Durante 8 días se calló el desembarco guerrillero del 14 de junio 1959
PEDRO GIL ITURBIDES
Subía las escaleras de la entrada de la avenida Mella del diario “La Nación”, cuando sonó la sirena. Me dirigía a la Dirección, para entregar a don Manuel Valdeperes, mis “Palabras Secantes”. Eran una especie de crucigrama simplificado adoptado por don Manuel para justificar el pago del periódico.
Si bien conocía el estrépito de aquella sirena, pues estaba cansado de escucharlo desde muchacho, no pude menos de sobresaltarme.
En el zaguán, tal sonido retumbaba hasta volverlo molesto.
En vista de tal bulla, salté peldaños y apresuré el paso. Deseaba dejar atrás tan ensordecedor estrépito. Y por supuesto, saber por qué se ordenaba tocar la sirena.
Don Manuel cruzó desde su oficina a la Redacción, en donde daba instrucciones a don Jaime Lockward, jefe de redacción. Trujillo, dijo, hablaría un rato después (eran alrededor de las 3:00 de la tarde) en alocución a transmitir por “La Voz Dominicana”.
Rafael L. Trujillo no era el presidente de la República, sino su hermano Héctor Bienvenido. Más todos cuantos vivíamos en el país estábamos conscientes de la posición omnímoda del Jefe. Era el poder detrás del trono.
Aquella intervención de Trujillo sirvió para anunciar la invasión de un grupo de jóvenes dominicanos por el aeropuerto militar de Constanza. Utilizaron un avión camuflado con insignias de la Aviación Militar Dominicana, AMD, y pilotado por el Capitán Juan de Dios Ventura Simó.
Éste, por cierto, era un oficial desertor de la AMD en actividad de colaboración con las fuerzas antitrujillistas organizadoras de aquella invasión.
En su alocución, Trujillo acusó a los gobiernos de Venezuela y de Cuba del patrocinio de esta acción, consagradora de una hornada de héroes libertadores.
Amenazó Trujillo al gobierno de facto de Cuba, inaugurado el 1 de enero anterior y al gobierno democrático de Venezuela, de represalias de parte del gobierno dictatorial encabezado por él.
Recordó Trujillo que la misma distancia existente entre Caracas o La Habana era la que separaba a la República Dominicana de esas dos ciudades. Y dijo, además, que las cabezas de los invasores habrían de volar como mariposas.
En las mismas horas de la alocución de Trujillo, el 22 de junio, llegaba otro grupo de jóvenes por las costas de Maimón y Estero Hondo. Las acciones contra los últimos resultaron más rápidas que los combates del centro del país.
A los últimos se les esperaba y la Marina de Guerra pudo hundir la embarcaciones antes de arribar a las costas. El aterrizaje en la base aérea de Constanza, fue sorpresivo, si bien el piloto Ventura Simó fue apresado y con él se montó una farsa.
Haciéndole presión con matar a la esposa e hijos, se le requirió presentarse en televisión para informar había servido como un doble agente de Trujillo. En ese papel, engañó a los jóvenes a quienes trajo a una trampa.
No obstante lograr dijese esto por los canales de “La Voz Dominicana”, fue sacrificado unos días después al ordenarle montase en un avión derribado desde tierra, aunque el anuncio hecho tras la caída del aparato, fue que sufrió una avería en el motor.
Las razones que tuvo Trujillo para no anunciar la invasión desde la llegada del grupo del 14 de junio nunca se conocieron oficialmente. Guido Gil nos dijo a Gregorio García Castro y a mí que fueron razones militares.
Guido tal vez no obtenía información de fuentes irreprensibles, pero, como reportero en el Palacio Nacional, tuvo a su alcance datos colados por fuentes no oficiales. Una de esas noticias oficiosas fueron las razones de la destitución del general Rodolfo Leyba Polanco, del frente de Constanza.
Fue sustituido por quien en ese momento era un coronel piloto, Mélido Marte Pichardo.
Con una estrategia basada en el lanzamiento desde los aviones de la AMD de bombas de napalm, en tanto la infantería acordonaba a los invasores, Mélido logró la rendición o entrega rápida de los invasores.
Pero los de este modo vencidos, en realidad, estaban cayendo en una trampa siniestra, en la cual la insania criminal alcanzó una expresión inaudita.
Pero de esa maldad les contaré en un siguiente escrito. Les adelanto que más allá de las inenarrables expresiones de la muerte, surgió el siguiente movimiento antitrujillista, esta vez de carácter interno.