Ayuda haitiana estilo Clinton
El 5 de Mayo del corriente salió a la luz el esperado libro de Peter Schweizer: “Clinton Cash”. El argumento central del libro es que aunque el ex-presidente Bill Clinton y su esposa la ex-canciller de EEUU Hillary Rodham Clinton tenían masivas deudas al salir de la Casa Blanca, ellos se enriquecieron subsecuentemente –ganando sobre ciento treinta millones de dólares– a través de lucrativas ofertas para escribir libros, así como “tráfico de influencia” que era recompensado a través de honorarios estrafalarios (de hasta tres cuartos de millón de dólares) por las charlas del ex-presidente, o donativos directos a campañas políticas, o a la fundación Clinton.
A menudo se presentaba el siguiente patrón: el ex-presidente viajaba a un país del tercer mundo, compartía con algún negociante descrito como “amigo personal”, se hacían más introducciones personales y conversaciones, y eventualmente se cerraba algún negocio, que por ejemplo envolvía la explotación a gran escala de algún recurso natural, como uranio, petróleo o madera; tiempo después, los beneficiados del negocio hacían una enorme contribución a la Fundación Clinton, y/o el ex-presidente era contratado para una serie de charlas a cambio de altísimas sumas de dinero. Además, algunos de esos negocios necesitaban la aprobación o revisión del gobierno estadounidense, y caían en la esfera de influencia de una poderosa senadora o canciller de EEUU.
El libro consta de diez capítulos más un epílogo. Más abajo trataremos de resumir lo que entendimos del capítulo diez, titulado “Capitalismo de desastre estilo Clinton: el esfuerzo del 2010 para aliviar a Haití”.
El 12 de enero del 2010 un terremoto de magnitud 7.0 en la escala Ritchter azotó a Haití. Aunque tal magnitud es relativamente moderada, el sismo tuvo efectos devastadores en la paupérrimamente construida infraestructura haitiana, resultando en la muerte de más de un cuarto de millón de personas, y la destrucción de unos 25 mil edificios gubernamentales o comerciales, y 100 mil viviendas, dejando a millón y medio de personas a la intemperie (a modo de comparación, solo semanas más tarde en Chile ocurrió un terremoto de magnitud 8.8 – que significa quinientas veces más fuerte que el de Haití – y causó la muerte a menos de seiscientas personas).
Prontamente quedó establecido el Comité Interino para el Alivio Haitiano (IHRC por sus siglas en inglés) bajo la co-dirección del Primer Ministro haitiano Jean-Max Bellerive y el ex-presidente Clinton, quién ya desde el 2009 fungía como enviado especial de las Naciones Unidas en Haití.
El IHRC tenía el importante objetivo de revisar los posibles proyectos de reconstrucción y decidir cuáles recibirían fondos. Según la Oficina de Contabilidad Pública de los EEUU, o GAO (la “Cámara de Cuentas” de EEUU) las funciones del IHRC incluían “coordinar los donativos, conducir planificación estratégica, aprobar los proyectos de reconstrucción y proveer responsabilidad contable”.
El poder del ex-presidente Clinton en la reconstrucción de Haití y la distribución de los fondos estadounidenses era tan masivo, que muchos lo llamaban el “virrey” de Haití. Este poder quedó evidenciado cuando uno de sus colaboradores personales más cercanos, Gary Conille, fue nombrado Premier haitiano.
Sin embargo, según lo expresó the Economist, la mezcla de papeles de Bill Clinton como co-director del comité de reconstrucción, enviado especial de la ONU, ex-presidente de los EEUU, esposo de la entonces canciller de EEUU (ahora pre-candidata presidencial), y presidente de una fundación a su vez envuelta en proyectos de reconstrucción hacía imposible saber qué intereses defendía, y de quién era subalterno.
Lamentablemente, luego del gasto de miles de millones de dólares de los contribuyentes estadounidenses, aunque algunas carreteras están en mucho mejor estado, y una gran cantidad de escombros ha sido retirada, la reconstrucción de Haití bajo el liderazgo de los Clintons ha sido un rotundo y enorme fracaso.
De acuerdo a la GAO, el IHRC ignoró el plan de acción y las prioridades para la distribución de los fondos según lo habían establecido las autoridades haitianas, y los países donantes. Esto resultó en el despilfarro de una gran cantidad del dinero en proyectos inservibles. Al mismo tiempo, amigos, aliados e incluso familiares de los Clintons se han beneficiado económicamente de la fallida reconstrucción.
En principio, se suponía que existiría una Oficina Anti-corrupción (PAO) que supervisaría los proyectos de reconstrucción e investigaría alegatos de corrupción. Sin embargo, transcurrieron once meses antes que el primer empleado de la PAO fuera contratado. Además, el personal del comité de reconstrucción nunca fue completado, por lo que la mayoría del poder de decisión quedó en manos de varios empleados claves de la Fundación Clinton.
Rápidamente quedó establecido que para obtener contratos de reconstrucción en Haití uno tenía que estar muy bien conectado con los Clintons, y ni siquiera los servicios de cabilderos profesionales cambiaban la situación.
La selección arbitraria de los proyectos empezó a generar tensiones dentro del comité de reconstrucción (IHRC) desde temprano. Varios miembros del comité empezaron a quejarse de que cualquier proyecto sometido por la USAID era automáticamente aprobando independientemente de sus méritos, y que la dirección del comité trataba a los demás miembros del comité como figuras decorativas que debían aprobar lo que los co-directores quisieran.
