Cosas de San Cristóbal: El Monumento Ecuestre a Trujillo (3era parte)

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Trujillol era un amante de llos cacballos. En la gráfica figura junto a uno de ellos, en su hacienda Fundación.

Con el propósito de seleccionar al escultor que laboraría en la realización del Monumento Ecuestre al Generalísimo Rafael Leonidas Trujillo, que se colocaría en su ciudad natal, San Cristóbal, la Embajada dominicana en Roma, Italia, por disposición del Comité Pro Monumento, procedió a recibir solicitudes de afamados artistas italianos y españoles.

Entre dichas solicitudes sobresalieron dos, la una de Aurelio Mistruzzi, también medallista de la Santa Sede y con un amplio “curriculum vitae,” y, la otra, del no menos famoso Alexandro Monteleone, quién en un habilidoso intento para obtener el contrato modeló una miniatura de lo que entendió pudiera ser lo más apropiado a lo requerido. Aun así, fue escogido Mistruzzi. Pienso que quizás resultaría decisivo en esta elección el viaje que el Generalísimo realizara a España y el Vaticano en junio del 1954.

En este último firmaría junto al papa Pío XII  el llamado Concordato, un acuerdo por medio del cual el Estado dominicano asumía la religión Católica como la oficial en todos sus actos y disposiciones.

Otro motivo que también pudo contribuir en ello, lo fue la búsqueda de la disolución del matrimonio por la Iglesia que el Gobernante contrajo en San Cristóbal en el año 1913, mucho antes de “engancharse a la guardia” en 1918. La dispensa le fue otorgada como obsequio o retribución de esta visita.

Conservo en mis archivos copia fiel de esta anulación emitida por la Comisión Pontificia Especial en fecha 30 de julio de 1954 del matrimonio celebrado en S.C. entre los señores Rafael Leonidas Trujillo y Aminta Ledesma Lachapelle, hija de don Epifanio Ledesma y doña Olimpia Lachapelle, ambos comerciantes de la localidad.  Es un regalo o cooperación que me hizo el muy querido hermano Homero Ramírez Miranda, a quién agradezco en sobremanera el oportuno y bello gesto. Lo que trata, o a lo que se refiere el documento, quizás haya influenciado en la escogencia de Mistruzzi, por ser este escultor un allegado o relacionado cercano a el Vaticano.

COMIENZO

El autor

De esta última parte no digo más.  Prosigamos. Mistruzzi, inmediatamente comenzara a trabajar, realizó una visita a San Cristóbal en enero de 1956, con la finalidad de conocer y apreciar en su verdadera magnitud el sitio de emplazamiento de la obra, ver la salida y ocaso del sol y otros detalles, además de obtener fotografías del Generalísimo a caballo.

El artista, quién ya veíase anciano, quedó muy sorprendido con nuestro clima, tan diferente al europeo para comienzos de año; quedando también maravillado con la cerveza criolla, la cual consumió y obsequió en grandes cantidades en el hotel San Cristóbal.

Después en Europa visitó la ciudad de Colonia, en Alemania, donde fue a estudiar la anatomía del caballo de la estatua ecuestre del rey Federico Guillermo II de Prusia, obra esta que consideró le serviría ajustadamente a sus propósitos.

En su taller de Roma laboró intensamente en el bosquejo a la vez que envió al Comité pro Monumento los planos del pedestal para que se procediera a adelantarlo.

Su estudio o taller fue visitado frecuentemente por diplomáticos, estudiantes de arquitectura, de pintura, canto, música y otras disciplinas; compatriotas principalmente que para esos tiempos hacían vida en la ciudad Eterna.

En una muy importante ocasión, en la cual el escultor procediera a vaciar fundición sobre un molde de yeso, la concurrencia de observadores fue muy numerosa, y en ella estuvo uno de tantos estudiantes dominicanos que, viendo sorprendido que corcel y jinete eran dos cuerpos separados en el vaciado, comentó en baja voz: “mejor, así lo apearemos más rápido”, palabras premonitorias de lo que más luego aconteció.

El grupo escultórico alcanzó un valor de contrato cercano a noventa mil dólares, pero el artista siempre se quejó, alegando que había hecho un mal negocio, porque en su opinión, el dinero cobrado no compensaba el gran esfuerzo realizado. Por lo cual hubo que agregarle cierto incentivo económico, hasta aproximarse a los cien mil pesos de la época.

Ahora, dejemos a Mistruzzi laborando en su taller romano y vamos a referirnos al pedestal. Éste fue edificado en mampostería y revestimiento marmóreo por el ingeniero Luís Bonnet Báez a un costo aproximado a los seis mil pesos. Durante el proceso constructivo fueron presentándose muchas dificultades de carácter económico, indiferencia y falta de interés. El ingeniero pudo erigirlo con los obreros con que trabajaba en la obra del Alcantarillado Sanitario que se ejecutaba en la ciudad de San Cristóbal para esa fecha.

