Después del trabucazo de la Independencia Nacional (2)

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EL AUTOR es abogado e historiador. Reside en Santo Domingo.

La última reunión celebrada en la tarde del 28 de febrero de 1844 entre las acorraladas autoridades usurpadoras haitianas y los independentistas dominicanos concluyó con la capitulación de las primeras.

Para tales fines se redactó y firmó un documento con un solo párrafo motivador y 10 artículos, los cuales formaban lo que en Derecho se define como el tema Decidendum.

Dicho acuerdo no se comenzó a cumplir de inmediato, sino al día siguiente (29 de febrero, pues el 1844 fue un año bisiesto), con la entrega a los dominicanos de la plaza de Santo Domingo, “dada la avanzada de la hora”, según reza el último de los artículos aludidos.

Entre otras cosas se acordó: Respetar y proteger a las familias haitianas y garantizar las propiedades que adquirieron legalmente; así como una salida honrosa de los funcionarios públicos.

El artículo 7 ponía a cargo del cónsul francés en el país el control de las armas de las tropas “que componen la guarnición de Santo Domingo”.

Textualmente se dispuso como excepción que los oficiales haitianos en retirada, “conservarán las suyas y no están obligados a hacer la entrega de ellas.”

Algo a destacar de esa capitulación es que luego de las firmas de los comisionados dominicanos y haitianos hay un acápite demostrativo de la intromisión en los asuntos internos dominicanos de la otrora potencia francesa.

Así redactaron el último párrafo de la susodicha rendición: “Visto y sellado por el Cónsul de Francia. Firmado: E. de Juchereau de Saint-Denis”.

Más detalles de ese documento de nuestro pasado pueden leerse en las páginas 155 y 156 del primer tomo (publicado en el 1913) de la obra titulada Boceto Histórico del Descubrimiento y Conquista de la isla de Santo Domingo, de Casimiro Nemesio de Moya; un dominicano de vida agitada en la política criolla, pero con “espíritu de altura” cuando ejerció funciones públicas en diferentes circunstancias, y de “espíritu crítico” y erudición al abordar temas de interés histórico.

Pocos días después de la firma del referido acuerdo las fuerzas conservadoras dominicanas modificaron las estructuras dirigenciales de la Junta Central Gubernativa. Lo hicieron en complicidad con el referido cónsul, que orquestó un siniestro juego de ajedrez político con resultado cantado de antemano, en una labor de zapa en contra de los ideales trinitarios.

Ese fue un proceso indetenible para relegar en poco tiempo, de la gobernanza del país, a  Duarte y sus seguidores.

Más que lo anterior, muchos de los trinitarios fueron víctimas de muerte, cárcel o exilio. Para lograr sus objetivos los afrancesados, y demás conservadores, utilizaron contra los liberales acusaciones descabelladas y emplearon alegatos manidos, como se ha podido comprobar al examinar esa etapa del ayer dominicano.

Es importante señalar que uno de los hechos de mayor relevancia, no muchas horas después de entrar en vigencia la soberanía nacional, fue el comunicado oficial del 1 de marzo de 1844, en el cual se declaró lo siguiente:

“La esclavitud ha desaparecido para siempre del territorio de la República Dominicana y el que propagase esta noticia será considerado como delincuente, perseguido y castigado si hubiere lugar”.

A pesar de la oposición velada de muchos reaccionarios los trinitarios, que todavía dirigían la Junta Central Gubernativa con Ramón Matías Mella a la cabeza, bascularon para que se designara como comisionado oficial a Juan Nepomuceno Ravelo con la encomienda de traer de vuelta a la patria a Duarte.

En cumplimiento de esa sagrada misión Ravelo y otros patriotas partieron de Santo Domingo el 2 de marzo de 1844 hacia Curazao, en la goleta Leonor, guiada por el prócer Juan Alejandro Acosta.

Fue el estreno en aguas marinas de la bandera tricolor, el máximo símbolo de la soberanía dominicana.