Ya para diciembre del 2010 nueve de los catorce miembros haitianos del comité enviaron al ex-presidente Clinton y al entonces Premier Bellerive una queja oficial en la que expresaban su inconformidad con los procedimientos para seleccionar proyectos. Meses más tarde, la GAO concurrió con los denunciantes, al cuestionar los proyectos escogidos en relación a las prioridades establecidas. Sin embargo, los problemas continuaron.
Uno que llegó a Haití con excelentes conexiones fue el Gral. Wesley Clark, un amigo, compueblano, confidente, y ex-alto funcionario militar de los Clintons. Clark buscaba contratos para la compañía floridana Innovida, especializada en materiales de construcción, y a su vez dirigida por Claudio Osorio, un gran recaudador de fondos para la campaña presidencial Hillary 2008.
Rápidamente Clark consiguió una entrevista con el presidente haitiano René Préval, y poco más tarde recibió del gobierno estadounidense diez millones de dólares como préstamo para la construcción de quinientas casas. Sin embargo, ni una de las casas se llegó a construir. Innovida quebró después que Osorio fue condenado a doce años de cárcel por actividades financieras fraudulentas.
Meses después del sismo, los Clintons empezaron a impulsar la iniciativa Dinero Móvil, que buscaba el establecimiento en Haití de un sistema de transferencia de dinero a través de los teléfonos celulares. La canciller Clinton a través de la USAID no solo organizó la idea, sino que también proveyó dinero de los contribuyentes estadounidenses, mientras la Fundación Bill Gates hacía otro tanto. El ganador del proyecto fue el irlandés Denis O’Brien a través de su compañía Digicel.
El sistema fue un gran éxito económico, lo que en 2012 redundó en dividendos de 300 millones de dólares para el Sr. O’Brien. Por su parte, en 2010 o 2011, este señor donó de uno a cinco millones de dólares a la Fundación Clinton, y de por vida, hasta el 2014, ha donado a dicha entidad de cinco a diez millones. También ha facilitado su jet privado a los Clintons, y ha hecho arreglos para que el ex-presidente diera varias charlas en Irlanda, además de una en Jamaica.
Casi 10 años antes, con Aristide retornado a la presidencia haitiana gracias a la intervención militar del Pres. Clinton, y Préval su Premier, la empresa de telefonía estatal causó controversia al ofrecer a una pequeña empresa estadounidense acceso a la red telefónica haitiana bajo condiciones extremadamente ventajosas. Entre los jefes de dicha firma, se encontraba un ex-jefe de personal de Bill Clinton, y el ex-director de finanzas del Partido Demócrata durante la campaña re-eleccionista de Clinton.
En el 2012, basándose en estimados de que bajo suelo haitiano pueden haber hasta 20 mil millones de dólares en oro y otras piedras preciosas, el gobierno haitiano se decidió a otorgar permisos para la extracción minera a cielo abierto, cosa que no hacía en más de cincuenta años. Uno de los únicos dos permisos emitidos le tocó a VCS, una pequeña compañía estadounidense con escasa experiencia en la materia.
Entre sus directivos se encuentra el hermano menor de Hillary Clinton, así como también el ahora ex-primer ministro haitiano Bellerive. Para colmo VCS a penas ofrece al gobierno haitiano una regalía minera de un dos y medio por ciento, cuando los expertos opinan que nada por debajo de un cinco por ciento debería ser digno de consideración.
Por otro lado, la compañía escogida para el lucrativo negocio de la recogida de escombros está dirigida por individuos conectados a los Clintons. Del mismo modo, una consultora también conectada a los Clintons recibió un millón y medio de dólares para identificar sitios aptos para la re-ubicación permanente de damnificados, pero, de acuerdo a evaluaciones oficiales, produjo informes inservibles.
En la fase inicial de la reconstrucción, unos $138 millones de dólares fueron destinados a la construcción de 20 mil albergues temporales. Casi un año más tarde, apenas un 22% de dichos albergues se había construido, y muchos eran “sub-estandar”. De igual manera, un proyecto de $4 millones de dólares de la Fundación Clinton para usar viviendas remolcables “a prueba de huracanes” para dar albergue temporal a niños de edad escolar terminó produciendo remolques estructuralmente defectuosos, muchos de los cuales resultaron ser inservibles por múltiples causas.
A las viviendas permanentes no les fue mucho mejor. En diciembre del 2010, se destinaron $53 millones de dólares para construir 50 mil viviendas. Sin embargo, más de 2 años y medio más tarde, una auditoría reveló que solo nueve mil viviendas se habían construido. La meta fue entonces recortada a solo 20 mil viviendas, mientras el costo se disparó de $53 a $90 millones.
El proyecto haitiano más ambicioso de los Clintons fue el Parque Industrial Caracol, en el norte de Haití, destinado a la producción de ropas. Al final, el proyecto consumió cientos de millones de dólares del contribuyente estadounidense, además de una legislación especial para que la producción pudiera entrar al mercado estadounidense libre de aduanas. Sin embargo, de los 60 mil empleos que el parque supuestamente generaría, solo han aparecido 3 mil, y a un salario de solo $5 dólares diarios.
Por otro lado, la constructora que hizo el parque, la firma coreana que opera la fábrica de ropa, y los detallistas estadounidenses de la ropa allí producida han sido los grandes ganadores. Por supuesto, muchos de los ganadores tienen conexión con los Clintons.
En definitiva, solo una pequeña porción de la inmensa cantidad de dinero gastada en Haití desde el fatídico terremoto ha terminado ayudando a los haitianos. Bill y Hillary Clinton han determinado en gran medida como se gastó ese dinero.