Adiós, Miguel

La posibilidad de que el Partido Revolucionario Dominicano siga siendo la más grande organización política del país es definitivamente una utopía. Será ridículo, si no absurdo, suponer que un partido se constituye con unos locales, un comité de incondicionales y la subvención en millones de pesos que otorga el Estado, de acuerdo a una ley. Un partido es una asociación de ciudadanos, con igualdad de sentimientos y metas políticas. Esos integrantes “comparten intereses, visiones de la realidad, principios, valores, proyectos y objetivos comunes”. La misión ha de ser, sobre todo, mejorar la sociedad, superando los errores y desatinos del pasado. El más antiguo partido de la República Dominicana –el PRD- ha dado muestras de unidad de propósitos y de ser guiado por una mística. Sólo por esa sinergia pudo sobrevivir al trujillato, a un golpe de Estado y a la intolerancia balaguerista. Pero vaya paradoja, lo que no consiguieron esos poderosos enemigos, lo ha logrado un político insubstancial y opaco. El autor de esa proeza ha sido Miguel Vargas, quien ostenta la presidencia del PRD, y que dijera hace unos días que esa organización se encamina a pasos acelerados a una de sus más notables recuperaciones en toda su historia. Lo cierto es que si llegara a recuperarse de la crisis que padece, sería una gran recuperación. Vargas detenta las propiedades del PRD y administra a su modo los recursos financieros, pero ni él ni su equipo de acólitos ignoran que la militancia perredeísta está en otro lado. El pasado miércoles renunció Geanilda Vásquez, secretaria de Organización, y días antes doña Milagro Ortiz Bosch, ex vicepresidente de la República, denunciaba las exclusiones en el padrón de militantes. A la vez, Guido Gómez Mazara, aspirante a presidir el PRD, persiste para que la comisión organizadora de la convención le entregue la lista de inscritos, tal como ordenara el Tribunal Superior Electoral. El padrón cuenta con cerca de dos millones de afiliados. Pero es sabido que Vargas ordenó a u comisión reducirlo, a fines de acomodarlo a su interés. Vargas no quiere mucha gente, él prefiere un partido chiquito, que le sirva como plataforma para realizar sus negocios financieros. Y lo está logrando. Cada vez que un dirigente tradicional del partido declara su adhesión a la Corriente Mayoritaria, que encabezan Hipólito Mejía y Luis Abinader, Vargas se frota las manos. Mientras menos gente, mejor, dirá. Es muy probable que Vargas gane “su” convención y luego sea candidato, presidencial. A él le basta con eso. Abinader ha dicho que después de ganar la batalla interna, la meta del sector mayoritario del PRD es conquistar el voto de la población para derrotar al PLD en 2016. En nombre de la mayoría perredeísta, se despidió de Vargas: “Adiós, Miguel”.

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