Ese mismo día el Congreso de Haití fue oficialmente informado por el poeta y político Hérard-Dusmele, a la sazón Secretario de Relaciones Exteriores de ese país, que se había producido “una revuelta en la Parte Este”, como ellos llamaban con desdén a la tierra dominicana.

Mientras el recién estrenado lienzo patrio flotaba por las aguas del mar Caribe, en la embarcación que iba a buscar a Duarte y sus compañeros de exilio, se formaron comisiones que se dirigían a distintos lugares del país para motivar a sus habitantes a fin de que se pronunciaran en favor de la Independencia Nacional, y así cohesionar a todos los dominicanos en torno al magno acontecimiento que se había producido en la ciudad de Santo Domingo.

El apoyo fue general a la decisión ideada y ejecutada por los trinitarios la medianoche del 27 de febrero de 1844.

Duarte y sus compañeros de lucha llegaron a la dársena de la capital dominicana en horas de la noche del día 14 de marzo del 1844. Al día siguiente fueron recibidos en la Plaza de Armas por una multitud emocionada, a la cabeza de la cual estaba el obispo Tomás de Portes e Infante, que dijo con voz potente: “Salve al Padre de la Patria”.

Ese momento de justa glorificación de Duarte profundizó los enconos que le tenían algunos poderosos y ciertos “espíritus cortesanos”. Fueron los mismos que sembraron su camino de obstáculos hasta la hora de su muerte.

Para no abundar en eso basta recordar que el presidente Ulises Francisco Espaillat, al tomar posesión del más elevado cargo de la nación, el 29 de abril de 1876, en el mensaje de rigor ante el Congreso dijo sobre el infortunio y amargo ocaso de Duarte, lo siguiente:

“Hay, sin embargo, un mártir que languidece, abandonado de los suyos en suelo extraño, y es justo, es decente que los dominicanos se impongan alguna privación para que tengan un pan que enviar a uno de los próceres de nuestra Independencia”.

Dos meses y días después, el 15 de julio siguiente, murió Duarte en la más absoluta miseria y en un inicuo abandono.

El día 4 de marzo de 1844 el Estado de Haití, a través de una decisión de su Asamblea Constituyente, inició lo que sería un largo proceso de hostilidad militar contra los dominicanos.

A la cabeza de esa frustrada decisión, que pretendía revertir la Independencia Nacional, estaba el presidente de dicho país, general Charles Riviére-Hérard, quien junto a los demás atacantes masticaron reiteradamente el polvo de la derrota.

jpmn

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ASURBABIPAL
ASURBABIPAL
2 meses hace

el grito de independencia ocurre en un solo dia la confirmacion de la independencia puede durar anos.el sentido de oportunidad y organizacion de la sociedad secreta la trinitaria fueron la clave de nuestra independencia sostenida por las multiples batallas que sostuvieron gallardamente nuestros hombres de armas .la division que reina en haiti hasta el dia de hoy fue aprovechada por nuestro patriotas .

Diaz peres
Diaz peres
2 meses hace

esa independencia por un simple trabucado a otro con ese cuento y ahora con más de 3 millones de haitiano en territorio nacional de que valió la independencia si casa la población de ha mezclado con el color negro de la piel oscura haitiana

Balanete
Balanete
2 meses hace

siempre me he preguntado cómo fue que un pueblo adquirió su independencia con tan sólo un “trabucazo” simbólico. dónde estaba esa soldadezca haitiana opresora que en ese momento no hizo nada por neutralizar a esos pocos civiles que se levantaron contra una nación tan poderosa militarmente como haiti? alguien me puede decir la cantidad de dominicanos que murieron en los enfrentamientos posteriores con haití? y cuántos soldados haitianos murieron?

Aurelio Almonte R., de MAO
Aurelio Almonte R., de MAO
Responder a  Balanete
2 meses hace

balanete: ha interpretado mal, usted. la independencia fue proclamada la noche del 27 de febrero de 1844, pero a partir de ahí fueron algo más de 12 años de constante enfrentamiento contra los haitianos que intentaban revertirla. no fue tan fácil como usted lo ha interpretado.