Dentro del negocio electoral: sumideros de agua sucia y desperdicios tóxicos

Partidos y candidatos presidenciales con posibilidades competitivas dentro del negocio electoral operan como sumideros de agua sucia y desperdicios tóxicos. Atraen basura.

Cada aspirante a “jefe” de un Estado corrompido y corruptor, se va conformando como recolector prominente de flujos contaminados. No hay filtro que logre contener la porquería frente a la determinación de que “entren tó”.

El sistema funciona así tras largos años de haber convertido la política en negocio, elecciones en mercado, partidos en empresas inescrupulosas y grandes empresarios en inversionistas en operaciones electorales de alta rentabilidad.

La única moral electoral para los protagonistas de esa competencia por la impunidad dentro del negocio político, es la amoralidad. Todo se vale sin apelación a escrúpulos. Nada los avergüenza. Gobiernistas y opositores compiten en atraer basura, reciclada o sin reciclar, sin obviar adornos valiosos y atractivos.
El mal, más que individual, es sistémico, y carece de frenos que impidan la precipitación de la escoria hacia un sumidero que colecta sin trampas selectivas.

Eso explica algo que algunos -no es mi caso- les asombra: la recepción con honores (dentro de un conjunto variopinto) en las entrañas del sumidero electoral del PRM presidido por Luis Abinader.

El hecho se produce luego de un abrazo múltiple con Leonel y su grupo morado. No hay ignorancia en esas decisiones.

Hay esencias no perfumadas que permiten aceptar la compañía no solo de una las facciones del dividido PLD, sino de un símbolo de la maldad histórica que presidió la Guardia Universitaria al servicio del tirano Trujillo, guarida de calieses responsables de innumerables asesinatos y torturas de estudiantes de la época.

Que recibe con sonrisas al feminicida en medio de la trágica suma de hechos similares. Al experto en corrupción y fraudes electorales. Al servidor intelectual de Trujillo, Johnny Abbes, Balaguer, Leonel y Danilo.

La acogida provoca indignación, confirmando que las opciones que brotan de estos 60 años de degradación de la política partidista no tienen forma de ser sustancialmente distintas entre sí.

No pueden ser de otra manera para obtener la gracia de las mafias políticas, empresariales y militares que lo catapultan al poder, ni para recibir ahora la bendición del estafador de bienes raíces que encabeza el decadente imperio estadounidense, a cuya recolonización se pliegan; no tienen de otra en esa dinámica perversa, ni fibras para ser diferentes. El mal se ha tornado endémico y hay que arrancarlo de raíz.

JPM/of-am
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