Coroneles de abril y Caracoles frente a unos infelices generales

 
Preliminar
 
Residiendo como exiliado político y económico en el Bronx, el más grande condado del famoso estado de New York, una fría tarde de invierno, en enero del 2012, leo en un diario digital dominicano la noticia que daba cuenta que el contraalmirante Ramón Jiménez (Milo), había ordenado fusilar al coronel Caamaño, después de tenerlo prisionero por seis horas.  
 
El exgeneral- dijo a la prensa: «yo ordené a seis militares de menor rango incinerar el cadáver del coronel Caamaño, para evitar que en el futuro sus restos lleguen hasta un lugar donde podrían ser venerados
por sus parciales políticos como si se tratara de un héroe».
 
La leña mojada, debido a la humedad reinante y a la persistente lluvia, dificultaba esa tarea, cosa que se le hizo saber al entonces secretario de las Fuerzas Armadas.
 
Entonces, Milo vino y se paró entre los pies de Caamaño y le disparó una ráfaga partiéndolo casi en dos y volándole la cabeza… Y dijo: «Ahora hay menos que quemar». Y ordenó destazarlo para quemarlo mejor… Y si queda algo, recalcó el general: «lo tiran por una furnia… que ese es comida de puerco».
 
Imbuido por agobiantes sentimientos de tristeza, impotencia e indignación, me senté frente a mi computadora y para desahogo y catarsis escribí el poema que aparece más abajo.  Sabemos que los altos mandos militares de aquel entonces, ordenaron destruir los restos de aquel magnifico hombre para, según ellos, sepultar para siempre con él sus ideales y razones de lucha. 
A esos generales les ha salido el tiro por la culata, puesto que al día de hoy, 43 años después de aquellos sangrientos hechos, los sepultados, deshonrados y repudiados, son ellos.
 
Vaya, pues mi poema «Coroneles de abril y Caracoles frente a unos infelices generales «, a honrar la memoria de aquellos hombres y mujeres que han entregado sus vidas y bienes en aras de una patria libre y soberana, con un estado social justo y de gloria y felicidad para todos.
 
He aquí el poema:
 
Gloria, flores y laureles, para los coroneles de abril y Caracoles desprecio, heces y escupitajos
para el infeliz general destazador
para el cobarde general fusilador
y para los mediocres militares
sin honra a su uniforme
que pretenden matar ideas, matando hombres.
 
¡Que fusilaron a Caamaño!
¡qué mataron a Francisco Alberto!
¡qué destazaron al combatiente!
¡qué incineraron al guerrillero!
¡qué esparcieron sus cenizas!
¡qué le dieron de baja, y pa’bajo!
¡qué se lo echaron a los puercos!
¡qué borraron de la faz de la tierra al revolucionario!
¡qué eliminaron al coronel de abril y Caracoles!
 
¡Mentiras, embustes, falacias, infundios, sueños
y deseos perversos de coroneles y generales alucinados!
 
En este espejismo, olvidaron la sentencia del poeta Cabral:
«Hay muertos que van subiendo mientras más su ataúd baja
a la profundidad de la tierra».
En contraste, hay vivos que están muertos
y anatematizados antes de bajar al sepulcro que les espera.
 
¿Quién ha dicho que el coronel Caamaño ha muerto?
el coronel no ha muerto na’
el coronel está lleno de grandeza y gloria
ornado bajo la techumbre de su patria
con todos los besos
con todas las lágrimas
con todos los abrazos
con todo el amor de su gente
guarecido y empotrado en la memoria
y en las entrañas de su pueblo
sin que unos generales gorilas
lo puedan evitar de modo alguno.
 
Por el contrario
estos demonios de generales, sin honra a su uniforme
los sabemos vivos muertos
enterrados por la nación
en el cementerio de los vivos.
 
Estos infelices generales creyeron
que habían enterrado al coronel del honor para siempre
Estos pobres diablos de generales creyeron
que habían destazado el futuro del coronel
Estas bestias de generales creyeron
que definitivamente los puercos
acabarían con el coronel de coroneles
Estas hienas de generales creyeron
que habían acabado para siempre
con la grandeza del coronel de abril y Caracoles.
 
Estos generales de patios traseros
vendidos y sumisos a imperios depredadores de su patria
en su vesania, en su ignorancia
no cayeron en cuenta
que la dignidad no se entierra
que el valor no se destaza
que los puercos no comen patriotismo vertical.
 
Sin embargo, por veleidades de gusto alimenticio y culinario
estos cuadrúpedos  sí que comen la carne de generales brutales y enemigos de su patria.
 
Empero, en oposición, no hay marrano ni marrana, que puedan comerse la gloria del coronel Rafael Fernández Domínguez
no hay lechón ni puerca que puedan ingerir la dignidad del coronel Juan María Lora Fernández
no hay cerdos ni cerdas que puedan masticar, tragar, digerir o regurgitar el patriotismo de Francisco Alberto Caamaño
pero sí hay puercos y  puercas, cerdos y cerdas y todos los marranos y marranas del mundo
dispuestos a comerse unos generales, preñados en sus entrañas, de asco y muertes de patriotas                                                                        vilmente asesinados en las calles o mazmorras                                          e incluso, en  la presencia misma de sus progenitores
cuando sin piedad
les fueron arrebatados de sus brazos.
 
Coroneles de abril y Caracoles
la vida y el amor son sempiternos
ni balas, ni el destazo, ni el fuego, ni los puercos
ni coroneles ni generales despreciables
podrán enterrar la gloria ganada por el sacrificio  de todos ustedes.
 
La dignidad, el patriotismo, la nobleza, la entrega, la lealtad, el sacrificio por la patria, son inherentes
a los hombres de coraje y de  bien y de honor como ustedes  
 
Por ello, coroneles de abril y Caracoles, nuestro pueblo en gratitud
les dispensa toda la gloria y deposita a sus pies
 todas las flores  y laureles, que nuestra media isla pueda producir
 en sus valles,  montañas y huertos cultivados de corazón
 con las hacendosas y sacrosantas manos de su gente.
 
En cambio, para el infeliz general destazador
para el borrego general fusilador
para el cretino general, que con fuego pretende
borrar una montaña de hombre y su epopeya
para los todos esos coroneles y generales de pacotilla
sin talento ni patriotismo… «cardos y ortigas cultivo»
Y para más… heces, desprecios y escupitajos
arrojo a sus vidas sin resurrección
y sobre sus osamentas y túmulos sin valor histórico.
 
Hombres del pueblo, presenten armas…
¡Y que vivan los coroneles de abril y Caracoles!
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