comunes, que deben ser considerados, como parte de la genética social, que es en gran medida la genética familiar. De ahí que, cada padre debe analizar los anti- valores hereditarios de sus antepasados, para que trate de corregir y poder enderezar a los hijos para que no cometan los mismos errores de sus ascendentes.

Por eso Dios, corrigió la conducta que había antes y que se convirtió en refrán entre los israelitas: …» Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis que usar este refrán en Israel… Y si dijereis: ¿Por qué el hijo no llevará el pecado de su padre? Porque el hijo hizo según el derecho y la justicia, guardó todos mis estatutos y los cumplió, de cierto vivirá. El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.» Eze. 18: 2b.- 20.

Dios no castiga a los padres por los pecados de los hijos. Los hijos son responsables de sus hechos; Pero, tampoco castiga a los hijos por los pecados de los padres, por eso el bautismo de infantes no es correcto, ya que el bautismo es para perdón de los pecados que el individuo ha cometido. El niño nace sin pecado, y sólo es pecador cuando teniendo la debida conciencia comete acto reñido con la palabra de Dios. Dijo Dios: «He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare esa morirá» Eze. 18:4.

Los hijos deben educarse dentro de los límites que Dios nos da. Si hoy tenemos una sociedad corrupta, sin valores morales ni espirituales, se debe a que no se educó correctamente. Los poderosos educan a sus hijos para que sean cabezas y no colas; pero, también enseñan a explotar a las colas, para que nunca sean cabezas. Mientras los pobres educan a sus hijos para que sean pobres, como si ser pobre fuera un privilegio: «pobre, pero honrado.» Esa enseñanza, tiene intrínsecamente una connotación de no luchar para salir de la pobreza, y también de dejarse explotar, porque ellos deben siempre ser fiel a la familia hereditaria del amo.

La enseñanza debe ser de valores, pero sobretodo de valores cristianos. El apóstol Pablo escribió: «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor» Ef. 6:4. La educación cristiana implica que se enseñe en relación a lo que Dios ha mandado, y no en otra dirección; eso permite una educación común y por ende será una bendición en la prosperidad de las familias. Una misma educación generará conducta similar. Una sociedad dividida en educación nunca progresará, pues los intereses producto de esas educaciones, la destruye.

Hay que educar a los hijos para la convivencia social. Pero, es necesario que se dé valor no a «los vivos,» que son los que se tragan a los educados, sino a los que tienen valores. La joven que va a buscar trabajo en una empresa, cualesquiera que sea, si va con ropa decente y con un comportamiento sano difícilmente consiga el trabajo, pues la que consigue el trabajo es la que provoca los instintos morbosos. En consecuencia, hay un mundo dividido donde las incapacidades, los anti- valores se imponen. Debe haber una educación inclusiva para todos.

Educando a los hijos, con el coraje y sabiduría debida. No podemos aceptar lo malo como bueno, a pesar de los problemas que hay, aún así hay que dar la mejor educación a los hijos. La educación en las familias, pues no son los títulos, ni los apellidos que educan. Por eso, creo que la educación debe ser la misma que recibió Jesucristo de su padre José y de su madre María. A los doce años pudo discutir la palabra de Dios con los corruptos principales sacerdotes del judaísmo. Además creció en sabiduría con un carácter firme, sin ningún tipo de dobles, de ahí que no pecó. Dios le bendiga.

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