De la abundancia a la virtualidad

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EL AUTOR es Master en Gestión y Políticas Públicas. Reside en Santo Domingo

Las generaciones de los años 50 y 60 se crearon bajo los esfuerzos de padres y madres trabajadores del campo, artesanos y pequeños y medianos comerciantes que pusieron grandes esfuerzos para que sus hijos obtuvieron una buena educación y que fueron promotores de las ideas progresistas, con formación en el trabajo y las normas éticas, morales y religiosas que apoyaran sus vidas.

Esos años, a pesar de las limitaciones de comunicaciones (falta de teléfonos, Internet, redes sociales, poco transporte, electricidad y agua potable), la gente vivía feliz y con mucha abundancia, la comida baratísima y la vida en familia era más cercana. El medio ambiente, los ríos, las montañas, los montes, las frutas silvestres y la biodiversidad abundante. La gente vivía con poca cosa, no había tantas demandas de bienes y servicios.

En esa época se asistía a las escuelas y universidades a pie, teniendo que recorrer grandes distancias y en ocasiones usar el transporte colectivo. Los estudiantes no disponían de vehículos de transporte personal-privado, ni contaban con celulares para comunicarse y se educaban en base al pizarrón, tiza y un buen maestro, salían con una buena formación educativa.

Hoy, la gente es privilegiada, pues cuentan con todos los medios a su alcance, con tecnología de internet, servicios en la nube y un sinnúmero de plataformas de Tic que le permiten tener el mundo en sus manos. Desde los celulares smartphones, las consultas en línea wifi, WhatsApp, Instagram, Twitter, Facebook, las bibliotecas virtuales y las clases en línea desde casa. A pesar de tener todas esas disponibilidades, hay escasez y alto costo de la vida.

Todas esas comodidades si bien han aumentado la cultura general de las personas, el aumento de la interacción entre individuos, por el contrario, han minado también la forma de vida con la puesta en línea de tantas informaciones no clasificadas y que, en vez de ayudar a fortalecer la calidad de vida de la familia, la han disminuido.

El problema es que mucha de nuestra juventud no está creciendo en valores, no está siendo dirigida por camino seguro y ha abierto a la libertad y a introducirse en la sociedad líquida, rompiendo con el modelo viejo y recorriendo el nuevo camino, que muchas veces los lleva al vacío. Las redes sociales han cambiado el ámbito en la familia y muchos de los jóvenes pasan mucho tiempo conectados, lo que impide mayor interacción familiar y agudiza los conflictos.

Hemos pasado de la sociedad de la oferta a la sociedad del deseo y de las demandas. Hemos llegado a la diversificación, a la mezcla: lo mundano, el exhibicionismo, la sociedad virtual, lo ficticio y lo casual. Pasamos de lo escrito a los copypage; la prisa y la volatilidad está ahogando a la sociedad. Las compras virtuales, las tarjetas de crédito y la educación a distancia son demasiada carga que nos ha llegado en tan corto tiempo.

Con todo esto, se agudizan cada día los problemas sociales de inequidad, agudización de la pobreza, la violencia y bajos niveles de escolaridad. Lo que verdaderamente está en juego es lograr producir los bienes y servicios, lograr un equilibrio entre crecimiento y el desarrollo; posibilitar un cuidado del medio ambiente y los recursos naturales. La escasez y carestía de los productos configuran dos grandes problemas: mitigar el cambio climático y alcanzar la autosostenibilidad alimentaria.

El pánico mundial que está causando la desaparición de los ríos, de los lagos, los grandes bosques, la subida del nivel del mar, las grandes sequías, las grandes demandas de alimentos y el deterioro de los suelos agrícolas, podría terminar en una catástrofe climática que ponga en riesgo la producción suficiente de alimentos para la humanidad. La época de abundancia la estamos perdiendo sin darnos cuenta y se sigue la carrera de crear mundos ficticios – virtuales donde los humanos no pueden vivir, aunque viven de imaginárselo.

of-am

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