Dos semanas santas para recordar

Hay dos Semanas Santas para recordar, la primera es del tiempo de Jesús en los últimos días de su vida mortal y que fraccionó la historia de la humanidad; la segunda es el período actual del año 2020 cuando la pandemia coronavius azota el mundo.

Los cristianos conmemoran la Semana Santa o Semana Mayor a los siete días de acontecimientos en Jerusalén que impactaron de tal manera a la Civilización Occidental, que se seccionó la historia humana en dos épocas o periodos, que conocemos hoy como “a. C, (Antes de Cristo)  y “d. C., (Después de Cristo) o E.C. (Era Común), para usar símbolos neutrales. Al centro de los hechos que provocaron el cambio en la historia de la humanidad está Jesús de Nazaret de Galilea, el profeta, maestro, predicador y sanador, quien fue una figura mesiánica en Palestina alrededor de los años 04 a.C. al 37 d. C.

Jesús de Nazaret configuró por toda la región de Palestina como el esperado Mesías e Hijo de Dios, anunciado por los profetas de Israel durante siglos y esperado por el pueblo hebreo. Posteriormente este es aceptado e idealizado por los cristianos.                                                                                                                                                                                   

Los autores de los cuatro evangelios  del Nuevo Testamento; Mateo, Marcos, Lucas y Juan, narran los hechos de los últimos días de Jesús y describen los pormenores del ambiente imperante en Jerusalén en aquel entonces. Estos escritos relatan las componendas de las autoridades del Imperio Romano que gobernaban en Palestina y se mantenían  mezclados en intrigas políticas con los  religiosos  conservadores del  Sanedrín (el Consejo Supremo Nacional y Religioso de los judíos).  Estos estaban implicados en intrigas políticas, enredos por la rigidez de las leyes de Moisés y el Talmud (conjunto de leyes y tradiciones) en defensa de la presencia del los  gobernantes del Imperio Romano y tenían participación con quienes  persiguieron, traicionaron, apresaron, flagelaron y dieron muerte a Jesús, el llamado Hijo de Dios en la colina del Calvario, un sitio cercano al exterior de las murallas de Jerusalén.

Los hechos que convulsionaron a la ciudad de Jerusalén durante los siete días encuadrados como “Semana Santa” y que influenciaron  a los pueblos conocidos de entonces alrededor del mar Mediterráneo, y luego al mundo, motivaron el cambio que dividió la historia de la humanidad  en las dos épocas a .C  y d. C.  Esta posición histórica en “antes” y “después”, es conocida y aceptada en todos los pueblos y  las culturas del globo terráqueo.

 La primera Semana Santa fue motivo de acontecimientos que fraccionó la historia religiosa, cultural y social; mientras que este período del año 2020, por lo visto, (por el momento) está sirviendo para la unanimidad de pueblos y naciones en todo el  mundo; pues, de modo mancomunado se manifiestan interés y se promueven estudios y hechos en el colectivo y universal para el bien común en lo científico, los derechos humanos, la búsqueda de mejoramiento socio económico  y otras áreas de actividades necesarias en la Tierra.

Los grandes acontecimientos de la llamada Semana Santa influyeron de manera tan significante que resultaron en cambio permanente de la historia de la humanidad. Esto nos motiva a recordar el pasado, analizar el presente, y proyectar el futuro con mentalidad clara y planes concretos.

Estamos en medio de rápidos y variados cambios en el mundo y como se percibe que todo va a  evolucionar a través de los venideros siglos se hace menester que haya estabilidad y permanencia con firmeza en las virtudes,  los principios ético-morales, con voluntad propia y  la ayuda del Supremo Ser. Es preciso el mantenimiento la fe fortalecida, la esperanza siempre arraigada y el amor puro y sincero. Esta condición debe ser abrigada y creciente en todas las relaciones con Dios, con el prójimo y en paz con uno mismo.

Los cambios continuarán a través del tiempo, se relajarán algunas buenas y sanas tradiciones de la fe, prácticas y cultura religiosas cristiana; por tanto, es nuestro deber acercarnos más y mejor a Dios, y hacer introspección para aliviar los tormentos de la vida, conducirnos con dignidad,  y estar en comunión los unos con los otros ahora en la Semana Santa y siempre.

Las actividades de la historia de la humanidad cambiarán;  pero el reino de Dios y su justicia continuaran por perpetualidad, y estamos obligados a esforzarnos en hacer efectivos esfuerzos de nuestra parte, para el establecimiento del dominio del reino de paz y sosiego, que no tendrá fin, (Apocalipsis 29: 11-14 y 21:1), o como el Punto Omega de Pierre Teilhard de Chardin. SJ. (24 enero 2010).   

ta_isaac@yahoo.com

JPM
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