Don Luís Bonnet tuvo en muchas ocasiones que recurrir a las autoridades principales del municipio en procura de recursos, ya que el pedestal no tenía un flujo económico seguro y constante para una pronta terminación. Por ello, varios ingenieros que en esos días estuvieron fabricando obras de interés público en la ciudad de San Cristóbal y sus proximidades, en un encuentro festivo con el Generalísimo en el hotel San Cristóbal le expusieron a éste sus deseos y completa disposición de cooperar con el monumento para alcanzar una rápida conclusión, contestando el gobernante con voz monocorde y marcada desidia: “Ustedes son técnicos y no políticos, por tanto continúen trabajando en sus obras y no quieran ahora participar en éso, esas son cosas de gentes que no encuentran en qué ocupar su tiempo”.

Igual o parecido comportamiento asumió el Generalísimo en otra ocasión y esta vez con respecto al obelisco a la paz en el cerro del Castillo, en Santiago de los Caballeros, que hoy es nombrado Monumento a los Héroes de la Restauración.

Ella fue una obra que adoleció de grandes períodos de receso en su proceso constructivo. La zona donde se erigió este monumento se veía muy accidentada y en el lugar existieron cañadas o quebradas muy profundas, algunas alcanzaban hasta 40 metros en su desarrollo y, en todas, se depositaron amplias tuberías de alcantarillas para drenaje, así como grandes volúmenes de material de relleno para regularizar el terreno en lo mejor posible.

En una oportunidad en que la obra de Santiago estuvo casi terminada, pero con los alrededores desolados, y ésto por muchos años, álguien le preguntó al Generalísimo su parecer en relación a este patético abandono, respondiéndole el Jefe, con mucha indiferencia: “Eso es un asunto de políticos vagos y yo no intervengo en esas cosas.” Y este homenaje material, que comenzara a instalarse en los primeros años de la década del 40 para que estuviese realizado en 1955, nunca fue terminado y mucho menos inaugurado, como igual sucedió con el nuestro.

El Generalísimo permitía en silencio estos homenajes, no los desautorizaba, pero tampoco los promovía; en alguna ocasión, pienso yo, sonreía, viendo como personas con mayor grado de escolaridad que él, porfiaban entre sí para ver a quien se le ocurría ofrecerle el galardón más novedoso, altisonante y laudatorio.

PROBLEMAS

El Generalísimo era indiferente a estas cosas, como se ve, que más luego en su proceso constructivo se presentaban lentas, engorrosas y fatigantes, ¡digamos mejor! “desesperantes” para los encargados de llevarlas a realización y prueba de ello era que él, como administrador de los fondos públicos, no hizo aportes de dinero para la conclusión de estos trabajos.

El monumento de San Cristóbal tardó trece años para comenzar a instalarse, a partir de 1944 cuando se decidió edificarlo, y nunca fue culminado ni tampoco inaugurado. Y el de Santiago, como recién dije, jamás tuvo apertura formal y seguro estoy de que si el Generalísimo hubiese tenido interés en ellos pues se hubieran construidos en tiempo récord, como tal ocurrió con el Palacio Nacional, obra de 6 millones de pesos que se edificó en tan sólo 2 años; el Hotel El Embajador, levantado en apenas 230 días y la moderna y grande plaza urbanística conocida como la Feria de la Paz, con más de 70 edificios, la mayor parte con carácter permanente, construída en menos de 12 meses.

Que sepamos, el gobernante una vez estuvo alzado nuestro monumento en 1957 nunca se interesó por contemplarle, y si pasaba por el lugar cuando entraba a San Cristóbal lo hacía de manera rápida para internarse en su hacienda.

Y la verdad fue que, después de ser erigida tan grande obra, el Generalísimo no visitó tanto su pueblo, ni para sus conmemoraciones oficiales ni tampoco para sus fiestas, como antes hizo.

Sólo conocemos de una oportunidad en la cual dicho gobernante exteriorizó, frente a amigos y relacionados, alegría y complacencia aprobatoria a uno de estos halagos materiales.

LETREROS

Ésta se presentó en el año de 1955, año en el cual se cumplirían 5 lustros de gobierno trujillista; cuando en San Cristóbal, en la colina de El Cerro, y al lado de 2 tanques de agua potable, existentes ahí, se colocó un sencillo letrero lumínico intermitente, a color, que transmitió 2 elogiosos mensajes a lo celebrado; ellos dijeron: “Trujillo es Paz y Progreso” y “1955 Año del Benefactor”.

Estos lacónicos pero significativos mensajes, perceptibles a lejanas distancias, por el contraste, parece que conmovieron bastante al Generalísimo  al esbozar una sonrisa  y aguársele la mirada y, decimos así, porque al día siguiente de este acontecimiento, uno de sus allegados más inmediatos presente en la reunión, se trasladó a San Cristóbal procurando al creador del letrero para instalar otro similar en las cercanías de la Feria de la Paz (evento con  carácter internacional que se dió a apertura el 20 de diciembre de 1955).

Dicho letrero se montó en el frontispicio del hotel Paz (hoy Hispaniola), avenida Independencia esquina Abraham Lincoln. Límite occidental de la antigua capital de la República hasta 1966, que el Presidente Balaguer luego transformara y ampliara hasta la margen oriental del río Haina, limítrofe con la provincia San Cristóbal.

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