Ciudadanos contra la impunidad

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EL AUTOR es politólogo. Reside en Santo Domingo.

En este país, se ha vuelto tan costumbre como la corrupción, hablar de la lucha contra ella. Se están realizando cruzadas que pueden terminar solo en buenas intenciones sin ninguna utilidad práctica, si no se encaminan correctamente.

Debemos estar conscientes de que la corrupción en RD es un fenómeno muy complejo. Es mucho más que un problema político. Tiene raíces sociales relevantes que se han ido fraguando desde la muerte de Trujillo a la fecha, con el despilfarro del presupuesto y el propio respaldo electoral a políticos permisivos y tolerantes.

La lucha contra la corrupción debe empezar por educación, mucha educación, y la creación de una cultura ciudadana de tolerancia cero con la misma.

La corrupción afecta la economía, hiere la credibilidad del país desalentando la atracción de inversión extranjera y debilita todo intento de proyectar internacionalmente al país.

 La corrupción daña el tejido social e institucional del país.

La corrupción pudre la premisa esencial del estado de derecho desmintiendo el principio de que todos están sujetos a la autoridad de la ley. La corrupción adultera y encarece todo el proceso de desarrollo económico del país.

Además destroza la estructura ideal de la meritocracia a que debe aspirar toda sociedad sana. Debilita la pasión por estudiar y frena el impulso de los emprendedores. En las sociedades corruptas prevalece el valor del dinero sin importar su procedencia.

La corrupción sin castigo con la que hemos convivido los dominicanos durante tanto tiempo, ha creado una cultura de tolerancia y nos hemos rendido considerándola normal.

Esta lucha contra la impunidad debe despertar  la conciencia de toda la ciudadanía y ser una oportunidad para que las nuevas generaciones vean que se sancionan a los corruptos, a la gente que obstaculiza el desarrollo del país para beneficio personal.

Casi todo el mundo está dispuesto a hacer ruido sobre la corrupción, pocos están dispuestos a luchar realmente contra ella de forma efectiva.

Esta lucha es, sin duda, una absoluta prioridad económica y social.

Hasta el momento, los partidos políticos no han acreditado su compromiso con el combate a la corrupción. Hablan y hablan en programas, en las plataformas de sus candidatos y en los discursos y mensajes de sus voceros de combatir la corrupción y castigar a los culpables; sin embargo, cuando se trata de pasar al terreno de las acciones para en verdad atacar a los corruptos y cambiar conductas ilícitas en la administración pública, su comportamiento es hacer caso omiso a todos los planes de lucha anticorrupción.

Es el caso de la Cámara de Cuentas organismo encargado de velar por los recursos públicos, que nunca en ningún gobierno ha obtenido, con sus auditorías e investigaciones, una sola sentencia condenando a un corrupto ni recuperado el dinero robado.

El gobierno tiene las herramientas legales necesarias para desplegar, en todos los niveles y ámbitos del gobierno, acciones para combatir la corrupción. Pero se requiere de un comportamiento de gran relevancia: voluntad política para que las cosas cambien.

La intervención de la ciudadanía debe ser una vertiente permanente, gobierno tras gobierno, siempre activa para lograr mantener la voluntad política necesaria para el desarrollo de la lucha contra la impunidad, teniendo claro que  su lucha es contra la corrupción  no por un cambio de gobierno, para esto existen las elecciones cada 4 años y los partidos políticos. 

Esto requiere que los ciudadanos actúen con mucha madurez, con buena organización y preparación, y no caer en la tentación de dejarse atrapar por el encanto de beneficios provenientes tanto del gobierno como de los partidos de la oposición, a fin de apoyarlos en lo que ellos auspicien. Si lo hicieren engrosarían el grupo de corruptos objeto de “su lucha”.

tommymejiapou@hotmail.com

jpm

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