A solo un paso de la muerte
“A solo un paso” es una expresión que denota proximidad máxima sin que se produzca el contacto físico, sin que se logre el objetivo buscado o se produzca el evento posible. Sobre la base de la definición anterior puedo afirmar que hace unos días estuve “a solo un paso” de la muerte. Es más, puedo afirmar que sentí su sensual e insinuante olor y la espesura de su cercanía.
Era mi último día en un resort de Punta Cana. La mañana amaneció con una extraordinaria claridad solar y las olas habían aplacado su furia de días anteriores en que llovió copiosamente por la influencia de una vaguada, a pesar de lo cual no me sentí motivado a caminar cinco o seis kilómetros a orillas del mar, como había hecho en días anteriores. Pero desayuné con normalidad, fundamentalmente frutas.
Después de desayunar mi familia y yo nos aproximamos al mar y nos tomamos algunas fotos a manera de despedida y como recuerdo de nuestra grata estadía en el lugar. Al mediodía entregamos las habitaciones y llevamos al vehículo nuestro equipaje. Pero antes de partir decidimos pasar al comedor para ingerir algún alimento.
Apenas me senté a la mesa percibí mi indisposición para ingerir nada. Sentí deseos de evacuar y me dirigí despacio al baño. Pero después, sentí una fuerte náusea y allí mismo vomité en tres ocasiones lo que había desayunado cuatro horas antes y un sudor congelado me cubrió la cara y todo el cuerpo. Me lavé la cara una, dos, tres veces y el sudor frío seguía fluyendo a su antojo.
Caminé tambaleante hacia una silla próxima y allí me senté solo. Seguía sudando frío. Acerqué despacio otra silla y en ella subí las piernas. No sentía fuerzas ni deseos de otra cosa que no fuera acostarme. Pero cuando sentí una sensación de opresión y frío congelante detrás del esternón no me quedó duda sobre lo que me estaba sucediendo: un infarto al miocardio.
Allí me encontraron mi esposa e hijos cuando extrañados por mi tardanza salieron a buscarme. A Daniel le bastó mirarme para saber lo que me pasaba. Llamó a la joven médico del resort, que casualmente se encontraba en el comedor. Conociendo ella mi calidad de médico, después de hacerme una glicemia y tomarme la presión arterial se sinceró conmigo y me dijo: doctor si pisa el consultorio del resort debe pagar US$180.00 y yo no puedo más que referirlo.
Para que me viera el cardiólogo en el Centro Médico con acuerdo con el resort debía pagarle US$480.00, quien seguramente solo me aplicaría algún analgésico y solicitaría enzimas cardiomusculares, para luego referirme. Todo eso implicaba gran pérdida de tiempo que podría resultar fatal e incurrir en gastos superiores al dinero que llevaba conmigo. Ordené entonces, con energía, que iniciaran viaje hacia CEDIMAT en Santo Domingo.
Estaba consciente de que lo correcto es que ante un infarto se reciba atención médica antes de que concluya una hora. Pero esto se refiere a tratamiento efectivo, dije a mi familia.
En Cedimat
Salimos a las 2:30 pm y el viaje resultó sumamente angustiante, porque llegar con vida a CEDIMAT parecía una meta de muy difícil logro. Cuando llegamos a Santo Domingo Este el congestionamiento en las calles era infernal. Eran ya las 6:00 pm y comenzaba a oscurecer cuando logramos llegar a la Unidad Cardiovascular de CEDIMAT. Por suerte no había tanta gente y fui atendido de inmediato.
La presión arterial y el pulso eran normales, Un electrocardiograma no fue definitivo, pero la marcada elevación de las enzimas cardiomusculares no solo evidenciaba un infarto, sino que también revelaban la magnitud del mismo. Y en efecto, la arteria Descendente Anterior Izquierda en su parte inicial estaba totalmente obstruida por un coágulo, pero, curiosamente, el sten ubicado en la Arteria Circunfleja del mismo lado estaba indemne. Por eso me mantenía vivo, aunque de manera precaria.
El Dr. Elvis Rivera, cardiólogo de servicio localizó a todos los miembros del equipo de cirugía cardiovascular de emergencia, que no estaban en el hospital, pero llegaron en menos de una hora y antes de las 8:00 pm ya iniciaban en el quirófano la práctica de un cateterismo, a través del brazo derecho. Lograron destapar la arteria ocluida y colocar un sten dentro del que ya tenía allí por un evento previo.
En lo adelante, bastaron cinco días entre la UCI y Recuperación para que me dieran de alta con una lista kilométrica de medicamentos a ingerir diariamente. Así regresé a mi casa, con los bolsillos vacíos, pero muy agradecido de Dios por haberme preservado la vida.
jpm-am
saludos dr peña nina, es que dios siempre ha sabido lo que hace, tiene el control y sabe que a las personas como usted, entragadas a los demás, hay que preservarlas. usted es un ejemplo el la sociedad y que bueno que permanezca con nosotros. salud y bendiciones. su siempre amigo: dr hector vargas
dr. no lo conozco pero como ser humano que usted es, me alegro mucho que dios le haya preservado la vida. pero, y los medicos que hicieron por su vida?
le deseo una pronta recuperación. sus escritos en este periódico son los que más disfrutos, porque siento que escribes con el alma.
por haberte pospuesto la muerte…me alegro de su recuperacion…el pago de us 480.00 pudo acabarte de matar…un abrazo…
hay momentos que exigen, destreza y decisión.dejó la práctica de pediatría,no la de ser médico,eso lo salvó.cuidese,le deseamos larga vida.que nadie va a un resort a morirse.